Domingo, 19 de julio de 2015 | Hoy
SALí
Por Sandra Martínez
Tehani Lab estrena en Buenos Aires una tendencia internacional, la de los tea bars que dejan atrás las típicas casas de té donde lo que reina es la pastelería para darles a las hebras el protagonismo absoluto. En el local de Recoleta, que abrió hace menos de un año, la estética moderna se aleja de todos los estereotipos del ramo el femenino, el inglés, el oriental– en un espacio que concentra toda su potencia en las blancas estanterías cubiertas por cientos de latas de té negras con simples y elegantes etiquetas de colores. En el fondo, una pequeña barra corta con el entorno minimalista en un sector completamente decorado con venecitas en negro, amarillo y blanco. Allí los clientes pueden sentarse a probar una taza recién preparada de cualquiera de las variedades de la marca antes de decidir sus compras.
Aunque cierto prejuicio asegura que las hebras producidas localmente no tienen el carácter necesario para ser té gourmet, en Misiones ya existen varios productores pequeños que están priorizando calidad sobre cantidad. Y en Tehani se pueden comprobar los resultados. De todas formas, para los puristas de los orígenes, también tienen una cuidada selección de variedades importadas, como el indio Assam, el Ceylon de Sry Lanka, los Lung Ching y Pu-erh chinos y el Bancha japonés. Las latas de 50 gramos cuestan desde $ 85.
Hay que sentarse entonces en la barra o en alguna de las pocas mesitas del salón para probar su Vanilla Black Tea (té negro, vainilla y miel) o el Ginger Green (té verde, jengibre y menta) a $ 32. O pedir un vaso para llevar de su infusión de manzanilla para disfrutar camino al trabajo ($ 28). Unas pocas pero deliciosas opciones de pastelería son la propuesta de acompañamiento, compuesta por sabrosos scons chai, unas cookies de naranja ($ 25) y algún muffin del día ($ 17). También ofrecen tabletas de chocolate 70% cacao y sabores inspirados en sus blends (desarrollados en conjunto con Fénix), además de una variedad de productos de cosmética con base de té.
Una nueva cara del té está asomando. Y vale la pena conocerla.
Tehani Lab queda en Suipacha 1217. Teléfono: 4326-5058. Horario de atención: lunes a viernes de 9.30 a 19.30; sábados de 10 a 14.30.
Cafeterías y casas de té hay muchas en Buenos Aires, pero la pastelería no siempre está a la altura de las expectativas. Por eso, que Punto Letra haya sumado a su emprendimiento de catering un local propio para disfrutar sus creaciones es una gran noticia para los más golosos.
La ambientación sigue los dictados de la onda palermitana actual: colores pasteles, muebles shabby chic, una gran mesa comunitaria muy útil para alguna salida o festejo grupal, una estantería donde se exhiben productos propios y algunos objetos de cocina y deco a modo de mini tienda de diseño. Lo que realmente distingue a Punto Letra son sus tortas, que aquí sirven en porciones individuales tipo lingotes (a las que llaman briques, a $40) y que se pueden pedir también por encargo en tamaño grande. Cada uno es una pequeña obra de arte, por sabor, combinación de texturas y presentación impecable. Hay clásicos recreados, como el carrot cake con una ligera capa de cremoso de naranja y un velo de queso como frosting, o la Chocoletra, su versión de la chocotorta, que aquí se prepara con galletitas caseras. Otros son creaciones originales, como el brique de pana cotta de roibos (una infusión conocida como “el té africano”) con mandarina, maracuyá y tejitas de chocolate blanco. También ofrecen una buena variedad de pastelería más sencilla pero igual de rica, desde budines húmedos y esponjosos ($ 20) hasta los rolls de canela ($ 20), chipás ($ 12), croissants con queso derretido ($ 25) y scones tradicionales de queso o de albahaca ($ 30) que se pueden acompañar con mermeladas caseras. Para beber, además de la infaltable limonada ($ 35), el café Nespresso (desde $ 25) y los submarinos de chocolate blanco y negro que se presentan en un simpático palito ($ 35), ofrecen los tés en hebras de Penton, una marca con muy buenos blends que cada vez se ven en más restaurantes y bares. Sus roibos son especialmente recomendables ($ 25).
Con una carta que se completa con sándwiches y ensaladas para el almuerzo y la cálida atención de sus dueños, Punto Letra apuesta fuerte a convertirse en un favorito del barrio.
Punto Letra queda en Godoy Cruz 1554. Teléfono: 4774-2665. Horario de atención: martes a sábados de 9.30 a 19.30.
El Barrio Rawson es un lugar especial. Formalmente es parte de Agronomía, pero las pocas cuadras que lo componen tienen una vibración tan propia que parecen un pueblo escondido en plena ciudad. El complejo de edificios rodeados de parque y las casitas que lo circundan son un conjunto de viviendas económicas inauguradas en 1934, que ganaron fama ya que allí vivió Julio Cortázar antes de su exilio parisino. “Por Tinogasta y Zamudio bajó Clara taconeando distintamente, saboreando un sol de noviembre roto por islas de sombra que le tiraban a su paso los árboles de Agronomía”, escribía en su cuento “Omnibus”, de 1954. Si Cortázar volviese hoy, encontraría iguales aquellas calles, con pequeños cambios: algún árbol más crecido, la calle Spinoza rebautizada con su nombre y, en una esquina, una coqueta cafetería que lleva el título de su novela más famosa, Rayuela. En la vereda, los vecinos toman un café rápido en medio del paseo del perro, mientras las mascotas reciben agua fresca en un bebedero. Adentro, el espíritu del escritor se hace presente en el jazz que suena a volumen bajo y en la fecha de su nacimiento, anotada como clave wifi en la misma pared-pizarra, al lado de los dibujos que les dedicó Langer, un vecino ilustre más actual.
Con carta breve pero tentadora, el lugar sirve almuerzos todos los días y cenas los viernes y sábados. Pero el salón de Rayuela es especialmente cálido por las mañanas y las tardes, perfecto para sentarse a leer o escribir, en las mesitas individuales o en las más amplias de madera. Una tetera de su excelente té en hebras ($ 37) completa el conjunto, aunque también se puede pedir algún Twinnings en saquitos. Para un almuerzo tardío, habrá que pedir unos huevos revueltos con tostaditas ($ 52) o el sandwich de guacamole con tomate y zanahorias asadas, rico y liviano ($ 90). Entre los dulces, un buen cheesecake
($ 55), torta húmeda de chocolate ($ 45) o una porción de budín ($ 27). Un espacio para dejarse llevar por el lugar, por el barrio, por la historia y por la literatura.
Rayuela Bar queda en Artigas 3199. Teléfono: 4505-0155. Horario de atención: domingos y martes a jueves de 9 a 20; viernes y sábados de 9 a 24.
Fotos: Pablo Mehanna
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