MONDO FISHON
La culpa es de las chicas
No es una moda, no es siquiera una tendencia, mucho menos una forma fácil de etiquetar a ciertos personajes a quienes en otro tiempo se hubiera llamado lisa y llanamente narcisistas. Si el término metrosexual se ha impuesto en cuanta lengua viva habite en internet es porque las mujeres se han convertido en despiadadas criaturas autosuficientes que se niegan a colaborar en la realización de los varones –sea esta profesional, erótica o familiar–, porque, total, ya ni siquiera quieren de ellos el apellido ilustre. “Muchos hombres se ven obligados a cuidar de sí mismos”, se queja Mark Simpson, creador, hace ya diez años, del vocablo que define al varón que encuentra en el espejo su objeto de amor. “La metrosexualidad hace –continúa la queja– que el hombre sea menos dependiente de la mujer y más dependiente de las revistas de belleza.” ¿Es que acaso una cosa se suple con otra? ¿Quiere decir el señor Simpson que somos apenas algo más que un catálogo parlante? No hay que tomárselo tan a pecho, no se trata de una terapia de reemplazo aunque, bueno, según este escritor inglés, a algo tenían que dedicarse los muchachos a quienes les sobra (menos) tiempo y (mucho) dinero, después de haberse convertido en estatuas de sal esperando que ellas se dieran cuenta de lo irresistibles que son. Al fin y al cabo, insiste Simpson, si hubo necesidad de crear un término para definir al varón vanidoso y narcisista es porque estas cualidades (?) antes eran propias de las mujeres. Mujeres que siguen siendo igual de pérfidas, sólo que sus artimañas no se acaban con el matrimonio como hace medio siglo sino que se afilan como uñas para rasgar del bocado lo que quieren y tirar el resto antes de escuchar su aullido. Ellas también son metrosexuales, afirma Simpson, sólo que esto no es ninguna novedad.