Viernes, 3 de junio de 2016 | Hoy
INTERNACIONALES
En México el 24 de abril, como hoy en 80 puntos de nuestro país, la pregunta es cómo traducir la denuncia por los femicidios, la demanda por políticas públicas y el insumiso deseo de vivir otras vidas por fuera del patriarcado en formas de manifestación que no sólo llamen la atención sino que atraigan cada vez
a más personas a sumarse.
El desafío: dejar al descubierto las violencias machistas con creatividad. ¿Cómo traducir la frialdad de los números? ¿De qué manera cifrar la particularidad de cada uno de los femicidios y evitar que se conviertan en casos? ¿Cómo narrar el abuso sexual en 140 caracteres? Con pancartas, banderas, canciones y hashtags en las redes sociales las mexicanas consiguieron visibilizar las múltiples formas que adopta el patriarcado en la vida cotidiana. Enmascaradas, en tetas, con banderas, con cartulinas urgentes, a cara descubierta, vestidas con trajes típicos, con frases en los cuerpos, con sus hijxs, con sus parejxs: las mujeres que marcharon el último 24 de abril en la Ciudad de México y en una treintena de estados aztecas se reunieron para enunciar lo obvio de todas las maneras posibles. Que nos queremos vivas. Por primera vez, una autoconvocatoria de mujeres fue tan grande en la historia de México. No fue un reclamo, ni un pedido, ni una exigencia: fue axiomático. La nena que dibujó Liniers para convocar al pasado 3 de junio se coló entre las pancartas, las banderas violetas que se agitaron en el cielo tenían el logotipo de la chica de vestido que ocupa la A en la frase Ni Una Menos. Aquello que germinó en la Biblioteca Nacional porteña en una maratón de lecturas contra los femicidios no tiene contornos porque ya se inscribe dentro de las luchas latinoamericanas contra el machismo. Estas convocatorias masivas vienen a robustecer una trama de feminismo popular que atraviesa el continente hilada desde hace décadas y, ahora, visible.
Violeta. La tonalidad de la caravana la puso el feminismo. Pañuelos, vestidos, sombreros, banderas, mujeres y nenas íntegramente vestidas de ese color. En la previa a la manifestación, ya se rumiaba una “primavera violeta”. El mismo color del que se tiñeron los edificios públicos porteños hace un año en Argentina. Es que son los feminismos los que dan marco teórico a estas iniciativas ciudadanas.
“No, no, no, no me da la gana, de ser asesinada porque dice que ama”, cantó la caravana. En la marcha no hubo lugar para el silencio. El ritmo lo marcaron los bombos, los instrumentos tradicionales y las voces que sonaban con la potencia de aquello en lo que se cree con todas las fuerzas. Se avanzó con el paso firme y cantando siempre. Detrás del cántico, la cifra: cada día, seis mexicanas son asesinadas por el solo hecho de ser mujeres. Algunos carteles denunciaban sin vueltas: “Nos están matando”.
Cruces. En México los familiares de las víctimas de femicidios cargan cruces y no es una metáfora. Para visibilizar a las mujeres asesinadas las madres, hermanas, padres, hermanos cargan cruces cada vez que marchan. Así lo hicieron el #24ª. Resignificaron el símbolo clerical y bautizaron esas caminatas como el viacrucis de la rabia. Las primeras cruces las habían puesto en Lomas del Poleo, en Ciudad Juárez, en un lugar donde fueron encontrados ocho cuerpos en 1996.
“Vivas se las llevaron, vivas las queremos”, decían muchas de las pancartas tan improvisadas como urgentes que levantaron las marchantes. También fue cantito cortito y al pie. En tierras aztecas las desaparecidas son 7.060 desde 2011. El listado incluye a tres periodistas.
#MiPrimerAcoso. Replicando la experiencia brasilera las mexicanas pusieron en práctica un tuitazo a través de ese hashtag. La idea fue de las periodistas que dirigen (e)stereotipas, un proyecto digital feminista. En el país carioca, el año pasado #PrimeiroAsseido había explotado en Twitter a raíz de comentarios sexistas sobre una participante de 12 años del programa Master Chef Junior. Con #MiPrimerAcoso, más de 100 mil mujeres compartieron historias de abusos en sus casas, en el metro, en la calle, en el colectivo en la antesala de Vivas Nos Queremos. La web Distintas Latitudes tomó una muestra de esos tuits para analizarlos. Se encontraron con que en esos micro relatos el 62 por ciento de los agresores fueron hombres desconocidos. Casi la mitad de los ataques ocurrió en la calle. Y el dato que más sorprendió fue la edad temprana en la que las nenas comienzan a ser víctimas: el 42.3 por ciento, ocurrió entre los 6 y los 11 años.
“El espacio es público. Mi cuerpo no. No más acoso callejero”, enunciaba otro cartel. “No soy tu mamasita”, decía la cartulina que levantó una chica vestida de púrpura. Solo en el Sistema de Transporte Colectivo (STC) Metro se registran alrededor de 300 denuncias al año. La respuesta institucional a estos ataques en México se abordan desde una óptica sexista: dese 2008 funciona el programa Viajemos Seguras que propone a las mujeres viajar en vagones exclusivos en horas pico.
Antes del Vivas Nos Queremos, el gobierno de Ciudad de México dispuso 1.200 agentes de policía vestidos con chalecos de color rosa en las estaciones de subte. Después de la marcha trazó una respuesta grotesca: el jefe de gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera, anunció la entrega de mil silbatos de color rosas para que las mujeres emitan una señal de alerta frente a la posibilidad de un abuso sexual. #ElPitoDeMancera fue tendencia en las redes sociales donde muchos se burlaron de la medida.
Vivas, libres y soberanas. “Porque no, que te dije que no, pendejo, no. Mi cuerpo es mío yo decido tengo autonomía yo soy mía. No es no”, fue otro de los hits mexicanos que las argentinas exportaron para el primer aniversario de Ni Una Menos. Mujeres decididas a vivir sus propias vidas como ellas eligen, lejos de los guiones preestablecidos. “¡Con falda o pantalón, respétame, cabrón!”, corearon en algunos tramos de la caminata. “Las violaciones ya existían antes que las minifaldas”, escribió en un cartel una mujer que fue con sus amigas a la movilización.
“Ni una muerta más” había escrito la poeta Susana Chávez allá en 1995 cuando los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez eran rutina. Chávez no pudo ver su frase convertida en llamado y consigna en Argentina porque fue asesinada en 2011. A la escritora y activista por los derechos humanos la encontraron cubierta por una bolsa negra como muchos de los crímenes de género que ella misma se encargaba de denunciar. Como una forma de retroalimentarse, las argentinas importamos a Ni Una Menos, el Vivas Nos Queremos mexicano.
Vivas nos queremos se impone como forma de pedir Justicia, como acto de resistencia pero también como pacto y filosofía. Un acuerdo tácito por el que sobran motivos para celebrarnos: estamos juntas, no estamos solas y somos infinitas.
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