Domingo, 19 de junio de 2011 | Hoy
FAN › UNA ACTRIZ ELIGE SU ESCENA DE PELíCULA FAVORITA: MARíA VILLAR Y GENA ROWLANDS EN UNA MUJER BAJO INFLUENCIA, DE JOHN CASSAVETES
Por Maria Villar
Hace bastante que la vi por última vez y aunque hay algunas cosas que no recuerdo del todo bien, Una mujer bajo influencia es la película que más rápido aparece cuando pienso en escenas de cine que me hayan impactado de verdad. Por varias razones: porque hay algo en las actuaciones que me encanta, porque Gena Rowlands está increíble y transmite ganas de actuar y porque hay una escena que es muy simple pero que a la vez genera una sensación extraña.
La escena es más o menos así, o así es lo que más recuerdo: el marido va a llevar a todos sus compañeros de trabajo a almorzar. Entonces ella, que está sola en la casa, prepara todo para recibirlos, y cuando llegan el marido con siete, ocho hombres –que creo que llegan cansados y hambrientos del trabajo–, ella les empieza a dar la mano a cada uno, y en lugar de presentarse, decirles su nombre o sencillamente “hola”, les pregunta si quieren espaguetis. La escena dura no sé cuántos minutos, en los que ella les va diciendo uno por uno: “¿Espaguetis? ¿Espaguetis?” Los hombres sonríen pero creo que no hay otra palabra que espaguetis en lo que dura el plano. Tiene la convención del saludo, que es muy teatral, y una cierta gracia que a la vez es un poco triste también. Toda la película es así, pero en escena pasa en especial: una de esas situaciones simpáticas con ese componente un poco siniestro de lo cómico que aparece cuando uno se ríe pero sabe que algo está mal. Y en esta escena es así: ella es una mujer rodeada de siete hombres que registran que está medio loca, pero que sin embargo logra enternecer.
Vi Una mujer bajo la influencia por recomendación de un amigo. Fue la primera película de Cassavetes que vi y, por supuesto, terminé viendo otras películas de él, y si todavía no las vi todas es a propósito: siempre me guardo alguna para poder ver más adelante. Es algo que hago con sus películas, y con las de Fassbinder, que también me gusta mucho: no quiero haber visto todas sus películas, quiero reservarme algo. Opening Night, Torrente de amor y Una mujer bajo influencia son mis favoritas de Cassavetes y son las que más veces vi; en parte porque dan ideas y ganas de trabajar: siempre me impresionó la manera en que funcionan los actores, esa cosa grupal que se da de rodaje en rodaje, en la repetición de los actores, y que permite que entre ellos –entre los actores, el director, el equipo entero– se genere un código común. Creo que es por eso que incluso cuando alguno de los actores pasa de un protagónico a un papel secundario, o un papel mínimo en una de las películas de Cassavetes, su actuación sigue siendo muy potente. Esta forma de trabajo es algo que en teatro se da en la compañía teatral. Con Alberto Ajaka trabajamos así hace un tiempo ya, pero en cine no tiene un nombre y por ahí no se da tan fácilmente. Tengo idealizada esa forma de trabajar, y en mi caso me pasó con Matías Piñeyro y con Romina Paula, con quienes venimos trabajando en películas hace siete años y se fue generando un código que permite que los problemas no sean personales, sino que siempre estén relacionados a lo que hay que resolver en rodaje. Parece fácil y obvio, pero no lo es tanto. Se necesita mucha confianza para probar y descartar una y otra vez hasta que quede algo que todos quieran defender y lo sientan propio. Cuando veo las películas de Cassavetes, y también las de Fassbinder, con sus actores que se repiten de una a la otra, me imagino un grupo de trabajo, con códigos aprendidos, y compartidos en el tiempo y en la reiteración: uno puede ver el lenguaje acumulado e incluso inventado entre todos.
Y además de la actuación de esa compañía que se armó Cassavetes, está Gena Rowlands, que es increíble, que supera siempre cada una de las escenas en las que actúa. Hay otra película con ella, de otro director, que me gusta mucho, en la que ella interpreta a una mujer vieja ya, jubilada, que vive en una casa grande y tiene dos hijos que no le dan mucha bola, tiene muchísimo tiempo libre y entonces se hace cargo del hijo de una vecina. La película cuenta la relación de ella con el nene, y, como en sus películas con Cassavetes, como en Una mujer bajo influencia, ella consigue transmitir una vitalidad impresionante. Creo que es una actriz generosa; parece muy rápida y arriesgada en las escenas, me imagino que propondría en rodaje muchas alternativas y que improvisaría, obviamente, mucho. Y eso irradia mucha vitalidad. Ese impulso es contagioso. Cuando estoy ensayando trato de ver algo con ella, una de sus películas o al menos una escena, como la de “espagueti”, porque es una persona que te da ganas de actuar. Habiéndole tocado muchos personajes intensos y dramáticos, tampoco es solemne. Y creo que logra esa combinación de cierta frescura con oscuridad porque tiene el goce de la actuación. Hay en ella una energía que va más allá de la técnica; hay algo en su gesto que siempre supera lo estrictamente narrativo. La ves y enseguida pensás: a esta mujer le encanta actuar. En el momento en que estaba filmando la escena que estás viendo parece que lo único que quería era justamente eso, hacer la escena que está haciendo. Porque para un actor, en el momento preciso de la acción, no debería haber nada mejor que eso: y si no lo vive así que lo mienta; de eso se trata.
María Villar protagoniza junto a Pilar Gamboa Lo que más quiero, ópera prima de la directora Delfina Castagnino, que puede verse los viernes a las 20 y los sábados a las 19, en el Malba, Av. Figueroa Alcorta 3415. A Villar también se la puede ver en Fiktionland, la obra de Gerhard Meister y Romina Paula que estará en cartel los lunes de julio a las 21 en el Espacio Callejón, Humahuaca 3759, y es colaboradora artística de la obra de Alberto Ajaka Cada una de las cosas iguales, en la Sala Escalada, Remedios de Escalada de San Martín 332, los lunes a las 21 y viernes a las 23.
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