Viernes, 18 de junio de 2004 | Hoy
POLITICA
Beatriz Kohen es una de las 9 integrantes del Equipo Latinoamericano de Género y Justicia (ELA), una organización que se formó en mayo del 2003 con la misión de mejorar la situación de las mujeres en la Justicia. Sobre el cupo en la Corte Suprema, el sexismo en ámbitos judiciales y la necesidad de una formación académica que incluya una perspectiva de género habla en esta entrevista.
Que haya dos magistradas en la Corte Suprema no es el fin de la discriminación
de la mujer en la Justicia. Pero sin duda va a ayudar. Que ellas estén
en un lugar de tanta jerarquía dentro del Poder Judicial contribuirá
a que muchas abogadas puedan pensarse a sí mismas como posibles jueces.
El efecto demostración es fundamental.”
La socióloga Beatriz Kohen es especialista en el tema mujer y Justicia.
Acaba de terminar sus tesis de doctorado en la Universidad de Sussex, Gran Bretaña,
sobre el comportamiento de los y las jueces de tribunales civiles especializados
en temas de familia, y es miembro del Equipo Latinoamericano de Género
(ELA), integrado por sociólogas y abogadas que bregan por un mejoramiento
de la situación de las mujeres dentro de la Justicia.
–Con Elena Highton ya instalada en la Corte Suprema y Carmen Argibay a
punto de presentarse a la audiencia pública que le habilitaría
el mismo recorrido, se puede decir que se avanzó bastante en relación
al papel de las mujeres dentro del Poder Judicial. ¿Pero cuántas
deudas quedan aún pendientes en el marco de una Justicia sexista?
–A mí me parece fantástico lo que está pasando. Es
una larga deuda que tenía este país con las mujeres. En otros
lugares, como Honduras o Panamá, hay bastantes mujeres en la Corte Suprema.
Argentina está muy atrasada en este sentido. Ahora bien, las mujeres
no están representadas en el número que les corresponde. Son mayoría
en la Facultad de Derecho y casi el 50 por ciento de los abogados. No se entiende
por qué cuando se llega al Poder Judicial o a los grandes estudios las
mujeres son menos y ocupan lugares muy bajos. Claro que quedan temas pendientes.
–Con el acceso de mujeres a cargos de decisión se plantea el debate
de si el cupo tiene sentido si esas mujeres no tienen mirada de género.
–El hecho de ser mujer no garantiza que los fallos de esas jueces tengan
en cuenta a las otras mujeres o que a través de su acción traten
de mejorar la situación de las mujeres. Para eso se necesita una perspectiva
específica. Pero desde lo simbólico es muy importante que haya
mujeres en lugares de decisión. Cualquier persona que tenga una perspectiva
democrática va a pensar que es positivo que haya mujeres en esos puestos,
por un tema de representación política y equidad. Independientemente
de cómo sean los fallos, en una sociedad equitativa las minorías
tienen que ser representadas. Es algo que desde el punto de vista de la teoría
de la democracia casi ni se discute.
–¿La mayor representatividad a la larga forma una mirada específica?
–Los estudios hechos son poco definitorios. Por un lado, hace pocos años
que hay suficientes mujeres en las cortes como para analizartendencias. Incluso
aquí, en las cortes provinciales, si bien hay mujeres todavía
no hay suficiente jurisprudencia como para analizar decisiones. Los estudios
hechos en Estados Unidos y otros países han arrojado que en cuestiones
que tienen que ver con las mujeres, éstas tienden a tener una mirada
más a favor de ellas –división de la propiedad conyugal,
aborto, delitos sexuales, cuestiones de familia–, pero en los otros casos
las juezas muchas veces fallan en forma más severa con otras mujeres,
les dan penas más largas.
–¿Cuál es la causa de este comportamiento?
–Yo creo que está la discusión de si las mujeres aportan
o no algo femenino a la Justicia. Si las mujeres trajeran algo especial, como
una ética del cuidado, lo más probable es que una educación
como la legal borrara esa tendencia. Las mujeres que llegan a la Justicia han
recorrido un largo camino en el que lo más probable es que hayan tenido
que reprimir cualquier diferencia, porque si la evidenciaban no hubieran podido
avanzar en un mundo masculino. Mi hipótesis es que fallan más
duro contra otras mujeres para no ser tildadas de favoritismo.
