Una pequeña caravana de jinetes atraviesa el verde, pasa una tranquera. Dos hombres y una mujer marchan en silencio, ella con falda larga y una sombrilla rosa, sentada de costado sobre el caballo. Entran en un pueblo de calles empedradas. La joven mujer es Biela, una rica heredera, huérfana reciente que siempre vivió y trabajó en el campo, y que acaba de ser adoptada por la familia de su primo Conrado. Aunque en otra época histórica –los comienzos del siglo veinte–, Biela guarda puntos de semejanza con Macabea, la protagonista de La hora de la estrella, primer largo de ficción de Suzana Amaral inspirado en el relato de Clarice Lispector acerca de una chica nordestina sola en el mundo, sin recursos de ninguna especie, que llega a San Pablo e intenta vanamente adaptarse. Quince años después, basándose de nuevo en un texto literario –esta vez de Autran Dorado– Amaral realiza su segundo film, Una vida en secreto, único estreno local de esta semana, protagonizado por Sabrina Greve (foto), ganadora de varios premios por esta labor.

Suzana Amaral –también hacedora de documentales, novelas y telefilms, guionista y productora– representa el caso inhabitual de un ama de casa de 36 años con ocho hijos, que a fines de los ’60 decide dedicarse al cine. “Siempre fui muy inquieta, una persona rebelde que buscaba hacer cosas diferentes y arriesgadas fuera de mi casa, que trataba de contribuir al presupuesto familiar”, declara Amaral a Las/12. El primer paso fue anotarse en un curso de la Universidad de San Pablo, donde se graduó en 1971, año en que también se divorció de su marido médico. Trabajó en la radio y la televisión de esa ciudad hasta que en 1976 obtuvo una beca para estudiar cine y TV en la Universidad de Nueva York, y ya que estaba en esta ciudad, cursó en el Actor’s Studio. De regreso en Brasil, realizó el premiado documental Minha vida nossa luta. Como estaba en sus planes filmar

La hora de la estrella, compró los derechos, pero debió esperar unos años antes de concretar este proyecto tan deseado. Presentado en 1985, el film fue muy reconocido en Brasil y en el exterior: veintipico de premios, entre los cuales un Oso de Plata en el Festival de Berlín.

“Siempre me inquietó mucho el tema de las personas que se confrontan con otras realidades”, dice Amaral a propósito de La hora... y de Una vida en secreto, dos elecciones que prueban su interés de toda la vida por la literatura. En el estreno de ayer, Biela, la chica sencilla de campo desconoce los códigos de la ciudad, las maneras burguesas, las diferencias de clase. Se desorienta, trata de encajar, cambia de ropa y de peinado y hasta acepta a un novio que no ama para darle el gusto a su tía, una mujer sometida que cree que Biela no sólo debe vestir a la moda y aprender a bordar, sino también casarse lo antes posible. Pero el compromiso se rompe porque él huye con plata robada y entonces la chica reacciona, recupera su centro, su imagen, sus tendencias y se impone serenamente a sus parientes. Vuelve a cocinar en distintas casas, se relaciona amistosamente con las criadas, reparte remedios caseros, y se guarda algún dinero que le ofrecen por sus trabajos porque considera justo que le paguen. Al revés de la Macabea de La hora... que se deja llevar por ensueños románticos inalcanzables y toma aspirinas para paliar el dolor moral que la agobia, Biela se reencuentra armónicamente consigo misma. “Soy budista y creo que cada persona tiene un camino por recorrer”, señala Suzana Amaral. “Biela tenía el suyo, intuitivamente zen. Quería ser auténtica, vivir según su instinto. Así lo entendí en la obra de Dorado, porque cuando hago adaptaciones literarias para el cine o la televisión, busco el eje temático y el del personaje. Después de impregnarme del espíritu del libro, lo tiro por la ventana y, de algún modo, creo una nueva obra. No sigo el relato original paso a paso, me siento con derecho a hacer ciertos cambios siempre que no modifiquen su sentido”.