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Viernes, 2 de diciembre de 2011

ESCENAS

DESDE LAS ENTRAÑAS

En el cuerpo de la actriz Lorena Vega, Salomé, la mujer de la leyenda bíblica, se traspone al universo del campo argentino en la obra escrita y dirigida por Mauricio Kartun.

 Por Sonia Jaroslavsky

Muchos teatreros todavía recordarán con una sonrisa Capítulo XV estrenada en el año 1998. Este glorioso y desopilante primer espectáculo realizado por el Grupo Sanguíneo conformado, además de Lorena, por Valeria Lois, Juan P. Garaventa y Martín Piroyansky. Allí, Lorena interpretaba a la malísima Mecha Medoya que competía a muerte por un amor con su buena hermana. El grupo perduró diez años y en el trayecto se sumó Gustavo Tarrío dirigiéndolos en Afuera y Kualalumpur.

Mauricio Kartun la vio por primera en Afuera y después la siguió cuando actuó en Amor a tiros, de Bernardo Cappa. Después vino lo que ya es “el clásico de Kartun”: audiciones que son una jornada de trabajo probando el personaje, dialogando con la actriz, desplegando el texto dramático ahora en escena. Vega, ese mismo día del casting o día de trabajo, se enteró de que ése era sólo el primer día de un proceso que se iniciaba con Salomé de la chacra, en un 2011 que la tuvo más que ocupada en diversos y por demás interesantes proyectos: Reflejos y Hacia donde caen las cosas, de Matías Feldman; Amar, de Alejandro Catalán (director y docente con el que entrenó diez años), o las giras europeas de El pasado es un animal grotesco, de Mariano Pensotti. Además, este año se la pudo y se la puede ver en cine con su participación en Mía, de Javier Van De Couter, o Juan y Eva, de Paula De Luque. Explosivo año que para coronarlo en el plano personal fue el que decidió dar el sí, quiero en el Civil. Merecido talento que viene desarrollando duro y parejo desde que quiso ser actriz hace más de quince años cuando tomaba clases con Nora Moseinco.

Lorena Vega siempre está en la búsqueda de directores o equipos de trabajo que arriesguen: “Me gusta crear lenguaje desde la actuación o bien directores que crean lenguaje; me interesan los artistas que más allá del resultado estético están buscando, que se arriesgan. Es por eso que sentí empatía con Ciro Zorzoli, Matías Feldman y Santiago Gobernori o bien Gustavo Tarrío, Mariano Pensotti o Santiago Loza”. Pero hay un rasgo más, no muy usual, que caracteriza a Lorena. Es una actriz que fomenta lo grupal porque le gusta trabajar con equipos de gente, grupos que se arman por un tiempo durable en épocas líquidas. Se da cuenta, en esta misma charla, que siempre armó grupos para cuanto emprendimiento le interesa encarar más que iniciar proyectos de manera individual: grupo de entrenamiento físico con Guillermo Angelelli, grupo para clases de clown o improvisación, grupo para espectáculos que surgen de sus alumnos o grupo para embarcarse en el proyecto actual de su sala Abrancancha (junto a Darío Levin y Gustavo Tarrío), situada en “el barrio donde seguro conseguís el repuesto que le hace falta a tu auto”. O a nivel de política cultural, Abrancancha y sus hacedores, forman parte de un gran grupo de salas de la ciudad que conformaron Escena (Espacio Escénicos Autónomos) y que les hicieron frente a las clausuras de estos pequeños espacios teatrales. Y es más, llegaron tan lejos que hasta lograron hacerse escuchar como para sacar una ley que los ampare y les permita funcionar con las características singulares, no convencionales, que tienen estos espacios, usinas de creación teatral.

Ella, la que no se nombra. O ella, Salomé.

Erótica Salomé, se desenvuelve fascinando a Herodes o al peoncito Gringuete para lograr su cometido: poseer al ácrata que la encandila con sus palabras. Seductora Salomé, sabe que una sola mirada cautivará al de abajo; pero no ha de ser. El la rechaza por conservadora; él tiene ideales que transmite en sus discursos y poco a poco moviliza a la peonada adormecida. Ideóloga asesina Salomé; con un bailecillo se gana el favor de su padrastro Herodes, quien corta la cabeza del joven ácrata. Animas criollas deambulan mientras un altarcito del Gauchito Gil clama: rojo para el Gauchito, rojo para el ácrata, rojo que invoca la sangre de los animales y humanos degollados. La sangre ahora vertiente reencarnará en sabroso manjar campero al batir de los embutidos y chacinados.

¿Cómo es la Salomé de chacras?

