Viernes, 28 de noviembre de 2008 | Hoy
¿Si Pulgarcito hubiera sido criado por dos mamás y Cenicienta por dos papás, la historia hubiera sido otra? Desde España, la escritora Lucía Moreno Velo y el escritor e ilustrador Javier Termenón están seguros de que sí, por eso se decidieron a enfrentar el desafío de escribir literatura infantil en clave queer, una apuesta fuerte a que es posible batallar contra los prejuicios y la discriminación desde la cuna.
Por Carolina Ortega
Manu tiene ojos grandes, curiosos y empecinados. Desde la página tres lo veremos estirarse en puntas de pie para agarrar un tentador frasco de galletitas, a pesar de la infinidad de veces que su Mamá y su Mami le han dicho Manu ¡No!, tal el título de uno de los tres libros de la serie que se completa con Manu se va a la cama y Manu pone la mesa, escritos por Lucía Moreno Velo e ilustrados por Javier Termenón, para la editorial española Topka. Pequeños y coloridos, hechos a imagen y semejanza de sus destinatarios, dan cuenta de las fantasías y ocupaciones de los chicos de entre 0 a 4 años: los primeros pasos, la primera comida solos y el miedo a la oscuridad. Entonces ¿qué los diferencia de cualquiera de los títulos que podemos encontrar en la sección infantil de las librerías locales? Justamente el apostar a lo diferente, contando la primera infancia en clave queer.
“A mi mujer y a mí nos encanta leer, es nuestro único vicio. Cuando tuvimos nuestro primer hijo, nos lanzamos a las librerías buscando libros infantiles que reflejaran nuestra familia”, comenta Lucía. Pero se encontraron con un problema “Había muy pocos libros que mostraran niños con dos madres y los que había se centraban todos en ese hecho. Nos dimos cuenta de que intentaban explicar la homoparentalidad y dejar bien claro que tener dos madres es tan bueno como tener un padre y una madre. ¡Pero nuestro hijo ya lo sabía porque lo vivía y sabía que estaba bueno!, así que decidimos no leérselos”. Una vez más, un intento de inclusión determinaba la discriminación puesto que, si hacía falta legitimar a esas dos mamás para igualarlas con una mamá y un papá, ¿no se estaba partiendo de la base de que era una situación anormal?, ¿o hay acaso libros que digan que tener una familia heteroparental es tan bueno como cualquier otra? Así nació la serie sobre Manu a mediados del 2006 y, con ella, un nuevo desafío: encontrar editorial que la publicara. “Me sorprendió saber que a los editores les gustaba la historia pero no la querían publicar pues sostenían que no había mercado, ¡yo y mi familia pertenecíamos a ese mercado!”. Con una entrada de dinero inesperada y el asesoramiento de un sistema gubernamental para microemprendedores, Lucía dio a luz no sólo a Manu sino a la editorial Topka (www.topka.es), especializada en publicar libros infantiles bilingües en los que los protagonistas son miembros de minorías.
A Manu, su Mami y su Mamá, había que darles un rostro, una sonrisa, gestos, fundamentales en la literatura infantil a la hora de hacer atractiva la propuesta a los más chicos.
En busca de ilustradores entonces, Lucía dejó un aviso en la librería queer madrileña Berkana, al que respondió el pincel providencial de Javier Termenón. “Yo venía de ganar el primer concurso internacional de cuentos infantiles con temática g.l.t.b., que con el apoyo de ILGA (siglas en inglés de la Liga Internacional Gay y Lesbiana) y de la asociación Eraseunavez.com, me había permitido publicar Vengo, un cuento que recoge las aventuras de una niña con dos mamás que se pregunta de dónde vienen los niños. Mi idea era crear referencias culturales claras de la realidad homosexual cotidiana, en el mundo de la literatura infantil, libros que a mí me hubieran gustado encontrar en los estantes cuando niño. Y me encontré con el trabajo de Lucía, quedé fascinado y honrado de que me eligiera para ilustrarlos.”
La admiración fue mutua y desde allí conformaron una dupla creativa inseparable (“Es un amor platónico”, aclara Lucía y ríe) que llevó adelante la serie de Manu y puso en papel un antiguo sueño de Lucía, un texto que surgió mucho tiempo antes de que supiera que iba a terminar siendo mamá, una madrugada sofocante de verano madrileño, y que llamó El amor de todos los colores, donde Maite, una niña con dos mamás, espera la llegada de un hermanitx.
“Puedo decir que El amor nació mío pero terminó Javier aportando tanto o más que yo”, asegura Lucía. “Te pongo un ejemplo concreto: cuando escribí la historia, no tenía claro si el hermano de esta niña iba a ser el hijo biológico de una de las madres o si lo iban a adoptar. Cuando Javier me mandó las ilustraciones terminadas y vi que una de las madres estaba embarazada, me sentí sorprendida y entusiasmada, Javier la había sentido así y fue como si me acabara de contar un cuento nuevo.”
La maquinaria estaba en marcha, pero todavía faltaba el veredicto del público. “Yo no tenía dudas de que los libros fueran a tener una buena acogida y así fue, tanto entre las asociaciones g.l.t.b., como entre el público, bibliotecas, librerías, escuelas y la misma prensa. Sabemos que ciertas personas siempre se van a rasgar las vestiduras cuando sale un libro que normaliza la diferencia, pero a esas personas ya las hemos dado por perdidas”, contesta Lucía y Javier agrega: “Me crea un poco de conflicto cuando la gente se acerca y dice que conoce a una pareja de chicas, a un matrimonio de gays o a algún padre o madre abiertamente homosexual y que el libro le va a encantar... Estas parejas no son los destinatarios prioritarios de estos libros, pues ya viven la maternidad o paternidad gay al igual que sus niños. Es cierto que son necesarios referentes culturales claros y limpios de prejuicios sobre la homosexualidad, pero más que nada para los chicos de padres hetero, e incluso, para ellos mismos”.
Aunque la historia de Manu fue la primera, el catálogo de la editorial se fue poblando y hoy cuenta con una decena de títulos, todos ellos con un punto en común: la diferencia. Así se suman páginas pobladas de niños inmigrantes, con capacidades diferentes y provenientes de familias ensambladas, que gracias al comercio online, ocupan un lugar en las bibliotecas de familias a un lado y otro del océano, desde el DF mexicano a Helsinki. Pero el gusto también se lo dieron en casa: mientras Lucía y su compañera esperan la llegada de una nuevx niñx adoptada, y Julián se recuesta sobre el tablero para continuar dibujando, ya cinco mil chicos de escuelas públicas de Castilla León, gracias a un convenio con la Junta comunal, se divierten con las aventuras diversas, y aprenden que el amor no es sólo rojo, se puede pintar de todos los colores.
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