Viernes, 28 de noviembre de 2008 | Hoy
VISTO Y LEIDO
Por Liliana Viola
Silvina Ocampo
Autobiografía de Irene
Editorial Sudamericana
189 páginas
“Soy íntima” dijo alguna vez Silvina Ocampo en exagerada oposición al carácter sociable de los otros. Y esta definición no solamente es aplicable a un modo de actuar sino a un modo de escritura donde lo íntimo se funde con el estado extrañado y hostil del duermevela. Una vez más, Silvina Ocampo parece sonsacarle asuntos y puntos de vista a esa instancia en la que el sueño va borrando los límites de lo posible; cuando las atrocidades asaltan al durmiente indefenso que no atina a despertar o huir. Los cuentos de este volumen tensan mucho más que otras veces el desdoblamiento. Los personajes avanzan como parte o testigos en una historia imposible con la sospecha leve de que afuera hay otro mundo con otra lógica. Silvina Ocampo construye un espacio propio donde lo horrendo puede ocurrir, como que una mariposa se vengue de la mano que la torturó caprichosa con la punta de un alfiler.Y que la venganza rebote en la narradora, que apenas puede recordar la sensación que ha tenido otra persona, tal vez su amiga. Los cuentos de Ocampo eligen siempre esos borgeanos atajos tan orientales para no tener que recorrer el largo camino de las salvaciones tan cristianas del realismo, con sus dioses tan mundanos.
A los cinco títulos que han sido editados hasta el momento por la Editorial Sudamericana y que están conformando la Biblioteca Silvina Ocampo, se agrega ahora esta Autobiografía de Irene, libro de cuentos que apareció por primera vez en la Editorial Sur en 1948 y fue editado luego por esta Sudamericana en 1975. El valor agregado de este volumen es que aquí se hace más notable que nunca la relación, íntima nuevamente, de la escritura de Silvina Ocampo con otros géneros e incluso con otros formatos. La autora, que a veces se ha sentido compelida a reescribir un cuento –“El Impostor”– en forma de endecasílabos, aquí transforma ese mismo argumento, que ha sido el más codiciado por los realizadores, en notas para un guión cinematográfico. Esta reescritura y algunas ínfimas pero elocuentes notas a su propio trabajo permiten ingresar otra vez a este universo de Silvina que siempre consigue con una escritura diáfana y de sencillez aparente, hundir la lectura en una sensación de intenso sopor y mundo ajeno.
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