Domingo, 7 de agosto de 2016 | Hoy
FOTOGRAFíA > GABY MESSINA
Durante cuatro años, y a partir de una entrevista y sesión de fotos impresionante con el poderoso Enio Iommi, la fotógrafa Gaby Messina se dedicó a recorrer el país y el mundo buscando a los grandes maestros del arte argentino para retratarlos. El resultado es Maestros. El bosque y el árbol, un proyecto que incluye una muestra en el Museo Nacional de Bellas Artes, un documental coral con todos estos grandes artistas reflexionando ante la cámara, musicalizado por Gustavo Santaolalla –que podrá verse junto a la muestra– y dos libros: uno con las fotografías y otro con las charlas.
Por Mercedes Halfon
Hace ya varios años atrás Gaby Messina fue a escuchar una charla de cierre de Arteba en la que hablaban popes de las artes plásticas locales. Allí estaban, entre otros, Rogelio Polesello, Julio Le Parc y Enio Iommi. Este último, ya muy viejito, a bordo de su silla de ruedas y gesticulando con manos temblorosas, cada vez que hacía una intervención en el debate despertaba el caos. “¡Arteba es una verdulería!”, decía, con una desfachatez propia de la edad, pero también una que probablemente siempre haya sido suya. “Era gracioso por lo zarpado, no le importaba nada”, recuerda Messina “Cuando terminó la mesa me acerqué, le dije que era fotógrafa y que me encantaría retratarlo. Para ser sincera le dije que para mi hacerle una foto era excusa para poder charlar y seguir conociéndolo. Se copó y a las semanas estaba yendo a Ciudad Jardín con mi asistente y una valija cargada con cámaras y gelatinas de colores.” Una vez allí, mientras ella hacía la puesta de luces, Iommi comenzó a sacarle conversación y hacer una esculturita con una cinta aisladora y una birome Bic. No era lo previsto, pero Messina empezó a filmar. “Después surgió una charla espontánea que tenía que ver con todo tipo de temas: la muerte, la vida, Dios, la relación con sus hijos. Salí de ahí alucinada, sintiendo que era el comienzo de un gran desarrollo.” Y así sucedió. A esa entrevista le siguieron otras y otras y otras, hasta llegar al día de hoy. A lo largo de cuatro años, asesorada por Rodrigo Alonso y Laura Buccellato, la fotógrafa se dedicó a recorrer Buenos Aires, luego el país y luego el mundo, buscando grandes maestros del arte argentino para retratar.
Fotografiar, conversar, pensar, filmar. Ese fue el recorrido. De la imagen fija a la imagen en movimiento y de ahí a la necesidad de una lectura atenta de esas palabras dichas. “Durante cuatro años no paré de moverme con este proyecto, visitar y conocer artistas, fue como una adicción. Cada persona con la que me encontraba era un mundo maravilloso que me daba mucha curiosidad conocer. Más aun que se trataba de grandes artistas, que ya de por si tienen una cabeza súper atenta, todo les genera interés. Y el corazón entrenado, abierto, decidido, sensible. Hay una valentía en romper moldes, investigar, tener argumentos. Es un mundo que me parece maravilloso”, dice. Fue así que se construyó Maestros. El bosque y el árbol, un proyecto que incluye una muestra fotográfica en el Museo Nacional de Bellas Artes, un documental coral con todos estos grandes artistas reflexionando ante la cámara, musicalizado por Gustavo Santaolalla, que podrá verse junto a la muestra. Y por si todo esto fuera poco, dos libros: uno con las fotografías en una edición despampanante y otro con las charlas. Todo originado de esa tarde que pasó con Iommi y que de fotografiar pasó a filmar y luego a pensar que esa charla tan rica debía compartirse, leerse detenidamente, subrayarse inclusive.
Se podría pensar a Maestros como un gran catálogo de los grandes hacedores del arte argentino –hay 112 artistas incluidos, son muchos, pero por supuesto no son todos– aunque no se trata solo de eso. La mirada de Messina está lejos de ser neutral, no le interesa hacer un diccionario, ni un compendio de máximas vinculadas al oficio. Las fotos –el germen de todo lo demás– son retratos posados, siempre realizados en algún espacio singular de las casas o los talleres de estos sujetos. Como en sus trabajos anteriores –Almas gemelas, Grandes mujeres, Lima KM 100 y otros–, las imágenes tienen una deliberada puesta en escena, en la que la condición realista de la fotografía es cascoteada por algún detalle delirante o un escenario desproporcionado pero acordado con el protagonista de modo tal que éste no deja nunca de ser quien verdaderamente es. “Yo ten{ia una valija con gelatinas de colores y una vez que llegaba a la cita con ellos decidía cuáles iba a usar. A veces por el color de los ojos, un anillo, un cuadro. Desde el principio supe que no iba a respetar el color piel que se debe hacer en el retrato fotográfico. Quería hacer una imagen un poco más surrealista, pero ligada a la realidad. El surrealismo no tenía que ver con una actitud de lo que estabas viendo, con una puesta o algo que hacía esa persona. La irrealidad está dada por la luz. Puede haber plantas violetas, caras verdes o rojas, paredes de tres colores diferentes. Y a ellos les gustó ese juego visual, porque, claro, son artistas plásticos.” Es así como Julie Weiss está en su balcón terraza envuelta en un verde fluorescente, Juan José Cambre en un living cuyas paredes se tornan rosadas, Raquel Rabinovich en un bosque cercano a su casa con las hojas secas hasta las rodillas, Eduardo Mcentyre en un pasillo amarillento desde el que se espían a lo lejos algunas de sus obras Op Art, Narcisa Hirsch en un salón enrojecido como una discoteca, Horacio Zavala asomándose atrás de una vitrina y a sus espaldas su sombra proyectada en fucsia.
