Domingo, 26 de septiembre de 2010 | Hoy
VALE DECIR
El profesor Keith Jeffery, de la Universidad de la Reina, en Belfast, tuvo acceso a todos los archivos del MI6 —el servicio secreto británico– de 1909 a 1949. Con ese material escribió un libro, que se publica este martes y que saldrá por entregas en The Times.
Cuenta el diario The Telegraph de una curiosa revelación en esos archivos: el MI6 no se detuvo ante nada en la búsqueda de una tinta invisible. Así fue como descubrieron, en la Primera Guerra Mundial, que para ese uso no había nada mejor que el semen.
La mejor cualidad del fluido era que no reaccionaba a los métodos comunes de detección, como por ejemplo el vapor de yodo. Además tenía la gran ventaja de siempre estar al alcance de la mano.
Esta insospechada tinta invisible, no obstante, trajo consigo algunos problemas: el pobre hombre que hizo el descubrimiento tuvo que ser cambiado de puesto, ya que los compañeros lo volvían loco con los chistes. Además, más de un agente recibió instrucciones de usar sólo material fresco, ya que sus corresponsales se quejaban del olor.
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