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Viernes, 7 de septiembre de 2012

VISTO Y LEIDO

Concha es poder

Penny la roja. Apuntes desde la nueva era de la indignación, esperado libro de textos periodísticos de Laurie Penny, la voz oficial de la rebelión juvenil inglesa.

 Por Marisa Avigliano

Penny la roja. Apuntes desde la nueva era de la indignación
Laurie Penny

Capital intelectual

“Tengo sangre en la cara pero no es toda mía”, escribe Penny en su crónica del 10 de diciembre de 2010 rodeada de chicos de escuelas primarias y secundarias pacientes de un improvisado hospital de campaña urbano. Están en la Londres que mira a Parliament Square protestando por la Ley de Aranceles para la Educación. Un rato antes la policía los agarró del cuello, les mostró de cerca las patas de los caballos y les pegó mucho, tanto que uno de los chicos fue internado con hemorragia cerebral. Mientras la ciudad los mira ajena y los diarios sólo cuentan que el Rolls-Royce real sufrió un daño menor y que el heredero y su mujer pudieron escapar ilesos, la balsa insomne de adolescentes abre surcos en las veredas desiguales de la ciudad de marras. La crónica sigue, el padre de alguno de los chicos lleva al campamento una enorme olla con sopa para adormecer el miedo y el frío con el que los manifestantes buscan amigos perdidos entre los 30.000 que marcharon esa tarde, cuando la noche que avala trayectos y digresiones los deja en las calles de Londres sin abrigo ni curitas suficientes. La convocatoria fue por Facebook y Twitter y sus organizadores se definen como los que pelean contra los filisteos, gracia exclusiva de las palabras cuando cruzan el tiempo y no se dejan arrastrar por tópicos gastados.

Reunidas en “Esto realmente está ocurriendo”, las crónicas londinenses sobre los estudiantes y la represión abren este libro que reúne algunos textos periodísticos de Laurie Penny. ¿Quién es Laurie Penny? Desde su blog, desde la línea de fuego o desde sus columnas en New Statesman, The Independient o The Guardian, Laurie Penny (Londres, 1986) se ha convertido en la voz oficial de la rebelión juvenil inglesa, y el lápiz rojo –con el que finalmente se animó a corregir las publicidades de los subtes– en la espada visceral con la que combate el sexismo y en el rouge feminista de su prosa. Los temas que Penny elige son variados pero tienen sin embargo el mismo objetivo, molestar a la conservadora sociedad británica: “La industria de la moda es una tonta fábrica de salchichas que desmenuza los cuerpos jóvenes vulnerables, agrega unos puñados de prejuicios irreflexivos y obtiene refulgentes porciones de costoso odio hacia una misma. También tiene, como podría haber dicho Hunter S. Thompson, un costado negativo”. “Problemas de chicas” es el segundo capítulo del libro y es también el manifiesto sobre lo que se nombra cuando se dice “concha”, sobre los festivales eróticos sin erotismo y sobre el eterno y casi obligado sueño de las nenas por convertirse en princesas –se suma con donaire al principado forzoso la descripción que hace de la troupe de adulones de Kate Middleton y las apostillas sobre los que siguieron los pormenores de su casamiento–. Escribe Penny: “Para mí concha es y siempre será una palabra de poder, ya sea que se refiera a mis propios genitales o, adjetivada, (...)” y entonces cuenta la anécdota de sus 12 años cuando era molestada por un chico que la acorralaba y le hacía hilarantes comentarios sexuales mientras la alzaba por la cintura y la sacudía. “Yo le escupí las palabras: ‘Bajame, pedazo de conchudo’, y el pibe quedó tan escandalizado que me bajó de inmediato.”

Enfurecida por los tests psicológicos a los que someten a las mujeres que deciden abortar y por la falta de independencia que tienen las personas con capacidades diferentes en la sociedad, Penny la roja arremete con todos los temas que se cruzan por su camino, mientras defiende la ocupación de propiedades privadas en desuso y se juzga como una chica de suerte: “El motivo por el cual estoy escribiendo una introducción a un libro con mis columnas, mientras muchos de mis amigos están en la cárcel, destrozan su salud mental en call-centers o languidecen con el subsidio de desempleo, no es el talento, ni el valor personal sino el simple hecho de que tuve suerte”. No es difícil entender que la suerte sea un desencadenante natural convertido en aliado si se tiene en cuenta que se crió en un mundo demasiado acostumbrado a preocuparse por los derechos siempre violados en tierras de otros, siempre más allá de las fronteras de la isla. Pero eso fue hasta ahora, dicen las voces que se agolpan en la boca de Penny, y mientras lo dicen descubren que el mundo que desprecian está puertas adentro.

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