Domingo, 26 de septiembre de 2010 | Hoy
TELEVISIóN > LOS HOMBRES DE PACO, EL POLICIAL ALMODOVARIANO
Su estreno en España hace unos años fue tan silencioso y de culto como el argentino. Pero al segundo año se convirtió en un éxito arrollador que no paró hasta el final de su quinta y última temporada. Con un título poco vendedor (y desafortunado en la Argentina), Los hombres de Paco esconde un hilarante policial almodovariano ambientado en la España del euro de oro.
Por Juan Pablo Bertazza
Pocas cosas pueden resultar más graciosas que un español tratando de hablar inglés. Y así arrancaba justamente, allá por octubre de 2005, Los hombres de Paco –serie producida por Globomedia y emitida por Antena 3–, que trató y retrató, en clave de comedia, al menos un miembro del cuerpo de la policía española. Serie de culto durante el primer año y éxito comercial a partir de la segunda temporada, la idea de esta ficción que desde hace un mes se emite en Canal 7 resultó tan original que costaba mucho encontrarle antecedentes.
La cuestión es que mientras uno de los policías practica infructuosamente las palabras básicas del idioma de Shakespeare y sus compañeros se burlan de él, el grupo ignora que una banda de delincuentes, en ese mismo momento, y casi frente a sus narices, se dispone a robar un banco. Enseguida seguirá una llegada tarde al lugar del crimen y hasta un disparo equivocado sobre un cliente del banco. Es así que este grupo de agentes de la Policía Nacional –equivalente a nuestra Federal–, comandado por Paco Miranda (cuyo jefe para mal de males es su suegro) y constituido además por Mariano, un divorciado que no puede sacarse de la cabeza a su ex mujer, y Lucas, el fachero y pichón del grupo que se ve acosado por la hija de Paco, es castigado con el traslado a un barrio más pobre, denigrados por sus superiores y con sueldo muy reducido por mala praxis policial.
A partir de esta mudanza involuntaria, los viejos problemas recrudecen –la relación entre Paco y su suegro empeora aún más, mientras que la depresión de Mariano toca fondo– y pronto florecen nuevos inconvenientes, especialmente en casa de Paco: su mujer no puede tolerar el deterioro que sufre su familia en el escalafón social y se lanza a buscar trabajo al borde de un ataque de nervios, aunque al principio lo único que consigue es vender sus servicios en una patética hot-line, mientras que los nuevos vecinos también comienzan a granjearle más y más dolores de cabeza.
A pesar de los uniformes, las comisarías, la jerga policial y los reclamos de estos agentes que se quejan siempre de ser “ninguneados”, Los hombres de Paco constituye un interesante y extraño caso de policial costumbrista, porque junto a las misiones secretas, el cuidado de testigos y los entrenamientos de tiro al blanco, saca y revolea los trapitos al sol de esta familia disfuncional que, por momentos, hace recordar al tono del más delirante Almodóvar. Un contraste que explica por qué viene a ofrecer algo distinto, cuando en general los policiales oscilan entre el apego sin reservas al género y el refaccionamiento cool de ese éxito imbatible que es la saga Millenium de Stieg Larsson y su caballito de batalla, la hacker Lisbeth Salander.
Además de sus actuaciones, en general descollantes (ninguno de los actores era conocido en nuestro país, y algunos ni siquiera lo eran antes en España), lo mejor de esta serie son sus pasos de comedia y, sobre todo, el contraste entre situaciones hilarantes y situaciones dramáticas. Es cierto que a veces su argumento se vuelve de una inverosimilitud un tanto innecesaria, que el título es poco vendedor y que cierta liviandad puede recordar a Mosca & Smith. Pero lo mejor de Los hombres de Paco podría relacionarse con Los simuladores. Por semejanzas (comparar, por ejemplo, los separadores de ambas series) y diferencias (aquel grupo ingenioso e imbatible, capaz de burlar todos los filtros del FBI, constituía una especie de policía moral, pero antimoralista, mientras que los agentes de Paco son antihéroes en acción).
Más allá de los cambios de tono que tuvo a lo largo de sus temporadas –primero muy enfocado a la comedia, y por la mitad encaminado cada vez más hacia el drama–, Los hombres de Paco supo mantener también su esencia de policial (original, extraño y divertido), pero policial al fin. Además de constituir una grata sorpresa, su llegada a la pantalla argentina tal vez ayude incluso a replantear algo que, definitivamente, no se cuenta entre las grandes virtudes de nuestra tele: el difícil arte de mostrar a la policía en acción, que tuvo experimentos de lo más estrafalarios como Contrafuego de Baby Etchecopar, tal vez el único policial argentino que –es verdad, involuntariamente– hacía reír. La pregunta resulta tan apremiante, entonces, como las sirenas de los patrulleros: ¿es factible reírse de las torpezas y furcios de la policía cuando eso puede significar, por ejemplo, hacer humor con presos inocentes o casos de gatillo demasiado fácil? Los hombres de Paco viene a decir que sí y que no: si nos reímos de sus policías es porque, claramente, se trata de una serie de exportación. A la cual no habría que pedirle, entonces (tal como lo garantizan su acento, su humor y hasta su divisa europea), que hable nuestro mismo idioma. Ni que dispare con nuestras mismas armas.
Los hombres de Paco
se emite de lunes a jueves
a las 22.30 por Canal 7.
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