Viernes, 3 de junio de 2016 | Hoy
MONDO FISHION
Por Victoria Lescano
Subiendo la escalinata de un edificio antiguo de Almagro cuya planta está compartimentada en estudios para diseñadores y artistas, uno de los salones está consagrado a exhibir los diseños en crochet que ilustran la aproximación al diseño y a las artes aplicadas de las diseñadoras Laurencia Piegari y Belén Parra, creadoras de la firma Bamba.
Graduadas en indumentaria por la UBA y con el bagaje de, en sus inicios, haber asistido a las diseñadoras Gaby Candiotti y Araceli Pourcel y complementado su compulsión por crear con las manos ya en los talleres de crochet y otras labores dictados por Soledad Erdocia y los de joyería de Rita Hampton, cuentan que el proyecto propio apodado Bamba, comenzó a tomar forma en 2012, como correlato de los servicios de diseño que comenzaron a brindar para firmas de la industria (de ropa deportiva a diseño de producto).
“En la búsqueda de un lenguaje contemporáneo que tenía que ver con lo hecho a mano, el rescate de los oficios, el primer desarrollo fue la mochila tejida que devino en fetiche de la firma (en 2016 se exhibió en el apartado Trends de la última edición de la feria Puro Diseño). Coincidimos en la premisa de aplicar las herramientas del diseño para resignificar el crochet. Nos gusta la calidez del oficio textil, pensamos en trasladarlo a una línea de productos que se diferenciara de lo que amorosamente puede tejer una abuela. Consideramos que cada pieza tuviera una estructura, que fuera utilitaria y que se pudiera lavar en un lavarropas” señalan a dúo. Agregan que la elección de esa pieza respondió a que percibieron un revival de la mochila, luego de que su uso había estado relegado durante varios años. Realizada en puntos denominados “escama” y “burbujas”, con las pacientes manos de Laurencia -quien siempre realiza los primeros diseños y que luego replicarán un grupo de tejedoras-colaboradoras habituales, la mochila Bamba requiere por regla general de ocho horas de tejido manual. Pero sus artífices enfatizan que siempre les interesó considerar que es imposible que una pieza sea igual a la otra, porque cada una registra las huellas y el trazo manual de la tejedora que la ejecutó. Dan fe de su método en un corto documental realizado por Carolina Colmenero de Kuche, que muestra a las diseñadoras y a sus colaboradoras y tejedoras en sesiones de crochet matizadas con otras de diseño conceptual. Si bien sumaron un rango de sobres, carteras de mano tejidos en punto o en rafia y con cuidados detalles de diseño en sus interiores, consideran un nuevo desarrollo utilitario para acarrear, y lanzaron una edición limitada de prendas que admite su particular versión de un vestido viso vestido con puntos al que apodan “Volados”, un top tejido a imagen y semejanza de las flores de uso habitual en carpetas y manteles configurando un súeter cuasi buzo, así como también un crop-top- prenda de tendencia y de cintura alta que ellas reelaboran con sus agujas. Agregan sobre su primeros atuendos tejidos: “si bien desde la percha llama la atención el punto, en el cuerpo cobra sensualidad. Pensamos en tipologías, regidas por nuestra forma de vestirnos. Y el gusto por la ropa vintage. “A partir de las técnicas pudimos armar nuestras texturas, hicimos una extensa investigación de puntos en revistas de labores locales pero también en revistas japonesas. Trabajamos con materiales nacionales, solemos perseguir cartas de colores crudos, azules, azulinos, negros, rosados y coral por todo el circuito textil de la avenida Scalabrini Ortiz”. Y sobre las bondades de sus piezas hechas a mano, concluyen: “Representan un modo de consumo responsable, permiten elegir buena calidad y también entender cómo fueron hechas. Nosotras conocemos a todos los proveedores y los talleres”.
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