Vie 12.02.2016
las12

La razón de su lado

› Por Por Julia Mengolini*

Hace unos cuantos años trabajé en la Legislatura Porteña en la reglamentación de abortos no punibles. Así di con Lohana que, entre otras mujeres, me cambiaría la vida. Yo, para entonces, no era feminista o, mejor dicho, no sabía que lo era y ese encuentro fue el inicio de una lucha a la que nunca voy a renunciar. Y esa lucha tiene a Lohana como una referente ineludible.

En la tarea legislativa, Lohana era un despliegue de virtudes. Para que un proyecto termine en ley no basta con los números necesarios, antes hay que hacerlos avanzar por las comisiones que le tocaron en suerte: hay que convencer, encontrar la oportunidad, usar la imaginación, los argumentos y el encanto. Y, todo eso, a Lohana le sobraba. Era jefa de las conspiraciones más alucinantes (una vez, antes de una reunión de asesores, me propuso que nos mostráramos en desacuerdo sobre algo para después acordar y así engatusar al resto) y dueña de un poder de oratoria envidiable. Las reuniones de asesores eran otra cosa cuando estaba Lohana. Lograba captar la atención con un despliegue de carisma y autoridad que pocas veces vi.

A Lohana –y eso que la Legislatura Porteña tiene un componente conservador que asusta– todo el mundo la respetaba. Cuando Lohana hablaba no volaba una mosca porque Lohana –al menos así lo sentía yo– siempre tenía la razón y sospecho que lo sabían incluso los corazones más duros del recinto.

*Periodista.

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