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Viernes, 3 de septiembre de 2004

SEXUALIDADES

cada vez mejor

Hay vida sexual después de los 60, ya nadie lo duda. Y está directamente relacionada con la libertad para disfrutar que las personas hayan tenido en décadas anteriores; incluso, dicen, con algunas ventajas extra: celos más moderados, ningún miedo a embarazos no deseados y finales morosos como las relaciones mismas. Ventajas que traen los años, pero también la sabiduría.

 Por Sonia Santoro


La frecuencia disminuyó, pero ahora es mucho mejor porque no está el miedo de que te pueda venir un hijo, ahora es sexo por placer y estás más relajada”, confiesa Amalia, mujer de 65 años y unos ojos verdes refulgentes, en un descanso después de atender su negocio de ropa en el centro. Para ella, como para muchas otras mujeres, la sexualidad tiene nombre, lugares, olores, posiciones y momentos. Ya nadie puede negar que la vejez no tiene por qué anular la sexualidad. ¿Pero cómo se hace para mantenerla viva después de decenas de años de casados o después de la muerte de una pareja? ¿Cómo se recicla? ¿Cambian las preferencias?
Amalia se niega a que le digan abuela, ha impuesto hasta a sus nietos que la llamen por su nombre. No es una cuestión de vedettismo; su cuerpo, dice, no es el que ella imaginó toda su vida que sería el de una abuela.
Hablar de la sexualidad en la vejez presenta algunas complicaciones. Una de ellas, ¿cómo llamar a las personas de más de 65 o 70? ¿Viejos, gerontes, gente de la tercera edad? Segundo, con lo difícil que es imaginarnos a nuestros propios padres teniendo sexo, qué decir de pensar en nuestros abuelos y abuelas. Así, los viejos se han transformado en abuelos por defecto o en cuasi bebés, asexuados y manejados por los adultos.
Leopoldo Zalvarezza, psicoanalista y psiquiatra especialista en psicogerontología, tiene una respuesta para la primera cuestión: “Si la niñez produce niños o la juventud jóvenes, ¿por qué la vejez tiene que producir ancianos, gente de edad o cualquier otra cosa? La vejez produce viejos, término que suena despectivo porque la vejez está devaluada, pero no tiene por qué ser así”.
Y en cuanto a la segunda cuestión, cómo no hablar de los mitos históricos en torno de la sexualidad y también alrededor de los viejos: “Todos los que tenemos arriba de 50 años nos hemos criado con una serie enorme de mitos, de que la vida sexual se termina a los 45 o 60 años como máximo. Y hay muchos que, sometidos por esos mitos, cuelgan los botines”, dice Juan Carlos Kusnetzoff, director del Programa de Sexología Clínica de la Facultad de Medicina de la UBA, expositor en el Primer simposio argentino de envejecimiento y longevidad, organizado por la Sociedad Argentina para el Estudio del Envejecimiento y la Longevidad, el 13 y 14 de agosto en Buenos Aires.
¿Qué tiene de particular la sexualidad entre los viejos? Las preferencias son tan heterogéneas como a cualquier edad: cama adentro, cama afuera; luz apagada o encendida; hombres que contratan prostitutas; mujeres solas que hace 10 años no tienen relaciones sexuales, otras que cada tanto tienen sexo sin penetración.
Algunos especialistas aseguran que en las mujeres es más marcada la disminución del deseo y la actividad sexual. Para Kustnezoff, lo que pasa con las mujeres es que, con la menopausia y el cese de la posibilidad de procrear, los mitos son mucho más fuertes. “En realidad –dice Zalvarezza–, el tema viene dado por cuál ha sido la valorización social que la mujer ha sentido desde el punto de vista de la inserción sexual. Aquellas que han tenido una vida sexual activa, que no han funcionado ni reprimida ni represoramente y lo han visto como una fuente de satisfacción de sus deseos a través de compartir con otros este aspecto tan importante de la vida, van a seguir ejercitando su genitalidad con mayor frecuencia y con menos dificultad que los hombres.”
Amalia lleva 41 años de casada con el mismo hombre, su primer novio. Y asegura que se mantienen juntos porque son “el polo opuesto”. “Yo siempre fui una persona ardiente, fuerte, y él un hombre tranquilo que también me respondía en el sexo”, agrega. Más que los años, lo que apagó un poco su búsqueda sexual fue la muerte de una hija, hace cuatro años. Recién ahora está retomando ritmo, al que no le ha hecho mella la menopausia ni su cuerpo, que no le ha puesto límites a las posiciones. En cuanto a la rutina, sigue prefiriendo hacerlo en casa (“varias mudanzas ayudan”, acota), a la noche o a la mañana, “siempre relajada y buscando que sea un placer”.

“Es muy importante aclarar que tener vida sexual no significa tener erección y penetración vaginal. Eso es de una ideología machista que no contempla a la sexualidad como tal, porque es genitalista. Desestima el hecho de que dos personas se la pasen dos o tres horas abrazándose, calentándose, tocándose sin tener penetración ni estar desnudos. Eso es tan importante como tomar vitaminas o vasodilatadores”, opina Kusnetzoff. “En esta época más que en ninguna otra, (el hombre) debe entender que en la sexualidad participa todo su cuerpo erógeno, que su respuesta es diferente en calidad y cantidad, que podría aprender a disfrutar mucho del camino y no sólo del final del acto y que su compañera también ha variado su respuesta, pero que fundamentalmente ambos deben conocer qué les está pasando a los dos”, dice el sexólogo Adrián Sapetti en el artículo El sexo después de los 60. Digan lo que digan, en los hombres, el problema, con mayúsculas, es la disminución de la potencia de la erección. Algo que corrobora la alabanza unánime del mundillo de expertos en sexualidad al sildenafil (Viagra), considerado por algunos como la segunda revolución sexual después de la píldora (ver recuadro).

