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Viernes, 2 de enero de 2004

INTERNACIONALES

La señora del Nobel

Para Shirin Ebadi, la abogada iraní que ganó el último Premio Nobel de la Paz, el Islam no es el problema para las mujeres sino una cultura patriarcal que les niega derechos fundamentales y considera a los hombres dueños “naturales” de los hijos. Premiada cuando su país es acusado de integrar el supuesto “eje del mal”, es una de las voces que exige para Saddam Hussein “un juicio equitativo en una Corte internacional”.

Por Mercedes López San Miguel

Shirin Ebadi, de 56 años y primera jueza de Irán, fue galardonada en Oslo con el Premio Nobel de La Paz 2003 por su trabajo en la defensa de la democracia y los derechos humanos frente al fundamentalismo islámico. El galardón tiene una alta significación política: representa un espaldarazo al actual presidente iraní, el reformista Mohamed Jatami, frente al ultraconservador líder espiritual, Alí Jamenei (Ebadi jugó un rol clave en la llegada del primero al poder). Y cuando Irán, junto a Irak y Corea del Norte, forma parte del llamado “eje del mal” para el conquistador del Norte.
Era junio del 2000 y Shirin, entonces abogada, había juntado evidencia de que los mulás de línea dura estaban detrás de una serie de ataques contra intelectuales reformistas. “El temor, como el hambre, aparece, no importa si te gusta o no”, dijo Ebadi en ese momento, cuando asumía los riesgos de encarcelación por ser profesora de leyes y activista. Para ese entonces se convirtió en jueza. Durante 23 días estuvo confinada en una celda donde pasaba el tiempo leyendo el Corán hasta que la liberaran, pero no fue la única vez que recibió una condena. Más tarde se la acusó de difamar la República Islámica y recibió dos años de suspensión del ejercicio de la ley. Ebadi denunció en reiteradas veces complots de los ultraconservadores en contra del gobierno del reformista Jatami.
La Revolución Islámica comandada por el ayatolá Jomeini (1979) la volcó a la militancia por los derechos de la mujer y, en consecuencia natural, los derechos de los niños. Actualmente está a cargo de la Organización para los Niños Iraníes en la capital iraní (gestada en 1998 incluso sin el permiso del gobierno), donde una colaboradora explicó por teléfono que Shirin estaba de viaje, porque alterna su estadía entre Teherán y Europa, especialmente en París. “Toda persona que trabaja por los derechos humanos en Irán debe vivir con miedo; pero he aprendido a controlarlo”, ha señalado Ebadi. Comentadores de la prensa conservadora local la acusan de ser una “herramienta de Occidente”. Los iraníes de línea dura están enojados con ella porque ha sacado a la luz los delitos del régimen islámico y ha cuestionado el derecho de los mulás a imponer su ley. Ebadi cree que el sistema representativo del Islam es reformable y el primer paso debería ser “que las autoridades religiosas interpreten correctamente las bases de la ley coránica”. Ebadi escribió 11 libros en derredor de los derechos humanos, el que le ganó reputación en su país fue Los derechos del niño (1988), primero en Irán en argumentar sobre el tema.
Para esta mujer que no viste el obligatorio chador ni el foulard islámico, el problema no radica en el Islam sino en la cultura patriarcal; un Estado que considera a los hombres como los dueños lógicos de sus hijos. Shirin exige las reformas de la familia iraní –divorcio, tenenciade hijos, etc.– y más: ha declarado que se propone colaborar con toda organización no gubernamental para trabajar en temas desde el maltrato de la mujer en el hogar hasta la limpieza de minas, peligrosos resabios de la guerra Irán-Irak de 1982-88. La flamante Premio Nobel manifestó a la prensa que el reciente capturado ex presidente iraquí, Saddam Hussein, “debe tener un juicio equitativo ante un tribunal internacionalmente competente”. Teherán responsabiliza a Saddam por esa guerra que dejó cientos de miles de muertos iraníes. Pero hoy la presencia de las fuerzas norteamericanas y de sus socios en el invadido Irak funciona de suerte de aviso para Irán. Las armas de destrucción masiva de las que habló Washington –y que nunca halló, e incluso de las que se mofa Bush con declaraciones recientes como “¿cuál es la diferencia?”– justificaron su política “preventiva” y vale recordar que acusa a Irán de desarrollar arsenal nuclear. Actualmente la Casa Blanca presiona para las inspecciones de la ONU en suelo iraní, una historia ya conocida.
El Comité Nobel noruego argumentó que Ebadi “adoptó posiciones claras y fuertes en su país y fuera de sus fronteras”. El premio está cargado de simbolismo porque Ebadi no es una típica feminista de Occidente sino una mujer musulmana que cree que el Islam es compatible con los derechos humanos, en ese sentido, no un sistema democrático impuesto por las potencias occidentales en busca de “liberar” los pueblos y luego irónicamente condenarles la deuda externa. La jurista forma parte de un conglomerado de mujeres musulmanas y jóvenes estudiantes alineados a una idea de apertura del Irán islámico. Sobre las especulaciones de si Ebadi ahora podría aspirar a un cargo político, quizás una banca en el Parlamento en el 2004, la Nobel ha rechazado de plano esa idea: “Son los políticos los que violan los derechos humanos”, dijo a la revista Time este mes. Insiste con que lo importante “es que los iraníes construyamos juntos una democracia. Nuestro país no necesita un héroe”.

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