Domingo, 20 de octubre de 2013 | Hoy
VALE DECIR
“Lo que pasa en Las Vegas, queda en Las Vegas”, reza el remanido lema popular que canturrean los norteamericanos de cara a cada visita que realizan a la ciudad del pecado, archiconocida por sus casinos, exceso de luces, lujo, bodas de pacotilla, imitadores de Elvis, shows de todo tipo, tiendas y, por supuesto, máquinas tragamonedas. Por lo que es menos conocida, sin embargo, es por lo que acontece bajo tierra, y esa historia sí que es digna de película. Es que una red de 200 kilómetros de túneles contra inundaciones se extiende a lo largo y ancho de la ciudad y, contrastando con el desborde de la superficie, los habitan más de mil personas en situación de calle, conocidas como “gente topo”. Es más: colgando pinturas, improvisando duchas, instalando desde catres y armarios hasta estanterías y cocinas, los han convertido en sus hogares. Tal es el caso de Steven y su novia Kathryn, que amoblaron su petit “bungalow” con una cama de dos plazas, un closet y una biblioteca nutrida de ejemplares encontrados. “Lo que muchos arrojan, nosotros lo recogemos. Pero recién lo traemos a los túneles a altas horas de la noche, para que la gente no nos vea. Es un poco vergonzoso”, explicó el hombre. Y el suyo es sólo un caso.
Otros tantos han sido registrados por el reportero Matthew O’Brien que, investigando un asesinato, se topó de casualidad con los topos, escribió un libro al respecto —Beneath The Neon— y comenzó la fundación Shine a Light para reunir fondos y darles una mano. “Estas son personas comunes de todas las edades que perdieron el camino a partir de un evento traumático. Muchos son veteranos de guerra que sufren estrés postraumático”, declaró el autor, consultado sobre la comunidad escondida.
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