–Hay otra idea, bastante discutible, que es que las mujeres tenemos algo
así como el patrimonio del comportamiento impoluto. Desde esta concepción,
¿podría ser que esos fallos intentaran conservar este espacio
inmaculado para las mujeres?
–Podría pesar esto. También lo que pasa es que el derecho
y los delitos fueron pensados mucho más en relación con el mundo
público, y ese mundo pertenecía a los varones. Pero eso está
cambiando porque muchas más mujeres aparecen cometiendo delitos del orden
de lo público y porque el derecho se abrió al mundo privado. La
violencia doméstica, los abusos en los que el Estado no se metía,
hoy no se pone en duda que son materia de política pública.
Dos estilos
–La Corte Suprema tiene que tratar próximamente temas como la Obediencia
Debida y el Punto Final, ¿cree que por tratarse de cuestiones de derechos
humanos, Argibay y Highton son garantía de mayor sensibilidad?
–Yo creo que por pertenecer a un grupo discriminado como son las mujeres,
ellas, aunque sean relativamente privilegiadas, pueden tener una mirada más
crítica sobre el tema. Hay una jueza canadiense que dice que lo que se
necesita es un cambio de actitudes, no de cromosomas. Los cromosomas por sí
mismos no van a traer cambios. Ahora tenemos dos juezas muy diferentes postuladas
a la Corte.
–El compromiso de Carmen Argibay con los derechos humanos es público
y está avalado por su trayectoria. ¿Qué puede esperarse
de Elena Highton?
–Puede ser una feminista liberal. Es una de las fundadoras de la Asociación
de Mujeres Juezas, tiene que tener una mirada de género.
–Sin embargo su trayectoria como jueza no da indicios de que esté
comprometida especialmente con los derechos de las mujeres.
–Creo que no, y menos por su bajo perfil en cuanto a las declaraciones.
Claramente, Carmen Argibay tiene una postura mucho más crítica
sobre las relaciones de género.
–¿Qué posición tiene ELA en relación a ambas
juezas?
–Ha apoyado y hecho campaña en relación con Argibay, mientras
que no se ha expedido sobre Highton.
Argentina y el mundo
–¿Cuál es la situación argentina en relación
con el resto del mundo en cuanto a legislación vinculada a la mujer?
–Me parece que la legislación está muy al día en
el contexto de los países en desarrollo. Si pensás en los derechos
políticos de las mujeres, mientras en Europa se discute la paridad nosotros
estamos con las cuotas. Ahí estaríamos un poco atrasadas.
–En cuanto a la presencia de las mujeres en el Poder Judicial, ¿cuál
es la situación de Argentina?
–Depende de los fueros y las instancias. En Argentina, en primera instancia
las mujeres están mayormente representadas en el fuero civil y, particularmente,
en la Justicia civil con especialización en familia, ahí son más
de la mitad. Lo mismo en el fuero laboral de primera instancia. Hay bastantes
mujeres en los juzgados administrativos federales –que son los que llevan
causas relacionadas con la Nación– pero no tengo una hipótesis
sobre por qué pasa esto. Después, a medida que vas subiendo hay
menos mujeres. Y esto es igual en todos los países. Una particularidad
es que Argentina tiene más mujeres que otros países en el Poder
Judicial, pero menos en la Corte Suprema.
–¿Que el sistema judicial sea sexista –abogados, jueces,
asociaciones profesionales– está directamente relacionado con la
formación académica?
–Sería esperable que cada vez más los futuros abogados,
hombres y mujeres, sean capacitados en una perspectiva de género. En
este momento hay sólo 2 o 3 cursos en toda la carrera de Derecho de la
UBA relacionados con el tema, y no son obligatorios. Eso te puede dar la pauta
de lo que los abogados entienden por derechos de las mujeres. La Facultad de
Derecho está relegada en relación con otras facultades. Fijate
que hay posgrados en género en Psicología, en Filosofía.
Esto se modificará en la medida en que se forme una masa crítica
que presione y que recién está armándose.
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