Viernes, 24 de junio de 2005 | Hoy
INUTILíSIMO
Le toca hoy al legendario Dale Carnegie darnos doctos y prudentes consejos por medio de su merecidamente célebre libro de “formulas prácticas para que situaciones vinculadas al dinero que nos inquietan no nos empeoren la vida”, titulado con toda precisión Cómo suprimir las preocupaciones y disfrutar de la vida (Ediciones Cosmos, Buenos Aires, 1974). Ya en los años ‘40, cuando escribió la primera edición, Mr. Carnegie conocía muy bien el peso del llamado vil metal en la vida personal y cotidiana. Después de desplegar un rosario de máximas, a cual más práctica e ingeniosa, el pionero de la autoayuda nos indica: “Si no nos es posible mejorar nuestra situación financiera, seamos buenos con nosotros mismos y dejemos de lamentarnos por lo que no puede ser cambiado”.
Magistrales palabras que Dale Carnegie procede a explicarnos con meridiana claridad: si aceptamos la situación que nos ha tocado en suerte con naturalidad, “tal vez podamos mejorar nuestra actitud mental hacia ella. Recordemos que los demás también tienen sus propias preocupaciones financieras. Cabe que nos preocupe no estar a la altura de los Pérez, pero es probable que los Pérez estén preocupados por no estar a la altura de los González, y que los González estén preocupados por no estar a la altura de algún multimillonario”. Vean ustedes qué simple y sencilla manera de reubicarnos en la realidad y en la escala social (lo de los apellidos castizos se lo debemos a la traducción). A fin de cuentas, nos señala el autor de Cómo suprimir..., algunos prominentes norteamericanos, como Lincoln y Washington, tuvieron también sus problemitas financieros, y hasta debieron pedir un préstamo para hacer el viaje de toma de posesión del cargo presidencial.
“Si no podemos tener todo lo que queremos, no envenenemos nuestros días y no nos amarguemos con resentimientos”, pontifica nuestro gurú de la semana. Y para disminuir nuestra intranquilidad en materia financiera, nada mejor que atenernos a reglas de oro como las que dicta el profesor Carnegie: aprendamos a gastar juiciosamente nuestros dineros; valoremos nuestras posesiones terrenales en relación con las de aquellos que tienen menos; huyamos en lo posible de cualquier forma de juego (por plata, claro). Pero si verdaderamente no podemos resistir la tentación o nuestra actividad social nos obliga, elijamos un juego con cierta chance asegurada. Para lo cual Carnegie nos recomienda leer con suma atención Cómo calcular las probabilidades de éxito, de Oswald Jacoby, una autoridad en bridge y poker para quien lo más desaconsejable está en la zona de las apuestas: las carreras de caballos, los dados y la ruleta quedan excomulgados, por decirlo religiosamente.
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