Viernes, 3 de septiembre de 2004 | Hoy
RESCATES
Con el peronismo, el 1º de Mayo como un día de lucha trocó en festejo. La liturgia llegaba al clímax con la elección de la Reina del Trabajo, convirtiendo a las antes tristes obreritas en objetos de deseo. Una investigación del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género de la Facultad de Filosofía y Letras rescata las voces y las imágenes de estas mujeres
Agrega que si hubiera tenido
oportunidad de decidir el curso de su vida habría sido abogado (...)
‘Pero como no he podido encauzar mis aspiraciones hacia ese sueño,
aprendo a bordar, a coser y cocinar. Me preparo para ser una dueña de
casa eficaz.’” Eso decía La Razón en 1951 para trazar
el perfil de una de las reinas del trabajo, las jovencitas que habían
viajado hasta Buenos Aires para participar de la elección de la Reina
Nacional del Trabajo y obtener el premio máximo: ser coronada de manos
de Perón y Eva, sentarse al trono que daba la espalda a la Casa Rosada
y gozar de una panorámica de sus dominios. La Plaza de Mayo, la Avenida
de Mayo y hasta donde los ojos alcanzaban a ver estarían completamente
sembradas de súbditos y súbditas que aplaudirían a su paso,
cuando la soberana desfilara, escoltada por sus princesas, en la carroza principal
de la fiesta del trabajo. El de Aída, la reina que quería ser
“abogado”, es apenas uno de los fragmentos de voces, cuerpos y estéticas
que, cuando hay quienes empiezan a recuperarlos, delatan silencios y olvidos.
Es precisamente eso lo que hace Belleza femenina, estética e ideología.
Las reinas del trabajo durante el peronismo, la investigación que Mirta
Zaida Lobato, María Damilakou y Lizel Tornay llevan adelante en el Instituto
Interdisciplinario de Estudios de Género de la Facultad de Filosofía
y Letras, cuando combina historia oral y documentos fotográficos para
rescatar momentos y procesos poco recordados de la historia argentina.
Lobato prefiere definir las investigaciones del instituto como “un proyecto
de recuperación de la memoria”, una iniciativa a largo plazo que
está dando forma a un centro de documentación de imágenes
y relatos orales sobre género e historia argentina y a una serie de rescates
e investigaciones como su niña mimada: la de las reinas del trabajo bajo
las presidencias peronistas.
–Habíamos empezado por las fotografías de las reinas del
trabajo, y después ampliamos un poco el proyecto y pensamos un tema más
global: belleza, género y poder. Porque se trataba de competencias donde
elegían a la más linda, no a la que trabajaba más. De lo
que se trataba era de una imagen de mujer, un ideal de belleza, pero no son
competencias de belleza en un sentido más tradicional, como el que esperaríamos
ahora, porque en realidad estaban eligiendo a alguien que presidiera el trabajo.
Nosotros hacemos entrevistas a las princesas, a las reinas que vamos encontrando,
y es muy interesante que todas dicen “esto no era un concurso de belleza”,
ellas lo sacan de la idea de competencia por la belleza. En cambio, rescatan
que era un homenaje a las trabajadoras.
Entre 1948 –año en que se empezó a organizar oficialmente,
esto es, desde el Estado– y 1955, el 1º de Mayo adoptaba los ropajes
del gozo y dejaba atrás el luto y el dolor que solía conmemorar
el Día del Trabajo para celebrar una fiesta. La Plaza de Mayo se vestía
de gala, Hugo del Carril entonaba algunas estrofas, y el mismo gobierno se ponía
al frente de una fecha que, hasta entonces, había sabido tener más
de combate que de celebración. En ese contexto, “las reinas nacionales
del trabajo eran elegidas de entre reinas regionales (o por rama de actividad)
en el ritual del 1º de Mayo, frente a la Casa de Gobierno, las coronaban
en Plaza de Mayo, y después las carrozas en las que iban desfilaban por
la ciudad”. (Curiosamente, en 1974 y 1975 se reeditó la experiencia,
aunque sin recuperar ese espíritu.)
–¿Quiénes integraban el jurado que las elegía?
–El jurado, con excepción de Evita, era masculino: Perón,
representantes de la CGT y el primer año estuvo también monseñor
Copello. Eso habla de las miradas y de lo que puede significar este reinado
para los diferentes públicos y para las reinas mismas, para la CGT, y
el uso político que esto podía tener, porque en la elección
se cruzaban distintos sentidos. El peronismo establece ciertas rupturas: en
primer lugar, la ruptura con el rito obrero, asociado a las tradiciones anarquistas,
socialistas, comunistas, es muy fuerte. Y la elección de las reinas entra
dentro de ese cambio en el rito obrero. Hay un documento oficial, por ejemplo,
que se llama "El ayer y el hoy del 1º de Mayo", que identifica
al ayer como el luto, el duelo, la insensibilidad de las autoridades, y al hoy
como la fiesta, la alegría, que termina coronada por la reina.
–¿Por qué consideran la elección de las reinas como
parte del cambio?
–Primero, porque las mujeres terminan entronizándose como reinas.
No quiero decir que se conviertan en “reinas efectivas” durante el
peronismo, sino que cambian algunos sentidos alrededor de la mujer. Hay un cambio
en la representación de la mujer trabajadora, como tal, como trabajadora.
