Viernes, 15 de septiembre de 2006 | Hoy
Por Nilda Garré (ministra de Defensa de la Nación)
Desde comienzos de los años ’80, las mujeres comenzaron a ser incluidas en los cuadros militares de las Fuerzas Armadas. A fin de este año, cuando las cadetes del último año de la Escuela Naval Militar reciban sus despachos de guardiamarinas, habrá oficiales del cuerpo de comando (es decir, en el espacio específico de la acción de combate) en las tres Fuerzas Armadas.
Actualmente existen mujeres ocupando funciones como personal civil, entre los cuadros de suboficiales y oficiales, en los servicios auxiliares, entre los cuadros de combate y como soldados voluntarios.
Este movimiento ha crecido como una consecuencia más de la presencia de la mujer en diversos espacios de la sociedad de los que estaba excluida y de la demostración de su capacidad, similar a la del hombre.
El ingreso de la mujer en las Fuerzas Armadas provocó de inmediato, como lo reconocen sus colegas masculinos, un cambio en el conjunto de la estructura militar. Mirando en perspectiva, este cambio será muy importante en la próxima década, cuando por número y jerarquía, su presencia se extenderá nacional y jerárquicamente en la estructura castrense.
El fenómeno plantea también nuevos problemas, comunes a los que se han dado en muchas instituciones cuando se produjo el retroceso de una estructura patriarcal.
Se inserta, al mismo tiempo, en un momento de afirmación de cambios positivos en el terreno de la Defensa.
La reciente reglamentación de la Ley de Defensa, la creación de la Escuela de Guerra Conjunta, el Curso Básico Conjunto para pilotos de las tres fuerzas, la conformación –por primera vez– del presupuesto de Defensa en la jurisdicción del ministerio y no en la de las fuerzas y el área económica, el fortalecimiento de las políticas de producción nacional de medios para el sector, la profunda modificación del Sistema de Justicia Militar, el proceso de cambio superador de la educación militar, así lo revelan.
La transformación de las Fuerzas Armadas se basa esencialmente en la vigencia de la institucionalidad democrática y republicana, con absoluta sujeción a la Constitución Nacional, que implica subordinación al poder civil, defensa del territorio y de los recursos naturales y respeto de los derechos humanos.
Es una buena circunstancia, entonces, para la mujer y para las Fuerzas Armadas, cuando el Gxobierno y la sociedad toda asumen la Defensa Nacional como un área de su responsabilidad esencial, que no debe ser delegada ni ignorada.
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