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Viernes, 16 de marzo de 2007

INUTILíSIMO

Una mujer es una mujer

El número 11 de la revista El Correo de la Unesco (1955) trata de despejar una pregunta que causa inquietud desde los albores de la humanidad: “¿Es la mujer un ser inferior?”. A través de distintos artículos se analiza la acción femenina en la sociedad, la política, el trabajo, la educación, la familia, intentando demostrar que no existe tal inferioridad. Aunque tampoco debemos creernos que se puede alcanzar la igualdad plena en la vida cotidiana, por más que se hayan sancionado leyes en ese sentido.

En la nota ¿Deben las mujeres actuar como los hombres? se puntualiza que “en el Código Civil y en otras disposiciones legales codificadas, la mujer puede tener, en teoría, tal y cual derecho, pero si se le ocurre llevarlo a la práctica, su actitud puede originar una avalancha de prejuicios que amenazará sepultarla socialmente”. De modo que a no ilusionarnos en vano y sí a conducirnos de manera sensata y realista, porque “tanto en la vida pública como en la familiar, la mujer debe cuidarse de no caer en el abismo que se abre, aun en nuestros días, entre las costumbres y los derechos”. Por otra parte, conviene no olvidar en nuestra cultura el peso de la religión “que siempre ha desempeñado un papel importante en la organización familiar, determinando la situación de la mujer”.

Otro cuestionamiento peliagudo que la revista no esquiva (pero tampoco responde) es: “Si la familia en su carácter de comunidad debe tener un jefe, ¿quién debe desempeñar ese papel?, ¿el hombre o la mujer?”. Tampoco aquí hay que confiar en las leyes, “porque no se trata de un derecho sino de simples convenciones sociales que pueden tener un carácter interno”. Habrá que negociar, pues, con el jefe virtual que no hace falta decir quién es...

En verdad, todo se allana y se aclara si mantenemos incólume nuestra feminidad, si partimos de la base que “a pesar del hecho de la emancipación, la mujer tiene funciones diferentes de las del hombre, tanto en la sociedad como en la familia. Porque la igualdad de derechos no debe conducir a la absurda idea de que la mujer puede vivir y actuar como los hombres”. Qué va, esa es la grave equivocación en que incurren algunas jóvenes que se pasan de modernas, no dándose cuenta de que “aunque hombres y mujeres gozan de los mismos derechos, uno y otra están destinados a tareas diferentes”.

Pero no vayan a creer que siempre la culpa es de nosotras porque “en muchas ocasiones es la sociedad la responsable de que la mujer tenga un concepto absurdo de su misión. Esto sucede por considerar mucha gente que el trabajo de la mujer en el hogar es menos importante y valioso que el que realiza el marido en la oficina o el taller”. Error fatal y en extremo perjudicial, ya que “una mujer que gobierna perfectamente su hogar y que forma a sus hijos como ciudadanos probos, puede estar orgullosa en la misma medida que un cirujano después de una operación eficaz o un jefe militar al conseguir una victoria” (sic).

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