Viernes, 29 de diciembre de 2006 | Hoy
CONSEJITOS DE MARU BON BON
Es verdad, queridas amigas, a veces el amor (o la pasión, arrebatada y pasajera, por qué no) nos suelta la lengua. Es lógico que después de haber escalado la cima de los placeres carnales usted quiera ir por más, hasta ahora no se conocen alpinistas que se hayan conformado con una sola cumbre. Pero –¡cuidado!– la locuacidad se ha cobrado sus víctimas, toda confesión viene atada a una penitencia y –a no ser que sea usted una histérica hecha y derecha– no querrá que su propuesta indecente sea coronada por el destierro del desprecio o la indiferencia. Por eso, antes de desnudar su alma, reflexione:
Sea mesurada, fíjese bien a quién tiene entre sus piernas –o yaciendo blandamente a su lado–, si el personaje de marras fue conquistado en un taller mecánico y todavía exhibe esas motas de grasa tan masculinas, no le proponga de buenas a primeras calzarse ese arnés que guarda en el placard para mostrarle dónde tiene él el punto G. No importa cuántos otros hayan gozado antes de sus favores; si quiere sumar un palote más en la cuenta de sus logros, sea prudente, avance sin artificios con esas lindas manos que Dios le dio.
Ideal para relaciones incipientes, sobre todo aquellas que apenas han pasado la barrera del “¿venís siempre a este lugar?”. Entre el menú de preguntas insípidas que suelen acompañar el cigarrillo de después, usted puede preguntar cuántas veces asistió a un boliche swinger o si su perro sabe lamer las partes pudendas con la misma naturalidad de quien inquiere por el lugar de vacaciones. Si ve que la cara de su compañero/a se descompone, desista. Mujer que huye, sirve para otra conquista.
¿Está usted preparada para cualquier cosa? ¿Está dispuesta a escuchar lo que él o ella tienen para proponerle? Entonces avance, incítelo/a, muéstrese superada, ávida de nuevas experiencias, harta de la chatura y la falta de fantasías. Use ejemplos –fáciles de encontrar en cualquier videoclub– y resígnese, la mayoría tendrá muy poco para decirle.
Convierta su confesión en algo que le pasó a una amiga, trate de ocultar el rubor en sus mejillas mientras relata, evite los suspiros, la exhibición de marcas de spankling y sobre todo los detalles que puedan dejarla al descubierto. Nunca, pero nunca, nunca, explique cómo fue que logró eso que en las películas –nunca en la vida real– se llama doble penetración o fist fucking u otra chanchada similar, ese tipo de consejos no los dan las amigas y suele convertir las fantasías en meras experiencias del pasado.
Sean discretas, queridas amigas, la concreción de las fantasías –o su repetición– merece paciencia e imaginación. Y, como todas sabemos, no hay nada que haga sentir mejor a un amante que creer que es el único privilegiado.
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