Viernes, 8 de mayo de 2009 | Hoy
Por Irene Intebi *
Cuando se piensa en agresiones sexuales contra niños, niñas y adolescentes se las asocia con, por ejemplo, secuelas físicas de muchísima gravedad. La realidad es que los abusos sexuales pocas veces dejan lastimaduras en el cuerpo. En los pocos casos en que pueden observarse lesiones, éstas no suelen ser graves y se curan en poco tiempo, incluso sin dejar marcas. En lo que hace al aspecto emocional, escuchamos hablar de “vidas arruinadas”, de “infancias robadas”. Las personas que conviven y comparten la vida cotidiana, los estudios, el trabajo, el tiempo libre o los espacios terapéuticos con las víctimas perciben que no siempre las consecuencias son tan catastróficas. En el día a día podrán presentarse altibajos, momentos de angustia, de tristeza, de sustos, de dificultades para dormir, para comer, para estudiar, para aprender, para estar junto a otras chicas o con personas adultas, para confiar en los demás. Pero, más tarde o más temprano, con intervención terapéutica o a veces sin ella, muchos de estos indicadores de sufrimiento se atenúan y los chicos y chicas retoman actividades acordes a su edad y a su etapa evolutiva.
Estos errores conceptuales llevan a una visión del problema que no contribuye con propuestas eficaces para el trabajo de reparación de las consecuencias que tienen los abusos sexuales. Se depositan —de manera exagerada— las expectativas en relación a este proceso de reparación en las acciones judiciales y a sus resultados. Si bien es de gran importancia el desenlace de la intervención legal no tendría que hacernos perder de vista la trascendencia que reviste contar con políticas públicas de protección a la infancia que apunten a la reparación.
Las propuestas de mejorar la implicación de la Justicia en estos casos debe complementarse con políticas de creación de servicios interdisciplinarios, tanto psicoterapéuticas como socioeducativas, para responder a las necesidades de los niños, las niñas y de sus familias. Mientras esto no ocurra las víctimas y sus familias seguirán deambulando por diversos organismos públicos y ONG, obteniendo —con suerte— respuestas parciales y poco articuladas.
* Psiquiatra infanto-juvenil y psicóloga especializada en maltrato infantil. Presidenta de la Asociación Internacional para la Prevención del Maltrato Infantil (Ispcan)
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