Si estas mujeres son las elegidas reinas del trabajo, lo que está primando
en ellas es la belleza, y ésta es una ruptura con el pasado: las mujeres
obreras no podían ser objeto de deseo, porque el trabajo las arruinaba
físicamente. Estoy hablando en términos de representación,
donde lo que predominaba hasta entonces eran las trabajadoras como pobres mujeres,
todas encorvadas, la figura de la viejecita fatigada, vestida de negro, con
el cuerpo maltratado, y que, encima, si era linda, podía ser acosada
por el capataz, por lo que quedaba al borde de la prostitución.
–¿El modelo de, por ejemplo, Las aguas bajan turbias, la mujercita
explotada que es salvada por Hugo del Carril?
–Claro, la idea de la pobre obrerita: a esas mujeres, en la representación,
el trabajo las convierte en algo que nunca puede ser objeto de deseo. Las Reinas
del Trabajo, en cambio, son lindas, y ahí está la ruptura. Entonces
tenés esas imágenes que destacan, como dicen los periódicos
del momento, que son “bellezas criollas”, en las que se ven como bellos
sus ojos, sus miradas, las cabelleras. Claro que, dentro de esta ruptura, también
hay cierta selección. No hay entre las reinas un tipo femenino aindiado,
por ejemplo, no está, no tiene representación. En el ritual del
1º de Mayo, después de ser elegida, la reina participa de otra especie
de puesta en escena particular: hay un trono, los pajes conducen a la soberana
hasta ese trono, mientras el jurado la aplaude. Hay algo interesante: es la
imagen de una mujer que se convierte en reina de los trabajadores, porque realmente
los trabajadores son los hombres. Y hay otro detalle: sólo una vez desfilan
los hombres, y en una carroza, pero ellos iban vestidos de overol, con sus herramientas
de trabajo, no como reyes. Eso fue sólo una vez, en 1951.
“El año 1951 estuvo marcado por el lenguaje de la eficiencia en
la producción y el trabajo. Mujeres y varones buscaban batir las marcas
de producción haciendo realidad las imágenes asociadas con la
producción, la eficiencia, la organización y la modernización
promovidas desde la década del 20 y, particularmente, cumplir con las
metas de producción y la disciplina laboral que promovía el gobierno
nacional”, relata Belleza femenina, estética e ideología.
En ese contexto, las reinas devinieron embajadoras del espíritu oficial
y se animaron a oficiar, como porristas avant la lettre, de estímulo:
fábrica que batía metas, fábrica que las tenía de
visitas célebres; obra oficial que señalaba hitos, obra que contaba
con sus ilustres sonrisas (como sucedió cuando el aeropuerto de Ezeiza
era una flamante y moderna puerta de entrada al país). Y en ese jugar
a las visitas se desplazaban imágenes, retratos y representaciones modelo
capaces de iluminar caminos para las trabajadoras menos agraciadas. “La
cultura visual del peronismo es ambivalente: por un lado fija papeles tradicionales
de manera rígida y, por otro, los democratiza al producirlos en gran
escala y al hacerlos visibles para la multitud (...) La imagen más clara
de este lenguaje ambiguo está representada por dos fotografías.
En 1949, la reina nacional tenía su trono sobre dos elementos claros
de la iconografía del peronismo y de la Confederación General
de los Trabajadores (CGT): el puño cerrado, símbolo del esfuerzo,
de la decisión y del trabajo, y el engranaje, representación del
trabajo industrial (...) El desfile del año 1951 fue también ‘magnífico’
y la reina desfiló en una carroza ornamentada con un gigantesco engranaje.”
–Yo rescato esta situación ambigua, que es también de lucha
por los sentidos. Estas mujeres eran reconocidas, pero este reconocimiento no
implicaba otras cosas. Por ejemplo, no implicaba una mayor equidad en el ámbito
laboral. Pero, ¿quién puede negar que durante el peronismo se
sancionó la ley del voto femenino? Todo esto entra en un contexto de
mucha ambigüedad y complejidad. Nosotros podríamos haber dicho “la
estética es una estética fascista”, pero no podemos decirlo.
Es una estética que encontrás en la Unión Soviética,
en los Estados Unidos, en la Argentina y en Italia, y decir directamente que
es fascista es simplificar, restar densidad. Sería simplificar este espectáculo
que era la elección de la Reina Nacional del Trabajo.
Doce son las personas que participan de las investigaciones del instituto (que
cuenta con su propia revista, Mora, en la que se publicó la investigación
sobre las reinas), y que van alimentando el Archivo Palabras e Imágenes
de Mujeres (APIM) del que ya han salido piezas para exposiciones como Huellas
de Mujeres (una muestra fotográfica que estuvo por Buenos Aires el año
pasado y que en breve viajará a un Congreso en Sudáfrica), pero
también materiales como el que alimenta la investigación sobre
los premios a la virtud que la Sociedad de Beneficencia repartía a fines
del siglo XIX.
–Parecería que no estamos discutiendo cosas importantes para el
país, pero para nosotros sí es importante: se habla de relaciones
de género, se habla de relaciones entre varones y mujeres en un proyecto
político determinado. Entonces, estas mujeres eran entronizadas como
reinas, pero ¿cuánto cambia su situación como trabajadoras?
Por ejemplo, si analizás el contrato laboral en este momento que es de
esplendor de la mujer trabajadora, te das cuenta de que el convenio colectivo
de trabajo legitima la diferencia laboral y la diferencia salarial, porque si
vos hacías igual trabajo que el varón te pagaban menos. Entonces,
las relaciones entre varones y mujeres se van naturalizando de modo tal que
se pierde la perspectiva histórica, y se pierde, por ejemplo, la inequidad
en el trabajo.
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