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Viernes, 10 de junio de 2005

MúSICA

Tangueando de aquí al Japón

En una fructífera cincuentena, Lina Avellaneda transita un 2005 de actuaciones locales y giras internacionales, a la vez que sigue enseñado a cantar. En la última Feria del Libro se conoció su libro de poemas Marrón y Plata. Cantata al Río de la Plata y en estos días está lanzando un precioso disco acompañada de grandes músicos, La Docena.

 Por Moira Soto

Su vida artística es en estos momentos una suerte de encrucijada de la que irradian muchos caminos, pero a Lina Avellaneda no se la ve conflictuada por tener que optar ante tan diversas alternativas. Su hoja de ruta viene un tanto complicada, es cierto, pero ella ya eligió y se la ve de lo más jubilosa, terminando su desayuno en un bar de Corrientes y Paraná el mismo día que completa su ciclo de actuaciones en el Salón Dorado del Colón, a punto de irse a Cuba a participar en el Cuarto Congreso de Cultura y Desarrollo. A poco de regresar, se presentará (el 17 de junio a las 21) en La Casona del Teatro, dentro de la serie de recitales Nuevos compositores para el Tanto, interpretando temas propios de su octavo disco, La Docena, en fase de lanzamiento. El 26 de julio, para no perder el ritmo, Lina Avellaneda presenta formalmente el libro de poemas Marrón y plata. Cantata al Río de la Plata, algunos de cuyos textos ya están musicalizados. Hacia fines de Julio, ella vuelve a hacer las valijas para irse de gira centroamericana (del 23 de junio al 16 de julio) y cantar, con orquesta sinfónica y todo, en El Salvador, Guatemala, Costa Rica y Nicaragua. Al mes siguiente parte hacia el Japón a mandarse varios recitales, del 13 al 30 de agosto. De vuelta, además de seguir escribiendo y componiendo como de costumbre, retomará sus actividades de docente en el Instituto Integral de la Voz que dirige en Don Bosco.

Lina se ríe con ganas de la activísima menopausia que está pasando, a la vez que manifiesta su complacencia por haber sido invitada al ciclo de La Casona, que se está haciendo “gracias a la iniciativa de Silvina Rocha, cuyo disco Mujeres salió hace poco. Ella reunió a un grupo de compositoras y compositores jóvenes, también intérpretes, y me preguntó si me sumaba. Me encantó que se tratara de gente como Claudia Levy, Clori Gatti y Pablo Zapata, el Tape Rubin, Marcela Bublik, Angelito Pulice y, por supuesto, Silvina. Una linda juntada, que seguirá en Julio, libre, con sus propuestas diferentes y sus riesgos, que tuvo su parte divertida para el grupo con los mails que nos mandamos entre todos, sin olvidar los chocolates con churros que degustamos los jueves en La Giralda”.

–¿Resultaron compatibles tango y Salón Dorado del Colón?

–El Salón Dorado es un espacio reinventado para hacer música porque originalmente no era una sala sino un pasillo. Muy lindo, como todo en ese teatro. Tuvimos que hacer una mínima amplificación porque se llenaba y quedaba gente de pie. Desde luego, es estar en el Colón, un ámbito con una gran historia musical, pero no te puedo decir que el Salón Dorado es el mejor sitio para ecualizar un sonido, mostrar un trabajo tan fino y delicado como lo es el que ha armado Pablo Mainetti (N. de R: el bandoneonista que deslumbró a Ute Lemper cuando la acompañó en sus recientes shows porteños): la verdad es que se pierde una parte.

–¿Te condicionó de algún modo cantar en ese lugar?

–Con la mano en el corazón, canté como siempre lo hago: en serio. Cuando canto en mi casa porque estoy armando canciones, ensayando con mis músicos, lo hago con la misma afinación, el mismo nivel de entrega, de respiración, de lo que haga falta. No me inspira este salón más respeto que el Club Social y Deportivo de Dominico. Dicho esto sin ignorar, como te decía antes, la historia del Colón, los fantasmas que lo habitan.Además, como tana que soy, en mi casa se ha escuchado mucha ópera. No se podía ir al Colón, salvo muy arriba porque era más barato. Así que cantar allí tiene también su cuota de “papi, acá estamos, no tengo que juntar plata para ir al gallinero...”. Donde, por otra parte, no se verá perfecto pero se escucha divinamente. Y por supuesto que me encantaría cantar en la propia sala del teatro, sin micrófonos.