Las fotos no tienen movimiento pero nos llevan a preguntarnos por el detrás. ¿Cómo habrá sido el encuentro entre ella y ellos? ¿Qué habrán dicho artistas tan importantes de sus propias fotografías? Messina cuenta: “Creo que Maestros es el resultado de otras series que hice antes. Hay proyectos en los que necesito la palabra y en otros no. En este caso fue igual a Almas gemelas, un trabajo que hice cuando mis chicos eran chiquitos. Entrevisté a diferentes personas que me contaban sus anécdotas vinculadas a ser gemelos, las filmé para no olvidármelas, pero después me di cuenta que tenía un material súper rico. Entonces esta vez fui consciente del registro fílmico que hice desde un inicio. Supe que además de las fotos iba a hacer un documental. Al año ya empezamos a editarlo con Ivo Aichenbaum. Semanalmente nos reuníamos para clasificar el material que era enorme”.
Si hay algo atractivo en este documental es el modo en que lograron desde el montaje que esos discursos individuales de cada artista reflexionando sobre su vida en el arte, logren ser algo más que un friso de diversas posiciones. Casualmente y no, los discursos se van engarzando, las preguntas que uno instala son respondidas por otro, de la cita se va al referente, o a la discusión que sucede en la cabeza de quien ve y escucha. Los disparadores parecen ser infinitos ¿Qué es ser artista? ¿Qué relación establecen en su trabajo con lo desconocido? ¿El artista es un niño? ¿Siempre se está volviendo a la infancia? ¿Qué hacer con el dolor? ¿Qué hacer en los momentos en que no viene la inspiración? ¿Hay que trabajar mucho o poco? ¿Se puede vivir del arte? Y en todo caso, ¿qué significa eso? La lista de preguntas sigue y sigue. “El título es Maestros, más allá de porque se trata de artistas mayores de 65 años, porque en todo este proceso me han enseñado muchísimo. A veces me encuentro hablando y opinando desde ideas que salieron de esas charlas. Frases puntuales que me quedaron grabadas.” Claro que todo ese acopio de material no era recibido por un historiador o un teórico del arte sino por una artista, por eso las ideas quedaban sonando en su cabeza como un gong. Ella dice: “Hay muchos que les costó toda su vida su manera de ver. Y han sido decididos. Eso me resultaba muy conmovedor. Así fue como empezó a aparecer, como una transparencia que va teniendo cada vez más forma, el concepto del bosque y el árbol. Porque está esa frase súper conocida ‘Que el árbol no te tape el bosque’ pero yo lo pienso al revés, que el bosque no te tape el árbol. Tu búsqueda de la individualidad. Porque más allá de todo lo que a uno le puedan enseñar y aprender todos los maestros con que te encuentres, tiene que haber un conocimiento que es propio, un autoconocimiento para luego llegar solamente a Ser. Yo escribo en el texto que presenta la muestra que por primera vez en mi vida me siento plantada. Los 112 maestros que retrate me dieron mucha raíz.”
La fotografía es quietud, silencio, algo que ocurre en una milésima de segundo mágico. Un libro de texto en cambio, es casi lo contrario. Saber ver, el volumen con las conversaciones espontáneas entre Gaby Messina y los artistas –presentado por la editorial Ideoma de Gustavo Santaolalla y Penguin Random House– es algo en el medio de ambas. El lugar donde las frases que le quedaron grabadas adquieren la forma de textos sintéticos. Messina dice que nunca se hubiera imaginado que iba a hacer un libro que no fuera de imágenes: “Me dejé llevar. Muchas veces me ha pasado que me digan ‘ay, qué buena esa anécdota de ese retrato, qué lastima que no está en ningún lado’, pero esto era más que una anécdota. Aquí se trata de un pensamiento, una experiencia intensa, un continuo buscar”. El que la empujó a hacer ese libro fue nada menos que Gustavo Santaolalla. “Siempre estamos en contacto, es un gran amigo. Este es el tercer proyecto que hacemos juntos. Primero fue Lima KM 100, que son retrato que yo hice en Atucha, luego Fe, que es un libro que tiene que ver con la que era mi religión. Y después estos dos libros: el de imágenes lo hago con su editorial de libros de fotografía que es Retina, como veníamos haciendo y después Saber ver, el de textos. Este verano, a partir de una charla Gustavo me dijo que también teniamos que hacerlo. Y la verdad que a mi no se me hubiera ocurrido.”
Contrariando cualquier idea de catálogo, pero también la de consagrados, de mármol, inalcanzables, Messina muestra en su trabajo la cotidianidad de grandes artistas. Sentados en sus sillones, la mano apoyada sobre su mesa de trabajo, en el balcón cuyas plantas riegan todos los días. Espacios, en definitiva, donde sucede –comienza o termina– el acto de creación de la llamada obra de arte. Aunque la desacralización no es total. Sus luces coloridas, oníricas, sugerentes, reponen ese misterio al que quizás nunca podamos acceder.
La muestra Maestros. El bosque y el árbol, se podrá ver en el Museo Nacional de Bellas Artes, Figueroa Alcorta 1473, desde el martes 9 de agosto.
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