Viernes, 8 de mayo de 2009 | Hoy
Por Silvia Palumbo*
La música se tiene que mezclar, romper, ir por todo el planeta. Es fundamental la libertad de expresión. En cuanto al reggaetón, ¿dónde está la cosa? Por un lado, en la lírica, por otro lado, en la expresión escénica. Este ritmo nació de manera contestataria y se ha convertido en una nueva herramienta del patriarcado para mantenerse vigente. Hay una cosificación, una vez más, del cuerpo de la mujer. Además, hacen un paralelismo con los animales, ¡y los animales no hacen nada de esto y tienen unos códigos éticos maravillosos! Las letras que denuncian el racismo se vuelven fascistas y xenófobas porque consideran a todas unas perras (con la disculpa de los animales), unas putas (con la disculpa de las mujeres que ejercen la prostitución), unas mierdas.
La música es un vehículo fatal, complejo, porque vehiculiza un montón de cosas: cultura, folklore, códigos, rítmicas. A partir de ella, los/las jóvenes construyen estadios propios y rápidamente los difunden, como la pólvora. Todo eso no es exclusivo del reggaetón: está presente en los cantos folklóricos de buena parte del mundo, en el flamenco, en la música mexicana que ha cantado Chavela Vargas. Hay textos misóginos en nuestra música, desde Raúl Carnota y “Salamanqueando pa’mí”, donde dice que se lleve la muerte a la suegra; Discépolo, que le mal canta a la fea y a la solterona, y hasta Cacho Castaña con su “Si te agarro con otro te mato”.Esto es lo que se denomina sexismo en la música.
Cantautora, activista lesbiana feminista, musica, docente.
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