Viernes, 2 de diciembre de 2011 | Hoy
TRABAJO
Yanina y Elina eran empleadas de Mercado Libre, la empresa multinacional de compra y venta on line. El trabajo era extenuante, con sueldos escasos y atados a la productividad, pero con una jornada part time que les permitía continuar sus estudios. La ilusión de trabajar y estudiar se cayó al poco tiempo, cuando empezaron a hacer horas extra para llegar a fin de mes. En ese momento, decidieron comenzar a reclamar por sus derechos laborales. La empresa puso fin al planteo con una medida drástica: despidió a las dos jóvenes, que eran candidatas a delegadas.
Por Elisabet Contrera
Yanina Arellano tiene 23 años. Entró a trabajar en Mercado Libre en 2007, recién salida de la escuela secundaria. Su función era revisar los artículos de intercambio entre los usuarios y controlar que ambas partes cumplan con las condiciones impuestas por la empresa. “Para acceder a un sueldo más o menos digno, tenías que leer 450 artículos en las 6 horas de la jornada y tener una calidad de control del 98 por ciento”, explica la joven. Por una discapacidad motriz en uno de sus brazos, ella no se caracterizó por ser una empleada “productiva” y eso la descartó a la hora de ser beneficiaria de un ascenso o un aumento salarial. “Cuando me contrataron me dijeron que iban a tener consideración conmigo por el problema en el brazo, pero luego se olvidaron de eso. En calidad andaba bien, pero en productividad fluctuaba. No podía mantener el mismo ritmo de lectura todos los días del mes”, describe. “Una persona nueva cobraba lo mismo que yo, que tenía años de experiencia. Además, capacitaba a todos los chicos que recién ingresaban y nunca me reconocieron el esfuerzo”, recuerda.
Elina Escudero tiene 27 años, estudia Relaciones del Trabajo en la UBA y trabajó por dos años y medio en la empresa de comercio electrónico. “Cuando entré, estaba buscando un trabajo de pocas horas que me permitiera seguir estudiando. El sueldo era de 900 pesos de básico y 700 y pico en mano. Me llevaba el premio por productividad, pero eran 170 más”, recuerda. Ni la productividad ni las horas extra cambian significativamente los ingresos finales de los jóvenes empleados. “La hora extra te la pagan 8 pesos”, cuenta.
Recién en 2009, tras una inspección del Ministerio de Trabajo, la firma se vio obligada a incluir a los y las trabajadoras a la Ley de Convenio Colectivo de Trabajo y encuadrarlos en el Sindicato de Empleados de Comercio. “Incorporaron sólo a la mitad, la otra mitad sigue sin amparo”, denuncian. Bajo esa protección legal, comenzaron los reclamos a la empresa. “Sabíamos que el sindicato negociaba aumentos en paritarias, pero que la firma no los acataba”, recuerda Elina. La lucha fue difícil porque –según sus testimonios– tampoco contaban con el apoyo del gremio. En ese momento, resolvieron pedir elecciones internas de delegados y postularse como candidatas. Allí comenzaron las presiones y amenazas de la firma. “Un día hubo una reunión donde presentaron un PowerPoint mostrando las causales de despido, que dependían de la productividad y la calidad del trabajo de cada empleado. Había tres categorías: zona seguro, zona inestable y zona de despido”, cuentan. “Sólo el 26 por ciento de los empleados llegaban a los estándares de productividad impuestos por la empresa. Les sirve como forma de sobreexplotar y de disciplinamiento”, sostienen. Según denuncian, este sistema fue acordado con la Secretaría Gremial del sindicato. “Ellos estuvieron presentes cuando la empresa informó eso y avalaron la situación. Era todo demasiado burdo, era una cuestión vital hacer elecciones dentro de la empresa y tener representantes que defiendan a los trabajadores”, remarca Elina.
Con la ayuda del secretario de Asuntos Legislativos del gremio, Oscar Raynoldi,, pidieron la intervención del Ministerio de Trabajo que los intimó a llamar a elecciones, pero la respuesta del sindicato continuó en la línea dilatoria. El 21 de julio de este año fueron despedidas. “Un día antes me llama la encargada de recursos humanos para ofrecerme plata, 3 o 4 veces lo que me correspondía como indemnización para que me vaya por las buenas”, cuenta Yanina. “Dicen que nos despidieron por reestructuración, pero a los pocos días tomaron a 11 personas”, agrega su compañera.
Hubo paros y marchas en reclamo de su incorporación. Tienen el apoyo de los trabajadores de Autopistas Urbanas, Mastecard y Visa, el sindicato de televisión (Satsaid) y del sector de los call centers, como Actionline y Teleperformance. También se realizaron dos reuniones en la Comisión de Legislación del Trabajo de la Cámara de Diputados, a cargo de Héctor Recalde, y la firma se negó públicamente a cumplir con la ley. Hoy las jóvenes están sin trabajo y en juicio con la empresa. Mientras tanto, los trabajadores siguen percibiendo un sueldo por debajo del mínimo y la empresa sigue cobrando comisiones a sus usuarios. “El año pasado tuvieron ganancias por 233 millones de pesos”, señalan. “Queremos democratizar las relaciones laborales en Mercado Libre, donde hay prácticas nefastas y autoritarias. Tenemos una convicción y sabemos que nuestro reclamo es lo justo. No vamos a bajar los brazos porque entendemos que nuestros compañeros necesitan que no los bajemos”, aseguran a coro.
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