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Viernes, 16 de marzo de 2007

VISTO Y LEíDO

El grito del amor

 Por Liliana Viola

El navío Night / Aurelia Steiner
139 páginas
El cuenco de plata

Extremista y obstinada, Marguerite Duras construyó a través de más de 10 films unas 40 novelas, otras tantas obras de teatro e incontables artículos periodísticos, una obra tan propia del mundo del cine como del literario. Y lo hizo sin apartarse de ninguno de los dos lenguajes. Ni de ella misma. La autobiografía, la vehemencia con que aparecen o se esfuman los amantes, el comunismo y el Mayo Francés, la muerte del hijo recién nacido, o la madre que en el lecho de muerte la ignora, aparecen y desaparecen de sus trabajos como una secuencia con lógica siempre de vanguardia.

La imagen y el sonido han sido componentes esenciales de su literatura, que parece tomar al terreno de lo cinematográfico como una cadena de signos propia de su alfabeto personal. Protagonizó películas, las dirigió, escribió guiones y varias de sus novelas fueron llevadas al cine. Así ocurrió con El amante, que ganó en 1984 el prestigioso premio Goncourt y que llegó a la pantalla dirigida por Jean-Louis Arnaud. Entre sus películas se destacan India Song, Les enfants, su guión de Hiroshima mon amour, y La femme du Gange.

Para los amantes de El amante, para los de Marguerite Duras, y para quienes son amantes en este preciso momento, esta selección de sus textos cinematográficos muestra la sutileza de su voz, que (como decía Annaud) “parecía la voz de quien venía de celebrar un meeting el día anterior” mientras expone la desnudez de aquello que sintetizamos con la palabra deseo. Se trata de textos que sirvieron de soporte o conclusión al cine experimental que la autora abordó a fines de los años ’70. La historia del navío, narrada primero por su protagonista y luego convertida en película imposible, ronda con insistencia poética el grito del que ama. El deseo de un hombre y de una mujer que no se encuentran nunca y que trabajan para no hallarse tiene el poder de perdurar más allá de toda ausencia e incluso de generar tensión en los espectadores. Comenzaremos deseando que se produzca un desenlace y luego, ya no.

Marguerite Duras, que murió hace 11 años en París, había nacido en 1914, unas semanas antes de que estallara la Primera Guerra Mundial, en Gia Dinh, Indochina. Cambió su verdadero apellido por Duras, el nombre del pueblo francés de donde procedía su familia. Y cambió en su vida muchas cosas menos el deseo que la impulsó a escribir, y la ardiente conciencia que le dictó sus brillantes y últimos alegatos sobre la falsedad de las ONG, y las falsas caras de Mitterrand, entre otras cuestiones de la realidad política donde el deseo y el grito de amor se producen y perduran.

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