Viernes, 1 de julio de 2005 | Hoy
MONDO FISHON › MONDO FISHON
Que “lo que ocurre es que determinadas marcas, por estrategias o por definición, establecen que fabrican determinados productos o talles”. Que si ahora no hay es por algo. Que para qué se van a poner en gastos incrementando la cantidad de tela en las prendas, si total no va a haber adolescentes tan generosas con sus cuerpos y billeteras como para llenar esas prendas en tamaños... naturales. Palabra más, palabra menos, esos vienen siendo los argumentos que gran parte de las empresas textiles levantaron como bandera blanca a mediados de esta semana, en cuanto empezó a regir la (demoradísima) Ley de Talles (Nº 12.665) en la provincia de Buenos Aires gracias al decreto que, finalmente, la reglamentó. El estreno, en realidad, viene a ser una especie de cuenta regresiva, cuyos efectos se verán recién cuando las prendas de la colección verano 06 aparezcan en vidrieras y percheros, pero bastó que entrara en vigencia para que el despecho emergiera de las gargantas de l@s vocer@s de más de una empresa textil con el gesto de quien sufre la traición más vil. Cómo será la trampa, que más de una se descubre, ay, diciendo en un momento de descuido: “pero está muy bien... una chica de talle 48 tiene derecho a vestir a la última moda”, con lo cual la posibilidad de vestir con cierta dignidad (que no apriete demasiado y una se ahogue, que no haya que reformar todos y cada uno de los pantalones porque quedan bien en un lado y mal en otro, que no termine exponiendo pulposidades si no es el deseo de la usuaria) termina siendo, amigas, ¡una aguerrida pelea civil! El consumo nos hará ciudadanas...
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