–Hasta fines de agosto vas a viajar casi sin respiro con tus tangos, vos, que siempre dijiste que no era tu objetivo exportarte ni trabajar para el folklore tanguero.

–Sí, voy a andar como un equeco, de aquí para allá... Pero fiel a mi palabra: fijate que voy a cantar casi un noventa por ciento de obra mía, con la Orquesta Sinfónica de El Salvador, con la cual me voy también a Japón. Es muy raro esto que me está pasando. Todo surgió a través de mi representante que en su cartera de clientes tiene a esta orquesta que dirige Martín Jorge, a quien ella le sugirió que escuchara los temas y los arreglos que estaba trabajando con Mainetti. Según mi gusto, pequeñas obras de cámara muy pulidas, con muchas influencias muy procesadas. Para nuestra sorpresa y alegría, después de conocer este material, dijeron que sí, se reunieron en Buenos Aires con Pablo que les pasó los arreglos y ellos hicieron el resto. Todo culminó con la propuesta de actuación en El Salvador, que luego se extendió a otros países, donde cantaré tres temas clásicos del tango argentino, y nueve de La Docena. La orquesta de El Salvador me abrió las puertas del Japón que parece que va a ser demoledor, con dos funciones diarias, según me cuentan mis amigos que ya fueron. Será una experiencia total: otro planeta, otra cultura. Sinceramente, espero que la música trascienda lo literario. Imaginate que les voy a cantar doce historias contemporáneas de mi país, de 2005, no tangos que a lo mejor ya tienen registrados. Confío que habrá algún punto de encuentro, algo universal que les llegue. Además, claro, va a haber una traducción de las letras en los programas.

–No parecés mínimamente atosigada ante tantos compromisos...

–Quizá porque mi necesidad de expresarme es enorme. No es que no lo haya venido haciendo a través sobre todo de la última década, pero siento que no exploté a fondo mi potencial, mi tiempo. Me impidió hacerlo una situación personal que me enfermó. Pero desde el ‘97 estoy lo suficientemente fuerte, revitalizada, y me muero de ganas de recuperar el tiempo perdido. Siento que todavía me falta muchísimo por dar, por decir, por experimentar, por aprender.

–¿Cómo se te ocurrió vender una docena de temas en tu último disco, donde hasta se habla de facturas?

–Justamente, hay todo un tema entre nosotros con la docena, la media docena, una forma muy nuestra, argentina, porteña, de despachar la factura, los huevos, las rosas, incluso las bananas, que ahora te las pesan pero igual vos pedí media docena. El sistema decimal no corre en estos casos... Por eso quiero hacer un lanzamiento con las doce personas que participamos en este CD de doce historias que están abrochadas musicalmente con compases de a doce o de seis o de tres. Es un disco muy mío, por eso la exposición, la desnudez de la foto que no intenta para nada ser erótica.

–¿Por qué elegiste la posición fetal?

–Porque de alguna manera, estoy pariéndome. Ojo, tampoco es que me considere hecha, pero he tenido mis años de formación y creo que ahora estoy dando algo mío a luz. He tenido mesetas, algunos picos, mucho escrito y no editado, libros y partituras... Creo que empiezo otra etapa del crecimiento a partir de La Docena.

–¿Existe el proyecto de que tu libro Marrón y plata... se convierta en una pieza musical?

–Sería maravilloso. Ya hay algunas músicas hechas, como por ejemplo el candombe de la mujer: “Lava la ropa, la tafeta y el lienzo/ y en el silencio del agua entre las ollas/ peina las trenzas de sus cabellos/ al ritmo lento de las olas...”, de Binelli. La parte musical se puede completar, lo que no vislumbro todavía es una producción que pueda afrontar una cantata de este costo en 2005. No quiero nada sesentista o setentista. Ayer ya fue, esto hoy para mañana. Puede ser multimedia, es algo que habría que conversar con un puestista.

–¿Qué fue lo que te interesó del congreso en Cuba?

