› Por Mauro Cabral
En el 2007 Lohana viajó a Sudáfrica para participar de un diálogo internacional. Allá se canta y se baila durante las manifestaciones. A Lohana se le ocurrió compartir rimas en castellano con quienes marcharían al día siguiente. Les enseñó esa de “alerta, alerta que camina....” y también aquella de “...basta ya de las sotanas persiguiendo a las lesbianas”. Las tarareó, las repitió, las hizo traducir, las ensayó -y consiguió así que decenas de activistas que al principio no entendían ni una palabra de lo que estaban diciendo cantaran y bailaran en Pretoria al ritmo de la revolución latinoamericana.
Hoy me acordaba de esa historia mientras me acordaba de otras. ?Algunos años antes, en el 2002 o en el 2003, Lohana había tomado el micrófono para arremeter contra los proyectos de ley de identidad de género propuestos por Mario Bravo y por Miguel Saredi. Al final de esa sesión del Foro sobre Legislación y Derechos Humanos un asesor de Bravo dijo algo que ya he contado varias otras veces; disculpándose por no haber consultado al movimiento Travesti, transexual y transgénero antes de proponer esos engendros, se excusó diciendo, para la historia: “nosotros no sabíamos que ustedes tenían gente que hablaba”.?
En octubre del 2003 Lohana se ofendió mucho con quienes organizamos el Foro Situación Legal de las Personas Trans en la Argentina -porque en el programa nombrábamos a ALITT, pero no aparecía su nombre. La omisión tenía su lógica procedimental, pero reclamo también tenía su lógica-política. Lohana sabía que el Foro, que lo que iba a discutirse durante esos dos días, que la trayectoria experta y activista de quienes hablaríamos en las distintas mesas y las ideas que pondríamos en discusión durante esas jornadas, todo, todo eso, tenía necesariamente que ver con ella. En medio de su enojo nos recordó la escena del asesor -porque si había algo de lo que no podíamos olvidarnos era de que ahí estaba, justamente, alguien que hablaba.
Falta muy poco para el próximo diálogo internacional; me cuesta mucho asumir que esta vez me toca cruzar el mundo sin Lohana, y que después de tanto tiempo sus palabras -como las de tanta gente- sigan esperando la contra-historia que las reconozca, las recupere y las cuente. Nuestra pasado reciente se ha institucionalizado en historia oficial, que ilumina efemérides e invisibiliza con alevosía la gesta de la rebeldía cotidiana.
Hoy me parece que en la historia aquella de Lohana en Sudáfrica cabe, precisamente, la historia entera de su militancia: sacar a viva voz las palabras a la calle, repartirlas a diestra y siniestra, repetirlas a ritmos de palmas, risas y tambores, enlazarlas en el baile de quienes las cantan aún sin entender su sentido, entendiéndolo apenas y sin embargo encarnándolas, poco a poco, en cada paso que avanza.
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