Sábado, 26 de junio de 2004 | Hoy
HISTORIA DE LA CIENCIA: UNIVERSIDADES MEDIEVALES
El sábado pasado, contábamos las dificultades
de Aristóteles en la Universidad de París (mejor dicho, de los
textos y la filosofía de Aristóteles), en contra de la creencia
generalizada de que Aristóteles había sido artículo de
fe durante toda la Edad Media. Es interesante que alrededor de la universidades
también hay creencias y sorpresas: muchos de los reclamos universitarios
de hoy (incluso los de la Reforma de 1918) tienen raíces medievales,
lo cual demuestra la resistencia que al tiempo ofrecen las instituciones.
El origen de las universidades es algo oscuro y no se tiene demasiada certeza
sobre sus comienzos. Al principio, eran asociaciones gremiales de estudiantes
o de maestros: los primeros centros de estudio (donde se podía aprender
arte y filosofía, derecho, medicina y teología) se denominaban
Studia Generale. En algún momento del siglo XII un grupo de estudiantes
de derecho se unió para formar la Universidad de Bolonia. Siguieron París,
Nápoles, Salamanca, Praga, Cracovia; hacia el año 1500 habían
llegado a 62. Pero además, las universidades tenían fueros especiales,
que hacían que los delitos universitarios no pudieran ser juzgados por
el poder político (lo que hoy llamaríamos autonomía), y
en 1231 el Papa, por su parte, publicó una bula conocida como la “Carta
Magna de las Universidades”, que aseguraba a éstas el derecho a
controlar exámenes y otorgar licencias a los profesores.
Fue en Bolonia donde se utilizó por primera vez el término universitas
(corporaciones) que designaba a los grupos que la formaban: los estudiantes
asociados negociaban con los profesores los costos de aranceles y las reglas
educativas. En verdad, era una especie de democracia participativa (como buena
parte de las instituciones medievales –por lo menos las de la Alta Edad
Media– plagada de asambleas, reuniones, sínodos y concilios; la
autoridad personal e institucional es una institución moderna). La autoridad
estaba en manos de la asamblea general (igual que hoy, digamos, en la Universidad
de Buenos Aires), con la salvedad de que participaban todos los grupos con intereses
universitarios, incluyendo corporaciones de artesanos, por ejemplo, y no sólo
los que tenían intereses académicos (que se conserva hoy en día
en el claustro de graduados). En Bolonia, los estudiantes rápidamente
tomaron el manejo de la universidad (expresando el avance burgués en
la ciudad), y los alumnos terminaron indicando a los profesores cómo
enseñar, cosa que lograron gracias al apoyo de sus padres, burgueses
que ejercían cada vez más el control de la ciudad.
CON HONORES
La Universidad de París siguió el modelo de Bolonia. Había
sido resultado de la fusión de un conjunto de escuelas situado en la
Ile de la Cité, cerca de la catedral de Nôtre Dame que se enfrentó
a las autoridades eclesiásticas del lugar, quienes eran los responsables
de brindar permisos para ejercer la docencia en el barrio latino (que se llamaba
latino porque allí se hablaba en latín, lenguaje común
de los estudiantes venidos de todas partes de Europa). El Studium Generale de
París finalmente ganó su independencia cuando los profesores y
estudiantes se retiraron a la orilla izquierda del Sena y después de
una larga lucha de los profesores y estudiantes contra las autoridades locales
y el obispo, la Universidad finalmente ganó el poder de regular la vida
estudiantil y de determinar el criterio para obtener un título. París
se transformó rápidamente en uno delos centros de estudios más
importantes del continente y allí enseñaron profesores como Pedro
Abelardo y Santo Tomás de Aquino. Fue en París donde se inventaron
los colegios, que eran alojamientos en los que grupos de estudiantes convivían
para protegerse y reducir los costos de comida y alojamiento. El colegio más
famoso es el de la Sorbona, fundado en 1257.
El democratismo universitario no fue un invento del mayo francés del
‘68, y la Universidad de París pasó por momentos de caos
bastante serios: entre las decisiones tomadas por los estudiantes, por ejemplo,
estaba la de que profesores y doctores no pudieran abandonar la universidad
bajo pena de muerte ni salir de la ciudad sin permiso. Debían jurar obediencia
ciega. Los rectores se sucedían a razón de uno por mes, las denuncias
por abusos eran constantes y se tuvo que votar, finalmente, que el rector debía
tener al menos 20 años de edad para ocupar el cargo. Este modelo no dejaba
sin poder alguno a los profesores. Después de una serie de medidas aún
más radicales, el sistema universitario parisino se derrumbó.
En 1530 finalmente fue barrido y se fundó una nueva Universidad en París.
Sin embargo, a lo largo de la historia el grado de independencia de las universidades
respecto del poder político siguió siendo importante en algunos
lugares. Por ejemplo, durante la etapa zarista de Rusia, la policía no
podía entrar a las universidades, tradición que se mantuvo en
muchos sitios a lo largo de la historia. Como, por ejemplo, las universidades
argentinas del siglo XX.
Muchas veces, cuando nos creemos muy modernos y de avanzada, sólo estamos
pidiendo el restablecimiento de instituciones antiquísimas.
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