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Viernes, 25 de enero de 2008

DIANA AISENBERG:

Una ilusión de reparar la totalidad

En la muestra hay tres obras. Si bien nunca antes fueron mostradas, responden a pautas de montaje que se repiten a lo largo de toda mi historia. Son tres obras nuevas, pero los recursos no lo son, están presentes diferentes líneas de trabajo que me acompañan siempre. La “niña ideal” está colgada arriba de un sillón. Siempre hay un cuadro arriba de un sillón. En este caso el sillón es rojo y refinado, es un sillón de la Alianza Francesa. Normalmente, en las instituciones donde muestro, busco algún sillón olvidado o que pueda ser habilitado para este fin: estar debajo de un cuadro. Así como en casa colgamos un cuadro arriba de un sillón que ya estaba en la casa. En este caso, la “niña ideal” es parte de la serie Arquitectura del cielo, basada en el libro de Emanuel Swedenborg que lleva el mismo nombre. Las niñas del cuadro llevan nombres de mujeres respetadas por mí o que han marcado un hito en mi historia personal. Alejandra por Pizarnik, Patti por Smith, Laurie por Anderson, Marosa por Di Giorgio, y así. (N. de la R.: En medio de ese cielo de niñas, acompañadas por sus cristales como atributos, está también la que lleva sus iniciales: D.A.)

Combo rombo es un cuadro de rombos que conversa con la historia del arte haciendo un guiño al arte óptico y al abstracto, y el mismo pattern se repite sobre un florero de florería, un objeto real, pintado en esmalte cerámico sobre una repisa al lado del cuadro. Siempre se han pintado floreros, y muchas veces han sido desmerecidos. Se llama combo porque combina, convive y conversa, entre sí y con la historia, la del arte y la de mi propia trayectoria.

La tercera obra, la más nueva, son retazos, pedazos, restos de baldosas de flexiplast, un piso antiguo, ya clásico, que se usaba mucho cuando la niña era yo. En ellos hay niñas, barcos, agua, flores, en un cielo donde conviven todos los cielos, un universo protector que busca un todo que nunca alcanzará. Los fragmentos son partes de una unidad que arma y destroza al mismo tiempo la imagen total, como lo hace un cristal. También es una ilusión de reparar. Mi obra apela a lo decorativo, a lo didáctico y a todos los adjetivos que se intenta devaluar con relación al arte. Claro que no es lo mismo estar de ida que de vuelta, como decía un amigo mío.

De las tres puedo decir que entramos y salimos de los soportes como panchas por nuestras casas y no le hacemos asco a ninguna versión donde la pintura pueda ser la protagonista. Así es que Mariela hace esos empapelados hermosos en serigrafía, una técnica que pretende ser eliminada por el ploteado, muerte anunciada que nunca sucede; pinta platos, vajilla, y los rompe, las dos instancias me son familiares. Seeber tiene unas cerámicas que adoro, pero no las trajo a esta muestra, su irreverencia con relación al formato y al soporte es extrema. Repetición, acumulación, desplazamiento, convivencia de materiales, ganas de hacer, no parar de pintar, ir y volver: eso nos une.

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Niña ideal. Instalación con técnica mixta y sillón, 2006-2007.
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