L. V.: –Es una chica que estudia Letras y está vinculada a los idiomas. Es interesante este dato porque en Salomé de chacra la palabra es un objeto en cuestión. Salomé llega de Europa, de Londres con la cabeza más abierta; pensemos que la obra podría estar ubicada en los años veinte y seguramente Salomé estuvo atravesada por el movimiento de las vanguardias artísticas. Hay otro dato que cobra importancia en el espectáculo y es el lugar de la histeria femenina, en el sentido de que ella dice que va a hacer muchas cosas pero nada se concreta sexualmente. Al Gringuete, a cargo de Osqui Guzmán, le promete el oro y el moro y le hace creer en algo que nunca sucederá, para conseguir ver al ácrata que está al fondo del aljibe. Finalmente, lo que sí se concreta en la obra más que el sexo o el amor es la muerte o las muertes venideras. El encuentro sexual está sublimado, puesto en otro lugar. Incluso con el padrastro Herodes (Manual Vicente) creemos que tampoco sucede el encuentro sexual, se sugiere detrás de escena, y se cuenta que ella sólo realizó el baile desnuda y él se masturbó, pero nada más. Lo curioso es que en Salomé como en Ala de criados –la anterior obra de Kartun– todos los grandes desencadenamientos y acontecimientos políticos están originados por pequeñas cosas cotidianas, más mundanas o torpes. En este caso, el amor no correspondido desata la tragedia y estruendo en los peones.

¿Qué referencias tuviste para componer a esta seductora mujer?

L. V.: –Para componer este personaje y para entrar al mundo que propone Kartun hice una investigación que consistió en releer El matadero y La cautiva, de Esteban Echeverría. Por otra parte, miré muchas películas donde se aborda el mito: entre ellas el film Salomé (1953), que protagoniza Rita Hayworth, el documental de Carlos Saura, también la versión inglesa que está inspirada en el texto de Oscar Wilde. Esta última resultó muy interesante porque en la escena de la danza de los siete velos muy sutilmente entre los flecos se observan los genitales, esto quiere decir que en realidad Salomé es una travesti. Todas me sirvieron para reflexionar principalmente sobre la obsesión de ella y qué hace ella con el tiempo de espera hasta que él aparece. Por su parte, Kartun nos refirió –a mí y al elenco– al mundo de la imaginería, las ceremonias y canonizaciones, los trípticos religiosos y las estampitas. La obra la leímos desde una farsa de retablo, una tragedia bufa y un melodrama criollo. También recuerdo que leí ¿Qué es la propiedad?, de Pierre Joseph Proudhon. Fue una búsqueda intensa, leímos y probamos mucho.

¿Cómo trabajaste la corporeidad de Salomé?

L. V.: –Es su poder. Históricamente Salomé tiene el poder de bailar muy bellamente. El baile de siete velos en la versión de Kartun se llamará de los siete pelos. Más allá de Salomé, el tema físico es una condición para abordar cualquiera de los personajes que realicé y realizaré en mi vida. Compongo desde ahí, entreno desde ahí. El plus en Salomé es que el cuerpo y la palabra están íntimamente ligados. Ella tiene un poder físico, pero lo que quiere poseer más que el cuerpo del otro es la palabra, su discurso, su voz, la potencia mítica que tiene el discurso revolucionario. Curiosamente, no es que ella comulgue con el contenido de los discursos del ácrata pero sí con la oratoria; así es como ella queda fascinada por ese discurso, por su manera de decir, de resonar otras palabras, palabras nunca escuchadas. Ella es consciente de que tiene un poder que está en su cuerpo y es por eso que todo el tiempo quiere que él (Juan) la mire. Sabe que si logra eso lo terminará cautivando. El cuerpo físico, entonces, es una herramienta que hay que tener muy afilada para la obra. En este sentido trabajé con un imaginario y un trabajo corporal vinculado con los animales: una grulla para trabajar el eje y la columna porque estoy elongada gran parte de la obra. De hecho se le dice a Salomé: “Patitas de tero”. El trabajo consiste en jugar variaciones en la proyección del cuerpo: trabajar la cadera para un lado, el torso para el otro y que nunca estén igual. Es un trabajo muy interior que lo realizo de los huesos y desde los músculos; mi personaje hace eso principalmente todo el primer tramo de la obra. Hacia el final esa corporalidad cambia, cuando le cortan la cabeza a Juan. Ahí trabajo un bicho, casi poseída; de hecho, Herodes, su padrastro, le dice rata cuando está horrorizado por lo que ella lo obligó a hacer.

¿Cuáles son tus referentes a la hora de pensar en tus personajes femeninos?

L. V.: –Mis referentes cuando hacíamos Capítulo XV eran las grandes actrices de carácter como Gloria Swanson, especialmente en Sunset Boulevard, Bette Davis y Joan Crawford. Pero aún hoy siguen siendo mis grandes referentes, de hecho para Salomé volví a ver las películas de esas diosas. Pero también tuve de referentes a actrices que actúan desde su belleza, como Sofía Loren o Penélope Cruz. Todas son actrices que saben que en su belleza hay una herramienta de actuación: en el trabajo de la mirada, en el tiempo que se toman para recepcionar la palabra del otro. Es un trabajo sobre los estados, pero en Salomé está puesto en el trabajo corporal con un temperamento muy potente que viene desde el interior, desde las entrañas.

Salomé de chacra. Teatro San Martín. Sala Cunill Cabanellas. Miércoles a sábado a las 21 y domingo a las 20. $ 45. Miércoles, $ 25. 0800-333-5254.

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