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Madonna salió en los diarios por cómo estaba vestida. Vestía un jogging blanco y tenía un turbante también blanco en la cabeza. Su cara mostraba un gesto de esfuerzo por el esfuerzo que hacía su mano derecha sosteniendo una raqueta. Madonna Najarian es iraní, es tenista y fue noticia por sus “típicas ropas orientales” mientras participaba, hace pocas semanas, de un importante torneo en Australia.

Es que en tiempos en que el tenis se volvió un book de muñecas rusas, que Madonna Najarian juegue toda tapada de pies a cabeza es, casi, un detalle. Porque para las iraníes, igual que para muchas deportistas musulmanas, salir a la cancha ya es todo un triunfo. Por supuesto: la prohibición de vestir de otra manera no es un detalle, mucho menos para las nadadoras (que pueden hacerlo sólo ante otras mujeres) o las atletas (correr tan envueltas es mucho más difícil).

No sólo ser deportista profesional en Irán es toda una proeza. La revolución islámica que tomó el poder en febrero del ’79 prohibió desde practicar aerobic —por los movimientos obscenos que supuestamente provocaba— y hasta jugar al fútbol, pero pronto levantó algunas restricciones. Y menos mal: el equipo oficial femenino iraní suele dar un gran baile a los principales equipos del mundo como el de USA, por ejemplo. Además, cada vez son más las que se forman como árbitros o entrenadoras.

En relación con el deporte profesional, mientras las instituciones internacionales promueven la igualdad de oportunidades entre mujeres y varones, las leyes islámicas sólo permiten acceder a esas oportunidades bajo sus castradoras reglas de juego.

De aquel lado del planeta, otras deportistas hacen equipo con Najarian aun sin compartir entrenador ni concentraciones pero sí el hartazgo. Como Sania Mirza, de India. Uno de los símbolos del condimento político que Mirza le imprime a su carrera es haberse negado a participar de un importante torneo de su país como repudio a la censura moral que recibe desde que se atreve a usar las típicas y universales minifaldas con tablitas. “Cada vez que juego en la India ha habido algún tipo de problema. Por eso, mi manager y yo hemos pensado que lo mejor es que no juegue esta vez”, dijo la tenista. Es la primera vez que una jugadora hindú ocupa un puesto en el ranking mundial, por eso es tan escuchada. También sale en los medios por cómo anda vestida, incluso una revista inglesa la eligió como una de las diez personas capaces de cambiar el mundo, al menos el mundo de la mujer musulmana.

Incluso en este contexto para las musulmanas y especialmente las iraníes, hay una famosa piloto de autos iraní que se llama Laleh Seddigh y la llaman “la pequeña Schumacher”. Fueron dos escaladoras de ese país del gas, el oro y el petróleo las primeras musulmanas en trepar al Everest. El comic famoso en todo el mundo (por su referencia autobiográfica), Persépolis, tiene la firma de una mujer dibujante, Marjane Satrapi.

En Irán, para colmo, un tercio de su población es menor de 14 años. Es decir: son minoría quienes recuerdan cómo era vivir por fuera de las leyes islámicas. Según una cita de la revista Esquire, su mediático presidente Mahmud Ahmadinejad ha dicho: “Occidente cree que nuestras mujeres no tienen derechos. Nosotros las consideramos las mejores criaturas creadas por Dios. Son las más libres del mundo y participan en todos los niveles sociales, además de tener muchas responsabilidades: planchan, atienden a sus maridos, e incluso van a hacer la compra o hablan entre ellas”.

En una de aquellas reseñas publicadas en diarios —incluso en diarios del interior de nuestro país—, justamente en tono burlón la noticia comentaba que la contrincante de Madonna N., la que no salió en la foto, era la jugadora de Kazakhstan Galina Voskoboeva, quien “con su grácil pollerita y remera escotada tuvo mucha más libertad de movimientos y ganó por paliza: 6-0, 6-0” .