Viernes, 15 de julio de 2005 | Hoy
¡ZAPPING! › ¡ZAPPING!
Por Soledad Vallejos
La rubita de rizos exagerados y rostro de Barbie alimentada en McDonald’s es un capullo, le dice la conductora, y está de pie frente a un gran telón esperando descubrir lo que nosotras ya sabemos porque caímos de bruces, por error y azar, en ese canal (Warner) una noche de domingo, justo cuando se está por descorrer el telón para que la capullita se mire al espejo. No se ha visto a sí misma en tres largos meses. Lo suyo ha sido la entrega, en el sentido literal y extendido de la palabra: llegó fea, muy fea, tanto que de a ratitos se ponía a llorar por fea, gorda y frustrada (eso es lo que pasa cuando una no cumple, lo ven), y por eso mismo había llegado tan decidida a trabajar duro. Léase: ceder su cuerpo a la ciencia y sus intervenciones sin chistar, soportando casi estoicamente diagnósticos y comentarios sobre la flojeza de su abdomen, el escaso gracejo de su nariz y la ausente contundencia de su pecho. Mal anda quien mal acaba, y por algo habrá llegado esa chica a estar como está: ahora, que haga caso a los doctores (que luego dirán: “Oh, Kelly no puso mucho empeño, tendría que haber bajado 10 kilos más”), que algo saben. En esos tres meses, la transformaron o, lo que es lo mismo, la hicieron de nuevo de pies a cabeza, del derecho y del revés, de los dientes a las piernas, pasando por la cintura, los ojos, el cabello... Una vez reconstruida, ella y la otra capullita conocerán –además de su aspecto– la decisión del jurado: cuál de las dos se convertirá en participante del exclusivo y único concurso de bellezas operadas del mundo. No ganó nuestra rubita, aunque mereció -igual que su compañera– el tan apropiado título de Cisne (claro, por algo el programa se llama The Swan). Porque la primera impresión es la que cuenta.
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