Viernes, 4 de julio de 2014 | Hoy
MUNDIAL
La Biblia y el calefón rugen juntos que la Copa del Mundo sigue con sorpresas y contrastes.
Por Malena Rey
El Mundial de Brasil 2014 sirve para acercar realidades que a simple vista parecen lejanas, y para llenar de contrastes el presente extrafutbolístico del que nos alimentamos mediáticamente día a día, por lo menos una vez cada cuatro años, durante el mes que dura la Copa. Entonces, aunque no lo estén realmente, en los medios pueden ponerse al mismo nivel los lamentos de las prostitutas brasileñas (que se prepararon durante meses para atender a turistas extranjeros) porque fueron eliminados la mayoría de los equipos europeos de la copa y quedaron los pobres latinoamericanos (“Esta Copa de mierda nos arruinó. Quedó toda esa ‘resaca’ de uruguayos, chilenos, colombianos, argentinos... No pagan nada, están ‘secos’, no tienen un real, lloran por todo, quieren todo gratis”, le confesó una trabajadora sexual de Copacabana a la agencia DPA) con los dichos de Susana Giménez, que presenció uno de los partidos de la Selección en Brasil con excesivo entusiasmo (“Fue un día divino, me encantó el partido, me volví loca... Estoy afónica de tanto gritar, con la bandera en el corazón. La pasamos re bien, me aprendí todos los cantos, hasta el ‘Brasil, decime qué se siente...’. Me costó porque es larguísimo”).
El tema que causó mayor repercusión estos últimos días fue la supuesta devoción hot de “las mujeres” por Ezequiel “Pocho” Lavezzi, que entró en el partido con Nigeria: un pibe de barrio bastante picante y con los abdominales marcados que pasó por San Lorenzo y hace años juega en Europa. Como si la platea femenina nunca hubiera visto a un macho musculoso y tatuado (tiene el rostro de Jesús en el pectoral, y un revólver en la ingle...), las redes sociales estallaron de comentarios calentones y las notas de color se replicaron hasta el cansancio. Los hombres, como ya lo habían hecho cuando el fervor femenino era por el italiano Pirlo, empezaron a opinar también: que Lavezzi de joven era feo, que con plata se consigue cualquier cosa... En la radio, de hecho, llegaron a decir que muchos tal vez se vieron beneficiados por el “efecto Lavezzi”, porque sus mujeres estaban calientes y eso podía significar una noche de sexo desenfrenado en sus hogares.
Como una forma de burlarse de las repercusiones ridículas y a la vez de ratificar con ejemplos la máxima de que “las mujeres no entienden de fútbol”, una página de Facebook y una cuenta de Twitter (facebook.com/mujeresyelmundial y twitter.com/mujeresymundial) se encargan de replicar y compartir comentarios desafortunados de algunas que, creyendo aportar opiniones sobre los partidos, caen en errores graciosísimos. No se trata de mujeres en contra del fútbol, sino de chicas que siguen atentas un partido y de repente, ¡zas!, cometen un furcio que se amplifica en las redes con la velocidad de un rayo. Hay aportes a montones, y vale también reírse un poco de tanta tontera.
Pero lo más auténtico quizá venga de la mano del hashtag de Twitter #mundialminitah, una forma de calificar ciertos comentarios de mujeres para mujeres sin el prejuicio de parecer muy “minita”, sino haciéndose cargo y ridiculizando ese mote, y que cuenta con aportes de Ingrid Beck, María Carámbula, Paula Chaves, entre tantas otras. Bajo ese amparo, muchísimas usuarias comparten opiniones sobre el vestuario, los peinados y los cuerpos, claro, de los jugadores. Como si fuera poco, el tono de #mundialminitah parece haber llegado a la tapa del diario Olé, que en su edición del lunes 30 de junio publicó una entrevista a Yanina Screpante, nada menos que la pareja del mencionado Lavezzi, con el sugerente título “Pocho y La Pantera”, en la que Yanina confiesa que “siempre supe que estaba con un sex symbol”.
Sí, hay jugadores lindos en el Mundial, hay deportistas hermosamente dotados y hay cámaras profesionales que se encargan, tecnología mediante, de que reparemos en aspectos insospechados como músculos, piernas, shorts corridos, sudor, tatuajes. Pero esto no quiere decir que miremos fútbol sólo para verlos a ellos como chongos, ni para ratonearnos, si bien una cosa no quita la otra...
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