Viernes, 2 de septiembre de 2005 | Hoy
SALUD
Cuando se habla de “problemas del corazón” en relación con las mujeres, la asociación inmediata está relacionada al amor; sin embargo, mientras que en los últimos diez años se redujo la aparición de la enfermedad cardiovascular en los varones, en las mujeres se incrementó. Sólo el 13 por ciento de ellas considera que el corazón pueda representar un problema.
Por Luciana Peker
Corazón. Revistas del corazón, problemas del corazón, temas del corazón, programas del corazón, novelitas del corazón, telenovelas (siempre son del corazón). Cuando la palabra corazón late amores o, mucho más, (des)amores que frenan cualquier latido de vida (que no sea por llorar o recuperar ese amor) siempre se usa como sinónimo de pasiones femeninas. Cuando la palabra corazón habla de medios, reviste a mujeres corriendo páginas por saber quién con quién o quién ya no más con ese quién que está con una nueva quién o de un zapping de besos, triángulos y lágrimas (a veces negras porque el dolor del corazón se lleva hasta el rimel) que siempre reencarnan en un nuevo amor. Ahhhhh, el corazón.
Pero si el corazón es, llanamente, un tema serio, tan drástico que deshace la metáfora de ser un problema de vida o muerte, se vuelve una cosa de hombres. Cuando la palabra corazón se viste con el diccionario clínico y se transforma en una afección cardiológica, las mujeres se sienten ajenas
–por prejuicios y desinformación– y, entonces, descuidan su propio corazón. Tanto, que sólo el 13 por ciento de las mujeres considera que las enfermedades cardiovasculares pueden representar un problema para ellas. Pero, mientras que en los últimos diez años se redujo la aparición de la enfermedad cardiovascular en los varones, en las mujeres se incrementó levemente. Además, como ejemplo, en Estados Unidos las mujeres representan el 53 por ciento de las muertes cardiovasculares anuales. Y el 50 por ciento de las muertes en las mujeres corresponde a enfermedades cardiovasculares, según datos de la Clínica de la Mujer de la Fundación Cardiovascular de Buenos Aires.
“En cuanto a lo que significa simbólicamente el corazón, la mujer siempre ha estado más cerca de lo sentimental y sensible por paradigmas culturales que dicen que la mujer es y debe ser sensible. Aunque, paradójicamente, la población y también los médicos creen que la enfermedad cardiovascular es patrimonio del género masculino. Lejos de esto, desde 1984 hasta la fecha, en Estados Unidos son más las mujeres que los hombres que enferman y mueren cada año por estas patologías. Y, en Argentina, las proyecciones a partir de las cifras del último censo indican que el año pasado murieron alrededor de 98.500 personas por causas cardiovasculares y, de los fallecidos, 50.000 fueron varones y 48.500 mujeres”, especifica Melina Huerin, jefa de Prevención y Rehabilitación Cardiovascular del Instituto Cardiovascular de Buenos Aires y directora de la Clínica de la Mujer.
Víctor Bernardi, cardiólogo intervencionista y director de Interventional Cardiology (Clínica del Sol) enfatiza: “Las mujeres piensan que las enfermedades cardíacas son enfermedades de hombres. Sin embargo, el número de mujeres que mueren por enfermedades cardiovasculares llega a casi el doble de las que fallecen por todas las formas de cáncer combinadas”.
Más allá del fantasmal ranking de peligrosidad entre las distintas enfermedades, lo significativo es que una enfermedad tan grave como las relacionadas con las fallas cardíacas es subestimada por las mujeres (que tradicionalmente descuidan más su propia salud que las de sus hijos, maridos o padres) y por los propios médicos clínicos (o no especializados), que toman como signos de alerta cardíaco los signos masculinos y desconocen los (otros) síntomas femeninos. Una extensión de un problema social en donde la diferencia se convierte brutalmente en desigualdad.
Y la desigualdad, como siempre, es peligrosa.
“En general, cuesta mucho interpretar el dolor de la mujer porque es, casi, una enfermedad diferente a la del varón –puntualiza Marcelo Halac, cardiólgo intervencionista del Servicio de Hemodinamia del Hospital Italiano–. Y, justamente, como se subestima el problema, también se subdiagnostica a la mujer. Esto es muy riesgoso porque cuando se presenta la enfermedad coronaria en una paciente se presenta en forma aún más grave que en los varones.”
Halac da un ejemplo concreto de una mujer –Verónica Rosa, una maestra de 35 años– que conmovió a la opinión pública cuando sus familiares y alumnos pidieron desesperados la donación de un corazón hasta que, finalmente, pudo ser trasplantada en la Fundación Favaloro, el 17 de abril de este año. “En el caso de la maestra, nadie interpretó tempranamente que ella tenía una enfermedad coronaria. El diagnóstico fue tardío y se llegó a un trasplante. No se puede asegurar, pero, tal vez, con un diagnóstico previo ella podría haber tenido chance de recurrir a otra alternativa.”
¿Cuáles son los síntomas femeninos? En principio, hay que tener en cuenta que son más vagos e indefinidos que los masculinos. Pero algunos puntos a tener en cuenta son las palpitaciones, falta de aire, dolor u opresión, cansancio, insomnio, inquietud o fatiga. Es cierto que estos mismos síntomas pueden darse en mujeres sobreexigidas como causa o consecuencia de muchísimas otras cosas. Pero, como dice Graciela Carcacía (ver recuadro), que llegó, casi casualmente, a tiempo a una angioplastia (que los médicos sólo veían como una mala posición ante la PC): “Preferible ir al divino botón a una consulta para descartar un problema cardíaco que no ir nunca por no saber o estar mal tratada”.
Las mujeres que forman parte del grupo de riesgo son las que fuman, tienen hipertensión, colesterol alto, diabetes, antecedentes familiares, muy especialmente si están en la etapa del climaterio. Pero Huerin también remarca: “La mujer no suele consultar por síntomas como dolor de pecho o falta de aire. Y, si los tiene, suele no asociarlos a síntomas cardiovasculares. Lo mismo hacen sus familiares e, incluso, los médicos. Esto genera un retraso en el diagnóstico y, probablemente por eso, cuando una mujer se enferma de una dolencia cardiovascular le va peor que al hombre que sufre la misma enfermedad”.
El avance de la mujer en la sociedad muchas veces genera espejismos en donde la equidad es apenas una fantasía, pero esa misma fantasía puede ser perjudicial porque crea una imagen distorsionada en donde las mujeres no están, siquiera, alertas de que la discriminación (incluso por ignorancia) no es una palabra desterrada ni de los manuales de medicina ni de la –siempre confusa– letra de los médicos. Mientras que todavía los profesionales de la salud están más formados en cuidar a los varones que a las mujeres, todavía los síntomas masculinos son interpretados como síntomas de todos, todavía las mujeres creen que cuidar su corazón es cuidar a los otros (incluso del corazón) en vez de cuidarse ellas, todavía los medios de comunicación no divulgan lo suficiente sobre salud femenina. “Los médicos indican más fármacos para controlar la hipertensión o el colesterol alto, más cateterismos y angioplastias, más cirugías cardíacas y aún más estudios y diagnósticos a los hombres que a las mujeres –reprocha Huerin–. Y nuevamente este sesgo contribuye a empeorar la evolución de las mujeres que padecen alguna enfermedad cardiovascular respecto de los hombres.”
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