CONTRATAPA
Los sofismas de Avila
El cierre de la revista El Gráfico –eufemísticamente encubierto bajo la propuesta dilatoria de su eventual mensualización– no sólo es una pésima noticia para la cultura argentina en general, y para un número considerable de trabajadores desocupados a corto plazo en particular, sino una evidencia más de la impunidad con que se mueven, hablan y razonan sin pudor cierta clase de conducciones empresarias de estos tiempos.
Por Facundo Martínez
El lunes pasado, con la “última” edición de El Gráfico en la mano, pude corroborar lo que apenas un día antes, por la noche, era sólo un rumor perfectamente creíble y difícil de digerir: la revista que los argentinos conocen desde 1919 dejará de salir semanalmente debido a la “crisis terminal que atraviesa la industria editorial argentina”. Llama la atención la facilidad con la que desde el poder se intenta despachar, suprimir parte de nuestra historia intelectual y deportiva, sobre todo si, como sucede en este caso, ésta queda presa del mundo de los negocios y las inversiones veloces que han marcado a fuego a esta Argentina reciente. El cierre temporal, o mensualización, de El Gráfico dejará en la calle a un centenar de familias y obliga a preguntarse varios porqués...
El Gráfico fue siempre sinónimo de excelencia; una academia en materia de periodismo deportivo, con un fuerte reconocimiento en el ámbito internacional, y por sus páginas pasaron miles y miles de historias singulares, de vidas, ahora empujadas al olvido; aunque difícilmente desaparezcan de la memoria de los tantísimos lectores, que generación tras generación se refugiaron en ella, huyendo quien sabe de qué destinos. En la lógica insensible que rige al mercado, el producto El Gráfico no es redituable, y no va más. Y ésa es la trágica noticia.
Sin embargo, aún más trágicos son los argumentos que los dueños actuales del semanario esgrimen para justificar esta desconcertante nueva ausencia, que decidieron llamar “pausa”. Sencillamente, el director general de El Gráfico, Diego Avila –hijo de Carlos, el empresario dueño de América e inventor de Torneos y Competencias, la firma propietaria de los derechos de televisación del fútbol argentino, que experimentó una expansión arrolladora en el transcurso de los últimos diez años y que acaba de comprar los derechos de televisación del Mundial de Corea-Japón 2002, para América– explica: “El Gráfico debió competir con nuevos medios de comunicación dedicados al deporte. Diarios, radios, televisión abierta, de cable, Internet, hicieron que la revista se fuera aggiornando para mantener el interés de sus lectores...”. Detengámonos aquí.
El argumento esconde un razonamiento inválido, en apariencia correcto, pero que encierra contrasentidos. Precisamente, la misma Torneos y Competencias –que compró en 1998 la revista El Gráfico a Constancio Vigil (Atlántida), nieto de su homónimo fundador– controla la radio La Red, es socia de Fox Sports y participa, también en calidad de socio, de tantísimos programas de televisión abierta: los partidos televisados, “Fútbol de Primera”, “Tribuna caliente”, “Tribuna deportiva”, entre otros... Es decir, está metida en el negocio de “radio, televisión”. Y también experimentó hace unos cuatro años la aventura de convertirse en diario, pero su intento por competir en ese terreno fue vano: el diario deportivo El Gráfico no funcionó y, a poco de su aparición, dejó de ser.
Las causas que señala el director general de El Gráfico, en la última editorial, como disparadoras de la debacle de la revista, también tienen una intención insoslayable: se trata de un razonamiento inductivo, fundado en argumentos demasiado vagos, aunque a simple vista parezcan convincentes; ésa es la idea de su funcionamiento. La depresión económica, el abandono de la compra por parte de los lectores, la caída del consumo en general, la devaluación, etcétera... Y no es que estas variables no existan sino que, de tan comunes, poco o nada dicen de los desaciertos de sus propietarios y consultores en materia editorial. “Venimos mostrando el deporte y sus figuras casi desde el primer día, pero esta vez las cosas son diferentes y la situación económica nos obliga a hacer una pausa para poder comenzar de nuevo, brindando a nuestros lectores el mejor periodismo deportivo del país y de América latina”, justifica Diego Avila, para explicar por qué, mientras el deporte (el negocio, por donde se lo mire) y la prensa especializada crecen en todo el mundo, en nuestro país atraviesa una crisis fenomenal y El Gráfico, pese a los dos grandes intentos por ser transformada-reciclada, no consiguió el éxito esperado... Pero, ¿cuáles eran las intenciones de Torneos y Competencias al momento de decidir la compra de la revista a Atlántida? ¿Por qué tras esos intentos de aggiornamiento –que demandaron inversiones, despidos, etc.–, debido a las exigencias de la competencia frente a las radios (incluyendo “su” radio), a la televisión (incluyendo “su” televisión) e Internet (incluyendo, claro, “sus” sitios en la web), el producto El Gráfico no prosperó? Una respuesta se nos da: “Nada es suficiente frente a una economía que parece no dejar nada en pie”, y pertenece a Diego Avila, el hijo del dueño de la pelota, quien anunció la puesta de rodillas de esas páginas con 82 años de historia.