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Domingo, 5 de marzo de 2006

VALE DECIR

Mear de parada

Esta semana la policía neoyorquina debió ajustar su brazo largo y su mano dura a nuevas normas de convivencia y de corrección política, y retractarse por un arresto. Mejor dicho, por tres arrestos, todos debidos a la misma causa. La ciudad, de hecho, debió retirar los cargos contra un técnico telefónico que estaba “en proceso de transformarse en mujer” y que dijo haber sido arrestado tres veces en seis meses por usar el baño de damas de la estación central de trenes. Helena Stone, de 70 años, dijo el martes que un agente le dijo que era “una loca, un bicho raro y la mujer más fea del mundo”, por lo que presentó quejas a la policía de la MTA (Autoridad Metropolitana del Transporte) y a la Comisión de Derechos Humanos municipal por medio de su abogado, Michael Silverman, de la Fundación para la Defensa Legal de los Transexuales. Según la fundación, los baños públicos están disponibles para transexuales “de acuerdo con su identidad o expresión sexual”. Tom Kelly, vocero de la MTA, anunció que los cargos por “conducta desordenada” contra Stone serían retirados.

Exprimime los huesitos

Cuatro tipos fueron acusados esta semana en Nueva York por robo y tráfico de huesos (y algunos órganos) pertenecientes a más de mil cadáveres... humanos. Según describió la operación el fiscal de Brooklyn Charles Hynes, parece “algo sacado de una película de terror barata”. Aparentemente, el plan criminal no era tan “barato” y los cuatro detenidos llevaban amasados millones de dólares mediante la venta de tejidos óseos y corporales en general a compañías de trasplantes. En muchos casos, los huesos de los cadáveres saqueados eran reemplazados por tubitos de PVC para que no se notara el cambio en los funerales. Todo se estaba haciendo a través de un arreglo con una casa funeraria propiedad de uno de los acusados, un tal Joseph Nicelli. También estaba acusado el ex cirujano dental Michael Mastromarino; él y sus otros cómplices al parecer se dejaban olvidados guantes y otros potenciales elementos útiles como evidencia criminal dentro de los cuerpos antes de coserlos de nuevo.

Matrimonio por inconveniencia

Una de las cosas de las que uno no temía preguntar porque nunca quiso siquiera saber es la que le ocurrió el señor Tombe, un hombre sudanés que fue pescado in fraganti cuando tenía relaciones sexuales con una cabra. Entre las complicaciones del caso (análogo a tantas anécdotas de ovejas de la pampa argentina y otros escenarios rurales de otras partes del mundo) está el hecho de que la cabra era propiedad de los Alifi, una familia vecina del señor Tombe. La noticia, tal como se la difundió, indica que la familia “damnificada” descansaba en su casa, cuando cerca de la medianoche se escucharon “ruidos extraños desde el granero”. Entonces corrieron armados prestos a sorprender al intruso, para encontrarse con el señor Tombe desnudo, emergiendo de atrás de la cabra. El pobre Tombe fue arrestado en el acto y debió comparecer ante el Consejo de Vecinos local, donde se decidió que la manera más noble de solucionar el conflicto era obligar al acusado a casarse con la cabra. Ya que la había “usado” como si fuera su esposa, debía desposarla, previa indemnización financiera al señor Alifi. Eso, o ir en gayola. Probablemente sin un poquito de cinismo siquiera, Alifi declaró, después de que el matrimonio fue consumado, que “tuvimos que darle la cabra, pero nos alegra de que al fin puedan estar juntos”. Eso sí, a la pobre cabra nadie le pidió opinión, ni le preguntaron si la relación del granero había sido consentida por ella.

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