Viernes, 31 de octubre de 2008 | Hoy
EL MEGáFONO
Por Soledad Vallejos
Las mujeres se reservan para rubros propios: mejor labor femenina en esto, ídem en lo otro; ocasionalmente se puede hacer espacio para alguna mujer que —es un decir— trabaje de mujer, vale decir, que lleve adelante temas que la tradición quiere específicos del universo femenino (la crianza de los hijos, la mejor manera de hacerse cargo de la reproducción social, las relaciones humanas —siglos de humanidad enseñan que los vínculos son preocupaciones de ellas—, las maneras de sobrevivir a placeres y tristezas de la vida cotidiana, quizás —aunque ya no exclusivamente, desde que se pusieron de moda los muchachos cool que cocinan, perdón, que tienen berretines gourmet— un rincón gastronómico por ahí, y el inefable e imperecedero mundo de la chismografía). La lógica de la división sexual de los contenidos es tan inconmovible como los perfiles que promueve desde que el medio (gráfico, radial, televisivo) es medio. A esta altura de la soirée, ¿quién podría dudar de que sus asignaciones reproducen el lugar común que identifica el mundo público con lo masculino y el privado con lo femenino?
Y sin embargo, como el tiempo va pasando y se puede creer que a veces las cosas cambian (incluso para mejor), llama la atención que la cuarta edición de algo que nació —pretendidamente— como un cambio... sea más de lo mismo. Aun más: que cuente, así como está, con apoyo estatal tan contundente como para merecer transmisión en vivo (en radio y TV). ¿De qué se trata? De los Premios Eter, que cuentan “con el apoyo de prácticamente todas las emisoras AM y FM”, que distinguirá el trabajo de personas que figuran en “ternas (que) se definieron con la votación de los oyentes, un jurado especial integrado por dos miembros de cada emisora, un consejo asesor convocado por Eter y los alumnos y docentes de la institución encabezada por Eduardo Aliverti”, que —además— podrá verse por Canal 7 o escucharse por Radio Nacional. La mecánica de las nominaciones es clara, tanto como lo que se valora: la construcción de un espacio “donde la radio, y sólo la radio, se reencuentra con su historia, sus protagonistas, sus trabajadores de todos los días, sus figuras, sus talentos, sus revelaciones”.
¿Cómo está habitado ese espacio? Pues por 46 varones y 10 mujeres (sin contar los rubros técnicos y otros como el que premia la trayectoria). Los señores, como corresponde, tanto pueden merecer mimos por su conducción como por su labor de especialistas (en lo que sea: historia —aun cuando se trate de la versión maniquea y notablemente insospechable de seriedad de Felipe Pigna—, economía, judiciales), por lo bien que hacen reír o por la destreza en mantener al tanto de las novedades deportivas, por conducir según la etiqueta de la AM o la FM, por su labor periodística en general. Las mujeres, ¿con qué podrían sumar méritos si no es con conducción femenina, el desempeño como “especialista temática” en cuestiones de mujeres (aun cuando —aquí el avance— se trate de hablar de derechos, y no de cuidados cosméticos) y —la sorpresa— el trabajo como movileras? (A quienes, por lo general, los conductores tratan con una condescendencia que difícilmente usarían con sus mascotas.) Y de todas maneras, tal vez lo más inquietante no sea que sus propios pares, los que votan, no vean a las mujeres que también hacen el sonido de la radio (sólo por mencionar a las más visibles, en términos de exposición, no necesariamente por desmérito de otras: Silvia Naishtat, María O’Donnell, Mariel Di Lenarda, Alicia Petti, Nora Lafón, María Luján Batallán). Que son pocas no es novedad; que rara vez llegan a lugares no subordinados, tampoco. Que hay más mujeres en el mundo que Magdalena no va a dejar boquiabierto a nadie. Pero que las y los oyentes, que han votado la composición de algunas de las ternas, no lo sepan, eso da miedo, en especial porque son quienes demuestran tener el oído impermeable a las evidencias de que hay otras voces que las de los mundos androcéntricos de Dolina, Pergolini, Kusnetzoff y los programas de deportes (masculinos).
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