Viernes, 4 de mayo de 2007 | Hoy
VISTO Y LEíDO
Acido sulfúrico
Amélie Nothomb
Anagrama
Desconcierto, indignación, aburrimiento y morbo son las cuatro emociones modernas que el fenómeno de Gran Hermano sabe muy bien despertar. Incluso en quienes no lo miran. Enterada Amélie Nothomb, su novela número 14 –desde 1993 ha publicado una por año– responde y se apropia del fenómeno para devolverles a sus lectores, completamente digeridas, la crítica y la advertencia sobre su propia responsabilidad en el asunto. La originalidad que ha mostrado Nothomb para escribir el despecho frente al mundo, aparece simplificada y hasta disuelta en esta propuesta maniquea y exageradamente pedagógica.
La joven escritora que desde su primera novela, Higiene del asesino, parece decidida a enrostrarle a la sociedad sus fallas e hipocresías, esgrime esta vez sus armas literarias favoritas –sobre todo la alegoría– para dar un poco más de “gran hermano” y plantear dilemas morales.
Si la pregunta general es ¿hasta dónde son capaces de llegar con este invento?, Nothomb contesta con una versión previsible, imaginada ya por Appollinaire entre otros malditos: podrían llegar, por ejemplo, hasta convertir la pantalla en un campo de concentración donde los participantes –en este caso secuestrados por la calle– resultaran víctimas de unos imbéciles verdugos –éstos sí elegidos entre las personas más mediocres y anodinas que se presentaran espontáneamente para ganar unos pesos y hacerse famosos–. No hace falta adelantar cómo actuarían los políticos y cómo sacarían rédito periodistas y productores. No hacen falta muchas lecturas para imaginarse hasta dónde llega la crueldad de quienes tienen sus quince minutos de poder. También se verá la dignidad minada de los oprimidos.
Nothomb construye una fábula donde los espectadores son los mayores cómplices y las heroínas –joven víctima y chica verdugo– constituyen dos ejemplos extremos y sobre todo inverosímiles, a los que se ha agregado –como GH lo pediría– el componente de la atracción sexual.
Nothomb explica todo, incluido el detalle de que los sacrificados son reclutados en vagones similares a los que usaban los nazis y luego hace foco solamente en dos personajes. Una chica de rostro hermoso –la víctima– y otra chica sin instrucción y rumbo –aunque mucho más articulada e inverosímil que las que aparecen en la pantalla–. Una fábula que reitera lo que los espectadores mismos dicen de este fenómeno. Un libro que provoca desconcierto, indignación, aburrimiento y poco morbo.
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