Viernes, 28 de septiembre de 2007 | Hoy
INUTILíSIMO
Tristemente, hay que reconocer que numerosos fracasos matrimoniales se originan en la incomprensión, por desconocimiento mutuo, entre el hombre y la mujer. Tiene harta razón el libro formativo Para ti, novia, firmado por Angel del Hogar (Desclée de Broker, Bilbao, España, 1966) cuando afirma que “el marido no comprende suficientemente los deseos del alma femenina, interpreta erróneamente sus actitudes”, y también a veces —a fuer de sinceras— hay que decir que les sucede lo propio a las mujeres respecto de los varones...
“¿Existe en realidad el alma masculina?”, se pregunta Angel del Hogar, no para negar su existencia —el Espíritu Santo nos libre de tamaña herejía— sino para evitar injustas generalizaciones, ya que “cada hombre tiene su carácter propio, y en su conjunto, los seres de sexo masculino presentan un aspecto físico y moral que los diferencia netamente del mundo femenino”.
Según Para ti..., el primer rasgo, “muy constante y acusado de la psicología masculina, es que el matrimonio no ocupa un primer plano ni en su espíritu ni en su corazón”. En cambio, se nos recuerda, la mujer está hecha de otro modo: “Su tendencia es a no ver otro sentido en la vida más que el matrimonio, la vida sin hogar le parece horriblemente vacía”. Porque cuando una joven piensa seriamente en el porvenir, lo primero que se le aparece es la familia que ha de fundar. Por lo cual, “el matrimonio le parece la única profesión femenina verdaderamente interesante, la que más la apasiona y a la que se consagrará de bonísima gana”.
Pero, desdichadamente, no ocurre lo mismo con el hombre, para quien el hogar no es el único centro de interés importante en su vida, puesto que “el trabajo y el logro profesional, la ambición social y de riquezas, renombre y reputación, constituyen para él poderosos atractivos”. Todo lo cual, se nos tranquiliza, “sin dejar de soñar alguna vez con una mujer y un hogar, a título de expansión y dulzura”. Claro que siempre sin centrarse exclusivamente en el amor y la familia.
Por otra parte, deben saber las jóvenes prometidas que se preparan ilusionadas para la boda que “si la mujer se halla naturalmente orientada hacia la maternidad, el hombre pone menos interés en la paternidad”. Otra diferencia más que puede distanciar a esposa y esposo...
Y hay más motivos de incomprensión: el tercer rasgo de la masculinidad “es la importancia que concede a los elementos sexuales”, aspecto éste que “parece menos seductor al alma femenina”. De tal manera está hecho el varón, nos enseña Para ti..., “que hay en él una especie de vitalidad desbordante, que se advierte también en las tareas que elige realizar”. En el plano conyugal, esta tendencia “lo lleva a conceder gran interés a las relaciones sexuales y otorgarles ritmos de excesiva frecuencia para el gusto de la esposa” (sic, sic). Peor aun, más de una vez, las suaves insinuaciones de ella en busca apenas de ternura espiritual, “de dulce intimidad de corazones”, son mal comprendidas y la esposa “se ve desagradablemente sorprendida cuando él se orienta instintivamente hacia la sexualidad”. Al parecer, todas las jóvenes casadas “pasan por esta experiencia decepcionante”.
En fin, como dice Angel del Hogar: “¡Qué hombres éstos, tan poco comprensivos de nuestra alma de mujer!”. Por todo lo expuesto, el mejor consejo es poner frenos desde el noviazgo a esta proclividad sensualista del amor masculino, que “siempre trata de ir más allá de lo conveniente o permitido”. Atención, pues, en esta etapa a los besos masculinos, impulsados “no se sabe por qué fiebre o paroxismo que extrañan a la prometida, cuyas manifestaciones amorosas se harían más tranquilas, dulces y tiernas”. Se trata, por si no quedó claro, de poner límites a tiempo y adoctrinar a estos hombres sobre lo bonito de la espiritualidad por encima de la animalidad...
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