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Domingo, 26 de septiembre de 2010

VALE DECIR

De ratones y hombres

Sarah Emerson Lee, una estudiante de posgrado en la Universidad de Medicina Emory, estaba investigando las funciones del gen RGS14. Sirviéndose de ratones, pobrecitas bestias que dan su vida y más por la ciencia, Sarah crió pequeños Mickey y Jerry con dicho gen desactivado; su objetivo era realizar experimentos o, recurriendo una terminología más mundana, “vamos a ver qué pasa”.

El RGS14 también está en los humanos y fue descubierto hace más de una década. Se cree que este gen regula una proteína importantísima para manejar unas señales en el cerebro cruciales para el aprendizaje y la memoria.

No lo dice en el artículo del Medical Daily, pero seguro que Sarah esperaba obtener ratones un poco tontos, lo cual probaría la importancia del gen en cuestión; o ratones exactamente iguales a los demás, con lo cual habría que replantearse la importancia de todo el asunto.

Por suerte, como la naturaleza tiene ese hábito de no dejarse experimentar sin darles algo divertido a los observadores, los ratones sin RGS14 hicieron algo totalmente inesperado: resultaron ser más astutos que los demás.

Los mutantes de laboratorio fueron mejores a la hora de recordar objetos y también se destacaron resolviendo laberintos. El gen RGS14 fue llamado el gen “Homero Simpson”, ya que en su ausencia los ratoncitos se vuelven luminarias.

“¿Por qué los ratones y los humanos tenemos un gen que nos hace más tontos?”, se pregunta John Hepler, profesor en la Universidad Emory, quien dio nombre al gen. El hace notar que las neuronas del hipocampo (las afectadas por la ausencia de RGS14) también se ven alteradas por esquizofrenia o comportamientos sociales anormales. “Esto sugiere que si bien estos ratones no olvidan tan rápido como los demás, quizá tengan algún problema; puede que sean antisociales o que tengan convulsiones, pero no necesariamente.”

Hay efectos secundarios que no llegan a verse en ratones. El mundo científico espera, con la respiración contenida, el día en que aparezca un humano sin el dichoso gen. Entonces se podrá llevar a cabo la práctica científica más interesante de todas: ver qué pasa.

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