Ya tenemos –desde el 8 de diciembre, según la etiqueta navideña– el arbolito armado y el adorno correspondiente colgado en la puerta de entrada, pero nos falta la parte más complicada y laboriosa: preparar la fiesta de Nochebuena. A no inquietarse, gentiles lectoras, porque la revista Mucho Gusto viene a sacarnos de tamaño apuro con recomendaciones indispensables. Los primeros pasos hay que darlos en la cocina y con los siguientes:

Organización del menú

• Lista general de compras
  
• Elaboración anticipada de toda la pastelería
  
• Elección del cocktail y de las demás bebidas

A continuación, pasemos al comedor para seleccionar:

• Mantelería
  
• Centro de mesa acorde
  
• Servicio completo de cubiertos
  
• Cristalería y porcelana

El menú debe ser muy paquete, nos dice este ejemplar de la citada revista de los años ‘60, cumpliendo los siguientes preceptos: variedad de comidas, de sabores, de presentaciones. La sucesión de platos se ajustará a los siguientes cánones clásicos:

• Presentación de los hors d’oeuvres
• Entrada fiambre
• Plato a base de pescado o verduras
• Plato principal a base de carne (de ave, vacuna, etc.)
• Vinos a discreción
• Postre hecho en casa
• Fruta fresca y seca
• Café y licores
• Champaña

Mucho Gusto aconseja el blanco o los suaves tonos pastel para la mantelería, y en el centro una fuente de plata con un lecho de espigas de trigo y una corola de rosas rojas en el medio, del mismo color que las velas que estarán en dos candelabros también de plata a los lados. En la mesa, la vajilla se dispondrá a la manera tradicional, distribuyendo asimismo saleritos iguales de cristal y ceniceros individuales. Si se tiene que prescindir del servicio doméstico, pueden figurar sobre la mesa botellas de vino en canastillas especiales para facilitar su manejo. En el living, primera escala de los invitados, se multiplicarán los arreglos florales y habrá música alusiva suave. Si los comensales son numerosos, Mucho Gusto sugiere colocar una tarjeta señalando la ubicación de cada persona, tratando de alternar damas y caballeros, y de separar –momentáneamente, desde luego– los matrimonios para así estimular la amable conversación.