Viernes, 31 de octubre de 2008 | Hoy
MEMORIA
A setenta años de la terrible Noche de los Cristales Rotos, una muestra convoca y refleja la memoria de ciudadanos y ciudadanas austríacos que llegaron a Buenos Aires huyendo de la muerte. La mayoría no pudo o no quiso volver jamás a su país porque, dicen, el terror no se acabó con la guerra y persiste el dolor que provoca la indiferencia social que permitió la masacre; una sensación que bien puede rastrearse en la historia argentina.
Por Laura Rosso
La Neuddegergasse es una pequeña calle en el centro de Viena que no se extiende más de una cuadra. A mitad de ese pasaje hay un edificio gris que pertenece al municipio y desde su fachada ya cuenta su historia: fue construido durante los años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, sin recursos, sin respetar el estilo de los edificios que lo rodeaban y, sobre todo, sin una mirada de la historia. A la entrada de aquel edificio municipal hay un cartel que recuerda que allí existió una sinagoga que fue destruida por los nazis en 1938 durante la Noche de los Cristales Rotos (Kristallnacht). Sesenta años después, en 1998, los vecinos y vecinas del lugar “reedificaron” simbólicamente ese imponente edificio devolviéndole su fachada original, la que reprodujeron en un inmenso telón que cubrió todo su frente. Esa tela permaneció por cinco semanas como símbolo de la memoria.
En la cuadra de la sinagoga está la casa de Alexander Litsauer, un joven austríaco que actualmente vive en Buenos Aires y que trabajó durante dos años en el proyecto Vecinos Perdidos Buenos Aires-Viena 2008. La Muestra podrá visitarse hasta el 9 de noviembre en Parque Thays.
A 70 años de la Noche de Pogrom (acontecimiento que se convirtió en la expresión del terror estatal legitimado por una ideología), Alexander Litsauer organizó la muestra Vecinos perdidos, que está dedicada a la gente que tuvo que huir de Austria. Muchos austríacos judíos no pudieron volver a su país después de la guerra y viven en otras ciudades del mundo. A muchos les resultó emocionalmente imposible volver después de haber sido expulsados de una manera tan atroz. “Mi país nunca se hizo cargo oficialmente de los crímenes que sucedieron durante la Segunda Guerra Mundial —cuenta Alexander—. En 1943, Austria fue declarada primera víctima del régimen nazi y detrás de esa declaración muchos políticos se esconden y dicen: ‘Nosotros no somos culpables sino víctimas. Fueron los alemanes que vinieron y ocuparon nuestro país, desaparecieron muchos vecinos, pero yo no sabía nada...’, ésa es la actitud que primó.” Hace diez años, este mismo encuentro entre vecinos se realizó en aquella pequeña calle de Viena donde estaba situada la sinagoga, y uno de los organizadores fue el padre de Alexander. Hoy la idea es justamente sacar de ese punto la conmemoración de la Noche de los Cristales y moverlo a Buenos Aires. “La idea de esta muestra es generar un encuentro entre Viena y Buenos Aires con los austríacos que llegaron aquí de muy chicos y los familiares de ellos. Propusimos como lugar de encuentro esta ciudad porque en toda la investigación que realizamos del exilio judío percibimos una relación diferente entre los austríacos que llegaron a la Argentina y los que emigraron, por ejemplo, a Nueva York. Organizamos este proyecto para mostrar la diversidad de la cultura austríaca de los que llegaron aquí. Viena sufre hasta hoy esa pérdida del aporte judío a la cultura de su país.”
En la Muestra hay proyecciones de películas, conferencias, música, charlas científicas, literatura, talleres, artes plásticas y mesas de discusión. Alexander retoma los objetivos del proyecto y dice: “Trajimos algo de la cultura, del discurso intelectual y del tratamiento del pasado, de lo ocurrido en Viena. Estamos lejos de querer limpiar la imagen de Austria. Habrá charlas con politólogos, historiadores, muestras de cine y trabajos de artistas austríacos. Queremos que conversen con sus colegas argentinos sobre historia, arte y cine de la Argentina para enriquecer y ampliar el horizonte. Queremos salir del Holocausto y del Pogrom como eterna pérdida y sufrimiento, y concentrarnos —en base a eso— en todo lo que pasó y nació después, en los hijos y nietos de los ex austríacos y cómo se desarrolló la vida de ellos acá”.
—No, yo lo digo así. Es un tema muy sensible, algunos se llaman judíos austríacos o austríacos judíos expulsados, otros dicen que no fueron expulsados sino que tuvieron que huir; hay tanta sensibilidad allí, que yo los llamo ex austríacos. Además, si digo judíos emigrados, alguien va a levantar la mano y va a preguntar: “¿Y qué pasa con los gitanos? ¿O con los homosexuales y los discapacitados?”.
—Yo estaba escribiendo mi tesis de Filosofía y tomé contacto con alguna gente que participó en la muestra anterior, hace diez años en Viena. La motivación pasó esencialmente por dos razones: hubo algunos de esos vecinos que colaboraron con entrevistas, dieron su testimonio, pero dijeron que jamás aceptarían una invitación a Viena; no quieren volver, es demasiada la furia, la ira o el dolor. Recibieron el proyecto con mucho interés, pero no pueden o no quieren volver. Entonces yo dije: “Hay una pequeña contradicción que podemos resolver haciendo la muestra en Buenos Aires para que participen y se encuentren”. Por otra parte, el segundo motor que me impulsó a trabajar es mostrar que hay una conexión muy grande entre lo que sucedió y la actualidad, porque algunos pueden cerrar los ojos y decir: “Bueno, fueron las circunstancias, ¿qué podría haber hecho yo?”. Y ese “algo habrá hecho” de los desaparecidos es muy posible y muy común que ocurra. Tenemos que aprender que esas cosas pueden suceder en una ciudad o en un país en el que muchos dirían “jamás lo hubiese pensado”, y sin embargo pasó.
La entrada es libre y gratuita.
La programación puede consultarse en www.vecinos-perdidos.com
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