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Viernes, 12 de abril de 2013

Viejas tercas

En las inundaciones en La Plata y la ciudad de Buenos se vio clara y tristemente cómo cuando la fuerza de la tragedia arrasa se impone la vulnerabilidad de las ancianas tan relegadas por la sociedad. La misma sociedad que tanta publicidad y marketing pone en fórmulas anti edad consigue que no veamos a las que cumplen con la edad que tienen y llevan esos años en sus huesos.

Pero los prejuicios contra la vejez –y muy especialmente contra la vejez femenina– no calan solamente en una cultura mercantil o de derechas. En estos días se pudo ver como un traspié del presidente uruguayo José Mujica, que pronunció la frase: “Esta vieja es peor que el tuerto”, sin darse cuenta de que los micrófonos estaban abiertos, en una conferencia de prensa, en Sarandí Grande, en alusión a la presidenta argentina.

No es lo mismo Miguel Del Sel, que había dicho en un teatro cordobés que Cristina era una “vieja chota” que Pepe Mujica. Pero llama la atención que para una crítica feroz o que para un comentario creyendo que estaban los micrófonos apagados el calificativo que se elija para llamar a la Presidenta sea –otra vez– vieja. La Presidenta no es anciana. Incluso, es más joven que Mujica. No tendría nada de malo si lo fuera. Pero sí muestra lo demonizada que está en la cultura la vejez femenina. Incluso el crecimiento. Para Del Sel –desde la oposición por derecha– es una “vieja chota”, para Mujica “una vieja terca”. En los dos casos –claro que dos diferentes casos– la vejez femenina es un defecto, una falencia, un aguijón clavado donde duele. Algo que se dice cuando se supone que nadie escucha y, por eso mismo, es que tanto retumba.

Pero eso que no se puede decir –vieja– es lo que después explota como un insulto contenido en un reportaje teatral –en donde Del Sel dijo el exabrupto de vieja chota– o en una conferencia de prensa donde Mujica cometió la imprudencia de criticar a una par en la jefatura de Estado. No hay dudas de que son muchas las diferencias entre Del Sel y Mujica. Pero si esa palabra –vieja– fue elegida por ambos es algo que no azarosamente pasa con la izquierda y con la derecha y es que los unen sus prejuicios de género y entre esos prejuicios está que las mujeres no pueden envejecer y que si envejecen (no son sabias) son chotas y que si tienen convicciones (no tienen valores firmes) son tercas.

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