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Viernes, 18 de junio de 2004

CONSEJITOS DE MARU BON BON

De cómo la buena vista anima a las buenas partes

Desde mi retiro en las sombras, queridos y queridas amiguitas/os -todas/os necesitamos un descanso de tanto en vez– es que les envío esta página de cosas aprendidas al fragor de lúdicas batallas. Porque bien sé mis estimados/as que la ansiedad a veces las/los precipita, que las pantallas animadas con blondas/ondos, acrobáticas/os y bien dotados actores y actrices del placer les obnubila la mirada que, sépanlo desde ahora, sirve para tocar tan bien como las propias manos. Deténganse entonces, dejen el estímulo cinematográfico en el rabillo del ojo y vean a quién tienen a su lado/a que el placer será mutuo y la dicha duradera -aunque esta última fortuna no se brinde a todos/as por igual. Y como por algún lado se empieza, tengan en cuenta lo que sigue:
Conózca(n)se a sí mismo/a/s: Quien no ha podido observar sus partes con la atención que merecen los fenómenos naturales, los milagros propiamente dichos, mal podrá más tarde apreciar la acaracolada belleza de los pliegues, las arrugas de lo que desfallece, el tímido luna a una entre millones de cumbres. Sea/n valiente/s, mírense al espejo y más allá, coloquen el espejo donde mejor rinda para que les devuelva las imágenes que ni la más atrevida acrobacia permitiría.
Ame(n)se así, con lo que hay y lo que falta: No tema al primer plano, si es usted quien no se regodea con los aciertos y errores que la naturaleza os ha otorgado, mal podrá invitar a otros/as a disfrutar del paisaje. Pelillos en las zonas postreras, y aun escapándose de bragas, pantaletas y calzoncillos, son regalos de nuestros genes con fines desconocidos, pero seguramente prácticos. Apaguen la tele, amiguitos y amiguitas, ¿para qué caer en burdas comparaciones?
Aprecien las diferencias: Una vez segura/o de lo que tiene para ofrecer, está usted lista/o para el encuentro fecundo –aunque no fértil, al menos no hay por qué–; note las peladillas allí donde usted goza de bosques, vea cómo laten los abismos de que algunos/as gozan en el sitio exacto donde su cuerpo monta piquetes. ¡Deje las manos quietas! Que esto se trata de observar –y por tanto de tentar– antes de pasar a los hechos.
Ahora sí, indique el camino con palabras claras: Quien ha sabido mirar, más tarde podrá nombrar, sin medias palabras, onomatopeyas ni falsos rubores aquello que ha visto y podrá guiar a quien se anime por las sendas adecuadas. ¡No insista, hablo de los ojos (¿será posible que no pueda dejar la manito en su lugar, qué tal si se la ata?)! Recuerden, amiguitos y amiguitas, que la conciencia de lo que una/o/s está/n haciendo, conciencia clara verbalizada y de ojos bien abiertos, contribuye en mucho a su universo fantástico y por tanto al placer de las partes, sean éstas pudendas o no.

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Una mirada atenta permite
florecer las zonas pudendas.
 
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