Ser sexualmente activos pasados los 60 se complica cuando no se tiene pareja. Según un informe de Naciones Unidas de 1999, más de la mitad de las personas de 60 a 69 años son mujeres y constituyen el 65 por ciento de las personas de 80 y más. Así que el sexo femenino tiene las de perder en este punto, sobre todo porque muchas mujeres prefieren desistir de la posibilidad de empezar de nuevo por distintas razones. “El vigor de los varones jóvenes se transforma en lascivia en los mayores; la pasión femenina adopta tonalidad de locura sexual (la vieja loca)”, plantea Sapetti. Y esto suele sumarse a la pesada presencia de viudez. “Hay que ver cuánto se utiliza esto para evitar situaciones de cambio. Las personas que se pasan varios años con la pareja enferma y no tienen relaciones, cuando después quieren volver, la cosa se complica. En el ser humano, los órganos que no se utilizan se atrofian. Cuanto más y mejor se usen, más duran”, dice Zalvarezza. A Kusnetzoff le gusta comparar la sexualidad con las baterías de auto: se cargan cuando se usan y se descargan si llevan mucho tiempo sin funcionar.
Beba Lorena, ex modelo de la época de Ante Garmaz, es viuda de un hombre al que esperó por 29 años y fue su esposo durante 3 años y medio. Hace 8 que enviudó y está en pareja nuevamente desde hace 2. A su novio actual, un banquero holandés, se lo presentó un matrimonio amigo. Fue amor a primera vista, dice. Pero mejor que a los 20, “porque ya no es pura burbuja; se comienza por la amistad y eso es importante”. Ella, que era capaz de agarrarse de los pelos por los celos, ahora se siente aliviada de no cargar más con ellos. Viven en casas separadas. El en Holanda y ella en Recoleta. Y se ven cada dos o tres meses durante una semana.
Justo el día previo a esta entrevista, el hombre llegó a Buenos Aires y Beba se está tomando un día de spa para ponerse “mona” y verlo a la noche. ¿Qué hacen cuando salen? “Ir a comer, charlar y después Dios dirá. Con lo sexual nunca sabés, viene o no viene. No te olvides de que el amor es una cajita de sorpresas”, dice. Y lo sexual para ella, como para Amalia, siempre está ligado al amor. “Yo no me podría acostar con ningún hombre del que no esté enamorada. También es fundamental la afinidad de piel. Tener sexo porque sí, no”, dice. “Pero tampoco estoy de acuerdo con la gente que dice que después de cierta edad no pasa nada. Las mujeres grandes siempre estamos llorando por el amor. El sexo es importante, pero no es todo. El compañerismo, el respeto, charlar, saber compartir cosas, son mucho más importantes. El sexo viene después”, dice.
Beba nunca sintió que el sexo fuera una obligación, aunque no es la regla. Todavía, como dice Zalvarezza, “hay muchas mujeres que piensan eso de que si el marido se enferma o se muere, ‘por suerte ya no más’. Es un alivio porque lo han vivido culposamente y como objeto sexual; no como sujeto participante sino como una obligación que había que cumplir para el marido”.
En fin, si, como dicen los especialistas, la historia personal es determinante del destino sexual de cada persona, seguramente las mujeres estaremos cada vez mejor.

Entre el vestuario y el sauna

Regularmente, el laboratorio Sidus organiza charlas sobre sexualidad en el Spa Colmegna. Allí, el sexólogo Adrián Sapetti suele responder las inquietudes de los varones que prefieren perderse un masaje o un baño turco para hablar de eso. En un ambiente más de vestuario que de consultorio, alguien dice: “Yo no tengo ganas porque lo hago siempre con la misma mujer”, generando risas cómplices. Avanzada la charla, el tema de más consultas es el de los problemas de erección. Un hombre pregunta: “¿Qué pasa con la administración del Viagra en personas con problemas cardiovasculares o con by-pass?”. “Yo te puedo asegurar que funciona a la perfección”, acota un tercero, cercano a los 80. Sin embargo, separados de la masa, los hombres tienen otras cosas que decir. Eduardo González, periodista de 61 años y 40 de casado, se lleva una muestra de sildenafil, “pero en mi cabeza todavía no me entra que la tengo que tomar”, confiesa. Para vivir la sexualidad a su edad, cree, la sabiduría pasa por aceptar los cambios que cada década imprime al cuerpo. “Parece que uno se quiere mirar al espejo y encontrar al tipo de 30 años atrás, pero la realidad te marca otra cosa. Los esfuerzos físicos y mentales no son los mismos, la memoria no es la misma, todo va disminuyendo. Yo a los 40 tuve que dejar de hacer un montón de cosas, entre ellas, de jugar al fútbol, y así”, dice. En cuanto a su sexualidad, “el problema es que la mujer después de los 50 pierde el apetito sexual, yo lo noto en mi matrimonio. Entonces, me tengo que ir acostumbrando a que mi mujer no tiene respuesta más que una o dos veces por semana. Y yo siento que es poco. No me preguntes cómo me arreglo”.

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