Aunque para Paul Claudel –escritor, hermano de la escultora Camille– el desorden era la delicia de la imaginación, a su vez el orden era el placer de la razón. Siguiendo esa línea de pensamiento, cabe suponer que el artista callejero Mathieu Tremblin andará arrebatado de raciocinio. Después de todo, guiado por un evidente afán de acomodar, de organizar, de sistematizar, el varón francés decidió poner fin a los caóticos, confusos, superpuestos, ilegibles graffitis que inundan las paredes de ciudades como Nantes y Rennes. No cualesquiera, dicho sea de paso: los tags (léase, las firmas de graffiteros, abreviaturas o siglas, expresados con estilo personal). Lejos de pintar encima y a otra cosa, mariposa, sin embargo, dio a su proyecto particular vuelta de tornillo. Tras encontrar en muros, edificios o puertas de garaje las mentadas insignias, Tremblin las catalogó cuidadosamente, las borró y luego volvió a escribirlas. Con letra clara, ampliamente reconocible para el grueso de los mortales (Helvetica, Arial, Times New Roman, Georgia), ya no en estilo graffiti. “Es el tipo de tipografía que uno a menudo encuentra en periódicos o en su cuenta de email, no en callejones”, comenta el sitio Wired, describiendo al proyecto Cloud Tags como “una especie de servicio de traducción”, que “lejos de intentar exponer, denunciar o normalizar a los taggers, no hace sino celebrarlos”. Permite, además, evidenciar cuántas veces puede encontrarse tal o cual firma en las calles de tal o cual ciudad, haciendo una consciente analogía entre estas etiquetas físicas y las virtuales, como si fueran palabras de uso frecuente en búsquedas online. Lectura que ha llevado a la web previamente citada a proponer otro nombre de bautismo para la propuesta performática: el de “IRL (abreviatura anglo de “En la vida real”) vs URL (direcciones de internet)”. Nombre que Tremblin pareciera estar considerando mientras continúa dado al hacer de ordenar las paredes francesas.