–Pienso que el tema de la educación y la cultura son temas de capital importancia en el mundo. Me interesa mucho la visión de gente de los Estados Unidos, Italia, Francia, España, México, el Brasil, que va a participar. Me propusieron un temario y acepté hablar de la voz, de lo que vengo dando clases toda mi vida, ese instrumento que manejamos todos, tan influido por el modo de vida actual. Porque sin hablar de patologías específicas, estamos con disfunciones mandibulares, dientes apretados, disfonías funcionales... Estamos con ataques de pánico, de fobias, de estrés. Mandé la ponencia y la aceptaron, tomándome como docente. Luego me invitaron a mandar material como cantante y me ofrecieron cantar en la gala del cierre. Más vale que sí, imaginate junto a artistas como Egberto Gismonti. Encantada de la vida.

–Parte de la problemática del manejo de la voz, ¿no mejoraría con un buen aprendizaje musical en la escuela?

–Pero por supuesto que ayudaría, es una pena el tiempo que se desperdicia en una actividad que debería ser placentera. Pero no, hay que ver cómo acomplejan a los chicos, los excluyen de los coros. Es unos de los grandes problemas de la educación argentina respecto de una materia tan fundamental en varios sentidos. Incluso los conservatorios a veces conservan lo peor, de allí salen los maestros que enseñan con una formación académica perimida, a veces sosteniendo mitos insostenibles.

–Si bien en La Docena incluís temas como Lucía, en el que le hablás a una adolescente, o Versero, donde una mina confiesa que se volvería a dejar engatusar por un piola aprovechador, ¿por qué titulás en masculino ese tango que suena tan personal Como turco en la neblina?

–Soy una mina naturalmente luchadora, de defender mi lugar y mis derechos. Bah, muy feminista. Y me parece que, en general, cuando yo escribo eso aflora sin que me lo proponga concretamente. Las cosas que quiero sacar afuera tienen que ver con darle forma literaria y musical a ideas, sentimientos, historias que me conciernen, me importan y que creo que no sólo me presentan a mí. Sin tener un optimismo a la violeta, me gusta vislumbrar, proponer algo positivo. Creo que a pesar de tantas cosas terribles, la humanidad no va para atrás, que alguna forma de evolución se produce, más allá de algunos retrocesos. También debo decir que a mí me toca mucho lo social, con un abuelo fundador de un sindicato, un padre que luchó junto a los metalúrgicos. Para mí, es un reflejo espontáneo que me indigne la desigualdad a la que todavía está sometida la mujer: la doble jornada, los salarios más bajos por el mismo trabajo, que siga existiendo la violencia contra la mujer, que una chica no pueda decidir no tener el hijo de un violador o de quien sea si no lo desea: es su cuerpo, su vida, su futuro. ¿Por qué no puse Como turca en la neblina? Te dije que estuve muchos años peleándole a una enfermedad psicológica ligada al miedo. Al perder a mi hermana –que fue secuestrada durante la dictadura– toda la familia sufrió un shock tremendo, una sorpresa terrible. Vinieron a mi casa, golpearon a mis padres, se llevaron a mi hermana, la torturaron durante tres días y la asesinaron. Sin saber por qué, yo me tuve que escapar con mi bebé de ocho meses, refugiarme en siete casas distintas... Entonces, por un lado tuve que sufrir y elaborar el duelo por mi hermana y, por otro, me quedó hasta el día de hoy, aunque cada vez más superado,esto que tiene que ver con aquel shock psicológico que me pegó tan fuerte. Hubo otras muertes muy dolorosas, la de mi padre que se abandonó, la de un hermano elegido... Una etapa durísima. Entonces, a veces, esos resabios del miedo se me camuflan, y uno de los ropajes a los que recurro inconscientemente para protegerme es asumir algún personaje, salirme de mi género, hacer la cosa más neutra. No ponerme tanto en evidencia personalmente, aunque la respuesta ya no vaya a ser una bala. En algún punto sigo frágil, por eso titulé así un disco anterior. Obviamente, sé que no estoy sola en esto, somos muchos los lastimados por esta catástrofe provocada que nos sucedió. Un horror del que pienso que aún no se tomó cabal conciencia de su magnitud a nivel de sociedad. ¿Cómo pueden empezar a cerrar ciertas heridas si quizá tenemos a uno de esos criminales tomando café en este bar, cerca de nosotras? Parece complicada toda esta explicación pero creo que responde a tu pregunta de por qué no me asumí como “turca en la neblina”. Pero me estoy animando de a poco porque es verdad que me siento feminista y me solidarizo totalmente con mi género en la vida.

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