Viernes, 23 de junio de 2006 | Hoy
EFECTO MUNDIAL
Si algo hay que agradecerle al fútbol son los permisos que se dan los varones para hacer cosas que en otros momentos creen que les están vedadas o, al menos, deben ser usadas con moderación: en el furor del partido se abrazan, lloran a moco tendido, declaran su amor por otros hombres y también se pintan la cara. Este maquillaje apasionado como parte del ritual mundialista delata también nuevos y hedonistas hábitos de los muchachos de ahora.
Por Luciana Peker
Corcho quemado. Aspero, rasposo, poco y desprolijo. Apenas para los actos escolares y sólo para hacer de vendedor de pastelitos calientes. Pero ese corcho quemado era el único vía libre que los hombres (en realidad, apenas los hombrecitos) tenían para poder mirarse al espejo y jugar a ser ellos, pero diferentes. En cambio, ahora, además del auge de maquillajes infantiles que tienen una variedad de rojos, negros, amarillos y violetas para que los varones se sienten frente al espejo mientras se (o los) pintan y convierten su cara en la de Batman, el Hombre Araña, payasos, vampiros, tigres o monstruos, el Mundial –el bendito mundial que todo lo hace y todo lo puede– trae entre su merchandising el make up del hincha.
El maquillaje, ese territorio de juego facial que parecía sólo femenino, se volvió unisex, aunque sea (y sólo por ahora) únicamente para alentar al equipo. Si bien las caras pintadas con los cuadros de los países y equipos se vieron, a nivel masivo, alrededor de los noventa, este año se popularizaron tanto que, para el Mundial de Alemania, en Argentina, en vez del álbum de figuritas, el mercado les ofrece a los chicos una pelota de chocolate (de Arcor) que tiene adentro de sorpresita un minipack de maquillaje blanco y celeste.
Un cambio que no es sólo una pintada de cara. Igual que los mandatos culturales dejaban a las mujeres imaginarse distintas a través del rímel y el rubor –y no soñar con ser bomberas, astronautas, barrenderas o, justamente, futbolistas–, también los estereotipos de género dejaban a los varones jugar a las patadas, pero no experimentar con la combinación de colores en la geografía de su cara.
El fútbol, entonces, les abre las puertas a los varones para ingresar a la fantasía cromática que, hasta hace poco, se desparramaba exclusivamente frente a los baños de damas. Y ahora también se abre cancha en los vestuarios. No es raro, ya que pareciera que los hombres usan el fútbol para permitirse casi todo lo que no es (o era) catalogado de masculino.
“Esto es novedoso en términos de la pintura, pero el fútbol siempre fue el lugar donde los varones nos permitimos cosas que siempre deseamos hacer, como expresar los afectos y poder abrazarse, por ejemplo”, remarca el psicólogo especialista en género Norberto Inda. Ahora, además de llorar, gritar, emocionarse, sufrir y abrazarse, el fútbol también les da permiso a los hinchas para maquillarse. “El juego es un disfraz, no deja de ser una máscara, en este caso, para demostrar quién soy. Se sigue usando como un diferenciador de tribus”, analiza Claudio Martínez, diseñador y profesor de historia de la moda.
El mapamundi global se convierte en una paleta de colores. Eleonora Kaplan, relaciones públicas de L’Oréal Argentina, opina: “Me parece muy divertido. Y muchas veces muy creativo, porque se ven algunas cosas realmente originales. También resulta emocionante ver a hombres, mujeres, grandes, niños, todos con esa necesidad enorme de mostrarse en un clima de juego y alegría”. ¿Cómo se mixturan el juego de las piernas haciendo bailar la pelota con el juego de los dedos haciendo danzar los colores? “A través de nuestro rostro nos expresamos y nos comunicamos. El maquillaje, además de permitirnos estar más bellas y destacar nuestros mejores rasgos, tiene un enorme componente lúdico –subraya Kaplan–. El maquillar el rostro con los cuadros de fútbol es una perfecta asociación de estos dos aspectos: estamos metidos en medio del clima del juego (finalmente es fútbol), pero en un marco muy especial, donde hay una identidad muy fuerte y la necesidad de expresarla por todos los medios. Y entonces con el maquillaje jugamos, y con el maquillaje reafirmamos nuestra identidad, la metemos en nuestra piel pero también surge de ella.”
“Pintarse la cara es parte del ritual mundialista y el hecho de que los hombres se pinten la cara con los colores celeste y blanco no es más que la máxima expresión de la intensidad con la que los hombres argentinos viven el fútbol”, señala Cecilia Brizuela, Brand Manager de la línea Nivea for Men, que cuenta con gel de limpieza, cremas nutritivas, antiarrugas y –por supuesto– el clásico producto para después de afeitarse. Sin embargo, que los hombres no demuestren su amor por la camiseta sólo con la camiseta, sino también a través de su piel no es casual. Para ellos, la piel es una cuestión cada vez más importante. “Los cuidados cosméticos ya no son un hábito exclusivo de las mujeres; cada día los hombres se preocupan más por la salud y el aspecto de su piel”, afirma Brizuela. Y cuantifica el tiempo que invierte la mirada masculina (en ver qué tal luce la mirada masculina): “De acuerdo con una encuesta realizada en hombres entre los 18 y 45 años, este grupo pasa alrededor de 3,4 horas a la semana en el baño, casi media hora cada día, mientras se duchan, afeitan, se aplican productos de cuidado facial y se arreglan el cabello”.
