RESISTENCIAS
Entre lo público y lo privado
Hay ciertos traumas cuya elaboración no se puede realizar de manera aislada del contexto psicosocial, ésa es la idea que sostienen en sus investigaciones sobre los efectos de la dictadura en los familiares de desaparecidos Diana Kordon y Lucila Edelman, quienes este año ganaron la Beca Guggenheim.
Por Sandra Chaher
Diana Kordon y Lucila Edelman son dos médicas psiquiatras y psicoterapeutas que desde hace más de veinte años investigan los efectos que la dictadura militar tuvo y tiene sobre los familiares de los desaparecidos –o afectados directos, como ellas dicen–. Kordon fundó el equipo de asistencia psicológica de las Madres de Plaza de Mayo, en el que trabajaron junto a Darío Lagos, Daniel Kersner y otros colegas. En 1990, los cuatro formaron el Equipo Argentino de Trabajo e Investigación Psicosocial (Eatip), donde trabajan en salud mental y derechos humanos brindando asistencia terapéutica a afectados por la dictadura, pero también por la represión social y política, posterior y actual. En este marco, ambas ganaron la Beca Guggenheim con el proyecto Impacto multigeneracional de la represión de la dictadura, acerca del impacto de la dictadura sobre los hijos de desaparecidos.
“Nuestra idea es que hay ciertas situaciones, como el terrorismo de Estado, en las que para su elaboración interviene un componente psicosocial muy importante –señala Edelman–. Es decir que la elaboración personal no es tan personal. No puede hacerse sin tener en cuenta la forma en que esta temática incide en la sociedad en su conjunto. Y desde que trabajábamos con las Madres, empezamos a observar la incidencia que tenía el discurso del poder en la elaboración específica de situaciones como el duelo, pero también el papel que tenía el otro discurso, el que se iba construyendo a partir de la lucha contra la dictadura.”
Diana Kordon: –Durante la dictadura, además de la aplicación del terrorismo de Estado, había un discurso que tendía a garantizar los mecanismos de control social, el consenso social favorable. La frase “¿En qué andará su hijo?” tenía que ver con inducciones psicosociales concretas que producía la dictadura. La principal era la inducción al silencio. Y simultáneamente había una inducción muy generalizada a la culpabilización de las víctimas. Por otra parte, cuando la gente empezó a reaccionar –estamos hablando más o menos desde el final de la dictadura hasta el Juicio a las Juntas–, se produjeron discursos contrahegemónicos.
–Hoy nadie niega la figura del desaparecido.
Lucila Edelman: –Muy pocos. Ha quedado instalado socialmente y tiene que ver con las prácticas sociales de resistencia y las nuevas ideas. Pero lo que hemos visto también es que las personas tienden a identificarse con uno u otro discurso en forma oscilante, como un conflicto interno.
–¿En qué momento desaparece esta oscilación y se instala el consenso sobre el accionar del terrorismo de Estado?
D.K.: –Yo creo que no se puede hablar de un único corte. El primer momento clave fue sobre el final de la dictadura, cuando hubo una eclosión gigantesca, las marchas multitudinarias exigiendo justicia. Creo que ahí ya quedó instalado esto que vos decías: en la Argentina hubo desaparecidos y desaparecedores, que tienen que dar cuenta de los crímenes que cometieron. Después hubo un momento muy brutal como golpe que fueron los indultos de Menem, donde hubo una vivencia de derrota de las expectativas de justicia, y eso tuvo consecuencias durante todo un período.
L.E.: –Los 20 años de la dictadura, 1996 fue un momento de inflexión.
–¿Es a partir de ese aniversario que los familiares sienten por primera vez un acompañamiento masivo de la sociedad civil?
D.K.: –A los 20 años se produjo un salto gigantesco en la calidad. Como si hubiera hecho falta una generación para que el discurso contrahegemónico fuera legitimado de otra manera. Como si lo que había sido tan golpeado por los indultos, y lo que estaba subsumido como algo que pasaría al olvido, irrumpiera violentamente. Hay experiencias históricas de fenómenos que tratan de ser tapados y reaparecen fuertemente una generación después. Porque simultáneamente surgieron las agrupaciones de hijos de desaparecidos, que retomaron demandas históricas de justicia, contra la impunidad, y por el castigo de los genocidas, pero a la vez tuvieron un efecto muy importante en cuanto a la tramitación de la identidad personal. Ellos actuaron como un grupo de referencia de lo que sería la elaboración pública y social de un aspecto del duelo y la identidad.
–¿Qué simbolizarían los hijos en términos del proceso de la sociedad civil sobre lo que fue la dictadura?
L.E.: –Yo creo que exactamente lo que quiere decir la sigla H.I.J.O.S.: Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio. Primero: que la cosa no terminó en el Punto Final y la Obediencia Debida; y que hay una generación, ellos, que retoma la lucha por la justicia y contra la impunidad.
D.K.: –Nuestra idea en la investigación es plantear la simultaneidad entre afectación y reparación. Un hecho como el de la dictadura produce una afectación psicosocial gigantesca en el cuerpo social y en los afectados directos. Pero a la vez, el movimiento social que iniciaron esos afectados directos tuvo una influencia decisiva en lo que ocurrió a posteriori. Para nosotros sería impensable el caso María Soledad, o todos los casos de gatillo fácil, sino hubiera existido esa impronta de las madres que salieron a buscar a sus hijos y exigir justicia.
–Habría dos modelos inaugurados por la dictadura: el de delito y el de denuncia por ese delito.
D.K.: –Claro. La dictadura instauró modelos de crímenes que después asumieron otros modos. Y simultáneamente aparecen modelos para los reclamos sociales: los padres de Sebastián Bordón o de María Soledad. Nuestra concepción sobre el aparato psíquico y la subjetividad es que es un proceso que está en construcción abierta. Consideramos que lo social no es algo que te influye desde afuera sino que cuando se forma el psiquismo, y a lo largo del desarrollo del mismo, lo social funciona como un factor interno. Quiero decir, cuando una mamá acuna a un bebé, la forma en que lo hace ya implica la incorporación de modelos sociales internalizados. Lo que querríamos en este proyecto es avanzar en la conceptualización de cuáles son los modos en que se van produciendo las transmisiones a través de las generaciones de aquello que tiene que ver con lo social, y de qué manera eso actúa como un factor interno en el psiquismo. Creemos que esto es lo que sucede siempre, sólo que las situaciones traumáticas te lo muestran con lente de aumento.