Viernes, 14 de octubre de 2016 | Hoy
AUTONOMIAS
Por Sonia Tessa
“Si seguimos pensando que la concha es sagrada, compañeras, difícilmente vayamos a combatir el patriarcado”, dijo Georgina Orellano -y levantó aplausos- en una de las cinco subcomisiones en las que se desdobló el taller de mujeres trabajadoras sexuales en el Encuentro Nacional de Mujeres. Desde 2004 no se abría este espacio. Muchas asistentes preguntaban, querían saber y escuchar. Costaba el testimonio en nombre propio. En la mañana del domingo, en uno de los talleres -donde no cabía un alfiler- la secretaria general de Ammar nacional arengaba para salir del closet. Mora, con una remera lila de Pan y Rosas, pidió la palabra. “Entre changas, entre estudios, a veces ejerzo el trabajo sexual”, dijo la morocha veinteañera, mientras preguntaba cómo contempla la ley que propone Ammar “la condición travesti y trans”, pero no identificó si era la suya. Tenía sólo tres minutos para hablar porque la mañana del domingo se escurría y al mediodía había que cortar. “Una trabajadora sexual tiene que imponerse. Cuando vos decís quiero ser puta, o trabajadora sexual, es una responsabilidad durante el resto de tu vida”, expresó la joven. Cuando terminó de hablar, el salón la aplaudió. El debate iba desde la curiosidad hasta algún desafío. Una docente consideró que “acá estamos en un taller de mujeres que eligen ejercer el trabajo sexual, no le pidamos a un sindicato de putas que luche contra la trata o encuentre estrategias para que las mujeres salgan de esta situación”. Hubo exclamaciones de aprobación. Al final, una chica se acercó a Georgina y le dijo: “este taller me cambió la vida”. Andrea se llama. “Ayer participé del taller de discapacidad que también me cambió la vida, como le dije a Georgina. Este me abrió la mente para un montón de cosas que por ahí son como tabú, que no se habla. Por ejemplo, que la prostitución existe, que está, que hay que hacer leyes, que hay que cuidar a las mujeres”, comentó la joven, que el domingo a la mañana decidió ir a escuchar a las putas. Orellano estaba feliz por el espacio de escucha. Habían preparado a las 60 mujeres que llegaron con los colectivos de Ammar para escuchar agresiones, pero no fue así. Primaron las ganas de escucharlas, y el debate que cruza al feminismo sobre el abolicionismo o el reglamentarismo no fue el eje.
“Soy de Villa María, provincia de Córdoba y es la primera vez que vengo a un encuentro. Esto es espectacular, estoy en el lugar que me gusta estar, que es el trabajo sexual”, dijo Silvia, que comenzó a ser parte de Ammar hace cuatro años, cuando una razzia arrasó con sus compañeras y ella salió a los medios a denunciar la violencia institucional. Así, se convirtió en una referencia para sus compañeras, la cara que las hacía visibles.
En cada comisión del taller, la coordinadora era una trabajadora sexual, que distribuía la palabra y ordenaba el debate. “En 18 provincias están vigentes los artículos contravencionales que criminalizan el uso del espacio público para la oferta de servicios sexuales y llevan detenidas a nuestras compañeras hasta 30 días. Son edictos policiales que vienen de la dictadura militar. Eso es indigno. No es indigno hacer uso de mi genitalidad, ponerle un precio. Es indigno tener que ir presa en 2016, que nadie se solidarice con los derechos de las putas. Eso es indigno, que tengamos que estar discutiendo. ¿Hasta cuándo vamos a discutir? ¿Hasta cuándo vamos a debatir si la que pone el cuerpo soy yo, somos nosotras? Si las que estamos dentro de cuatro paredes trabajando con el cliente, gozando o no gozando, somos nosotras”, dijo Orellano, en la subcomisión que coordinó el domingo a la mañana. Llevaba su remera “Puta feminista”, y levantó algunas risas cuando dijo “no queremos estar más un día y medio explicando si lo nuestro es trabajo o no. La policía no te pregunta si sos abolicionista o reglamentarista, si sos pro sexo, sos puta feminista, te lleva presa igual”. En ese marco, las integrantes de Ammar nacional difundieron el proyecto de ley para regularizar a las trabajadoras sexuales que impulsan.
Justamente, por tener otras estrategias de construcción, Ammar Córdoba hizo un taller autoconvocado en la plaza Pringles, el sábado y domingo a la tarde. Eugenia Aravena es la secretaria general de la organización que creció con guardería, escuela para adultos, talleres de oficios, y se convirtió en referencia de un entramado de organizaciones sociales antirrepresivas en la provincia de Córdoba. Así ocurrió también en “la Pringles”, donde Aravena estaba sentada sobre un paño rojo. Allí se convocaron colectivos de lucha contra la represión policial. “Nosotras creemos que una ley debe surgir de un amplio trabajo con otras organizaciones”, explicó Aravena en ese taller, acompañada de sus compañeras. Con su hablar esdrújulo, recurrió a la historia: “A nosotras, cuando nos organizamos, nos cagaban a palos. No era un rato en la comisaría, eran 180 días”, dijo antes de contar que las más grandes tienen “más cagadas a palos que nosotras”. Sus compañeras asentían. “Tenemos 16 años de organización y creemos que lo ganamos por cansancio. Hoy nos paramos desde otro lugar”. En la plaza y en los salones de la Facultad de Humanidades y Artes, las putas se encontraron para hacerse escuchar y escucharse.
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