La propaganda que parodiaba a un grupo de jugadores que venían de una sesión de peluquería y se mostraban preocupados por que no se les desmarcara la planchita se parece cada vez más al uso (real) de la imagen que hacen los jugadores de fútbol, verdaderos modelos en la pasarela de césped. “El deportista pero, especialmente, el futbolista es el que hoy tiene la imagen de macho, rudo y ganador –describe Martínez–. Hoy los deportistas son más valorizados que los generales (sobre todo los nuestros que volvieron de la guerra entre gallos y medianoche sin demostrar ni siquiera valentía ante una guerra), que antes eran el referente masculino por excelencia, pero incluso en la actualidad los futbolistas son más buscados que las estrellas de cine porque desparraman costumbres ante los otros. Por ejemplo, cuando Martín Palermo se sacó una foto vestido de mujer fue el símbolo de un nuevo hombre sin miedo de animarse a incorporar pautas estéticas femeninas.”
En este proceso de cambios, el look mundialista es un perfecto escudo antiburlas. “Es una pintura que sin dejar de ser maquillaje ostenta lo más fuerte de la masculinidad: la patria y el fútbol, dos valores viriles por naturaleza, por eso están francamente autorizados”, advierte Inda. Sin embargo, también es cierto que los cambios estéticos masculinos avanzan más allá del arco.
No hay duda de que el espejito ya no es un solo un artículo impuesto a las mujeres para que estén pendientes de su mirada, ni el maquillaje (que dentro de los mandatos estéticos no impone restricciones como las dietas ni es cruento como las cirugías) es exclusivo para ellas. “Jean Paul Gaultier y Paco Rabanne ya tienen línea completa de maquillaje, con sombra, labial (no de color, pero sí para que dé resplandor en los labios), polvo para tapar la ojeras y para refrescar la barbita. Es una realidad: los hombres están haciendo cosas que eran catalogadas de femeninas”, resalta Martínez.
Pero la duda es si se está democratizando la presión estética (para que todos estemos más pendientes de la superficie del cuerpo) o si la pasión por el maquillaje es un cambio de rostro en los estereotipos de género que limitaban (y atan aún) las libertades de varones y mujeres. “Los cambios de estereotipo de género están ocurriendo, incluso, a veces, a pesar de los varones –valoriza Inda–. Por ejemplo, un pibe que se cría poniéndose aros o pintándose es posible que no necesite estigmatizar tanto a otro hombre como un marica.” El poeta Paul Valéry decía: “No hay nada más profundo que la piel”, y yo creo que eso que es superficial porque está del lado de afuera también connota modificaciones”.
Un blog se burla del hooligans “make up”
El maquillaje es una moda impuesta en los mundiales. Pero hay quienes se burlan de la cosmética futbolera. Por ejemplo, el español Roberto Enrique –alias BobPop–, en su blog “Esto es mundial”, ironiza: “Estoy pensando en hablar con la FIFA para montar una tienda de cosmética: ‘The Hooligans Make Up Store’, ya que asisto a los partidos y contemplo a esos viriles aficionados pintados como puertas y me pregunto ‘¿Se habrán hidratado bien la cara antes de pintársela? ¿Ese maquillaje será water-proof, sweat-proof, beer-proof? ¿Llevarán un buen demaquillador en la mochila o se creen –ingenuos– que esto es cuestión de agua y jabón?”.
¿Quién dijo que los hombres no estaban pintados?
(La historia del maquillaje masculino)
“En la historia, los hombres eran los que más se pintaban, basta con recordar a los franceses que usaban pelucas y se maquillaban los lunares en la cara. En realidad, lo que sí es bastante reciente es la rigidez en la ropa y la estética masculina”, remarca el psicólogo Norberto Inda. Pero hubo un tiempo en donde el maquillaje no fue para adornar a los varones de las cortes, sino a los guerreros, y no como accesorio, sino como centro de su impronta. “Antes que se inventaran los uniformes, los hombres iban pintados para identificarse en las guerras”, explica el profesor de historia de la moda Claudio Martínez, quien también da otro nombre clave en la historia de la humanidad que tenía algo más que una mano detrás de la espalda: “Cuando ves los retratos de Napoleón con la boca roja y perfecta es porque era una boca pintada”, revela.
Ojo: porque la FIFA lo puede pensar y en el próximo mundial, además de vender plasmas, quiera vender polveras (con licencia oficial).
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